La vida de Andrew había sido extremadamente traumática desde su infancia. Nacido dentro de una familia microputiense numerosa que no podía mantenerlo, fue abandonado por sus padres a la edad de 6 años en un centro de adopción para personas microputienses. Este centro se encontraba dentro de un enorme complejo de adopción para padres y madres prodigans que deseaban adoptar niños de razas consideradas inferiores.
La vida en este centro no era fácil. Con miles de niños microputienses llegando cada semana y pocos padres liliputienses y gulliverianos interesados en adoptarlos, los recursos eran cada vez más limitados. Vestirlos y alimentarlos se volvía cada vez más difícil, y la educación era limitada solo para los niños liliputienses y gulliverianos, quienes realmente tenían más posibilidades de ser adoptados por padres más grandes, debido a lo difícil que era para los padres interactuar, hablar y cuidar de ellos debido a su microscópico tamaño.
Sin embargo, la vida de Andrew cambiaría para siempre, y la de todos sus compañeros, en una tarde mientras jugaba en el inmenso campo detrás del centro. Un gigantesco iris azul inesperadamente había aparecido en el cielo bloqueando la luz del momento, dejando a Andrew y a sus miles de compañeros huérfanos anonadados por este inusual fenómeno que no ocurría regularmente.
Sabían muy bien que representaba ese ojo gigantesco, algún gigantesco padre o madre de los muchos que visitaban el centro los observaba a través de la lente de un microscopio avanzado.
El centro de adopción prodigadiano poseía cientos de esos microscopios, que permitía a los padres visualizar a los millones de niños microputienses que aguardaban una oportunidad de ser adoptados, con la esperanza de que lograran conmover a alguno y deseara adoptar al menos, a unos cientos de ellos.
Sin embargo, la estrategia no siempre tenía éxito, no era común que un prodigan o un brobdingnagiano que visitaba el centro estuviera interesado en adoptar a niños microputienses y optaban rápidamente por observar a otras razas, por lo que Andrew solo presencio esos momentos unas cuantas veces durante los muchos años que paso en el centro de adopción.
Nunca pudo saber quién era la persona que se encontraba observándolos, si era hombre o mujer, ya que nunca lo mencionaban sus cuidadores y maestros que dirigían el centro.
— ¡Miren, chicos! ¿arriba? — exclamó Andrew señalando el cielo.
— ¡Es realmente gigantesco! — reafirmo Sam, su mejor amigo del centro.
— ¿Creen que nos adopte? — preguntó Thomas, otro niño del centro.
— ¡No te hagas ilusiones Tom! Parece que solamente nos está observando por curiosidad, como es de rutina allá arriba — difirió tristemente Nicky, una niña rubia que se hallaba en el grupo.
— ¿Qué creen que sea? — preguntó otro niño del grupo llamado Henry.
— ¡Es un brobby! — expreso Jessica, otra niña castaña que se unía al grupo con ellos.
— No, no creo — señalo Sam — es mucho más grande —
— ¡Es un prodigan! — aseguro Andrew, algo en el fondo le hizo pensar así y nadie lo contrario, todos quedaron pasmados ante esa belleza en el cielo.
— ¡Una bella mujer prodigan! — concluyo Tom.
Y no se equivocaron, ese iris gigantesco pertenecía al de una hermosa joven prodigadiana que los observaba a cada uno de ellos a través de un microscopio super potente del centro, pudo distinguir a los miles de niños que vivían ahí y logró poder ver sus rostros como si los estuviera mirando desde apenas unos cuantos metros, se imaginó platicando, hablando y jugando junto a ellos, una hazaña imposible claro, debido a la diferencia de tamaño abismal entre ellos. De alguna forma, hizo salir ese instinto maternal que tenía almacenado por muchos años dentro de ella.
— ¡Que tiernos y diminutos se ven desde aquí! — menciono ella.
— Son los niños residentes del centro de adopción microputiense no. 506 — menciono la Dra. Alice O’Hara, una mujer adulta, muy alta y delgada, directora del centro de adopción prodigan que acompañaba a esta joven y observaba a través de una pantalla todo lo que la joven veía con la lente del microscopio.
Se encontraban en un pequeño cuarto repleto de varios tanques de vidrio que descansaban sobre unos estantes de metal. Esta era la sala de adopción microputiense, la más pequeña del centro y a su vez la más grande en población de todas. Era una de las menos frecuentadas por los padres prodigan que deseaban adoptar, usualmente llegaban preguntando por las salas gulliverianas o los pasillos de adopción brobdingnagiano.
Sin embargo, en esta ocasión la Dra. O’Hara se asombró cuando vio llegar a esta joven preguntando primeramente por las salas de adopción microputienses, algo no tan común de ver en realidad, por lo que de inmediato se ofreció voluntariamente para acompañarla y asesorarla personalmente por todo el lugar.
— ¿En qué edad se encuentran estos niños? — pregunto la joven prodigadiana, que seguía observando desde el microscopio a los huérfanos del lugar.
— Estos están por cumplir los doce años de edad, la población de ese centro es de aproximadamente 30,000 niños, y hay dos mil más como estos dentro de este tanque — contesto la Dra O’Hara.
— Todos ellos son sanos y fuertes, y están listos para aceptar un nuevo hogar — le concluyó, esperando con esto lograr convencer a esta joven de adoptar al menos unos cientos de ellos.
— ¡Oh, ya veo! — expreso la joven, quien se apartó de los binoculares y dirigió su atención a la doctora.
— E imagino que llevan muchos años encerrados aquí — le vuelve a expresar.
— En efecto, algunos llegan al centro, según nuestros registros, desde que tienen cuatro años, no han visto nada fuera de ese lugar y de las paredes del cristal, que como te habrás dado cuenta, tienen un blindaje que no permite que ellos vean al exterior. — le afirmo la doctora con interés.
— Pero nosotros si podemos ver lo que hay dentro del cristal — le responde la joven, volviendo a centrar su atención al reluciente tanque de vidrio repleto de tierra y césped muy finamente cortado y con unas pocas manchas de urbanización. Se parecía mucho a un terrario muy bien elaborado.
— Naturalmente y si deseas ver con precisión los diversos centros de adopción que hay adentro y a sus miles de niños, el microscopio de barrido puede ayudarnos en eso — reafirmo la doctora, señalando al pequeño microscopio en el borde del tanque que dirigía su objetivo hacia el centro del terrario.
— Es fascinante — dijo la joven, que volvió a observar detenidamente por encima de los binoculares por un rato más.
Cuando termino, volvió a centrar su atención hacia la doctora y con mucha perspicaz, le declaro sonrientemente su decisión, sorprendiendo en gran manera a la Dra. O’hara.
— He decidido adoptar a todos los niños de este tanque — le dijo, — ¡son realmente increíbles y perfectos para mí! —
— ¡¿De verdad?! — exclamo la doctora con absoluta sorpresa.
— ¡Si, en verdad! — le reafirmo la joven con emoción — y quisiera también agregar a todos los niños liliputienses que me enseñaste en la sala anterior, ¿habrá algún impedimento? — le preguntó al ver el rostro inexpresivo de la doctora.
— ¡No, para nada querida! — se apresuró rápidamente a contestar la doctora Alice — es que estoy asombrada por tu afectividad con ellos” — le dijo, nunca había visto en todos sus años de dirigir este lugar a alguien tan emocionada en adoptar a estos, los más pequeños del lugar.
—"Pocos como tú se ven por este
lugar” — le elogio Alice, — “tu actitud me brinda gran confianza y
felicidad, sé que los cuidaras con gran cariño y amor” — le expreso con sinceridad.
— "¿Cuál es tu nombre completo querida?" —
—"Sonia Élise Softmore, doctora"— le respondió la bella joven.
—"Muchas
gracias por brindarme esta oportunidad, es un gran deseo que he estado
guardando por mucho tiempo, y ahora por fin podré cumplirlo, ¿cuándo me los
podría llevar?" — preguntó.
—"De inmediato, solo firma los formularios de adopción necesarios y podrás
salir con ellos"— le aseguro Alice.
—"Estupendo"— contesto
Sonia Softmore, una alegre y sociable científica bióloga que estaba en la
cúspide de su carrera, a punto de cumplir los 30 años y que por mucho tiempo
había postergado el casamiento y tener hijos para lograr sus éxitos académicos
y profesionales en aras de la ciencia y la sabiduría.
Pero ahora, se
encontraba lista para emprender este nuevo proyecto y cambiar para siempre la
vida de innumerables niños que no tuvieron la oportunidad como ella de ser
criados y educados con amor y bondad.
Ahora ella seria su
madre, su gigantesca madre que se preocuparía y velaría por cada uno de los
miles y miles que vivirían en ese pequeño tanque de vidrio.
Empero, a pesar de estar emocionada por este nuevo capítulo, el miedo y la duda comenzaron a invadirla por un momento, ¿cómo le haría para poder comunicarse con todos ellos?, ¿cómo le haría para conocerlos a todos ellos?, ¿se llevarían bien con ella y la aceptarían como su madre?, las preguntas en su mente comenzaron a agolparse, pero rápidamente se esfumaron cuando le fue entregado el pequeño tanque en el que vivía Andrew y miles de compañeros.
Que glorioso recuerdo quedó registrado en la vida de Andrew y en la de
miles que lo acompañaban, cuando escucharon por el inmenso altavoz del centro
que todas y todos habían sido adoptados por el inmenso ser que habían visto recientemente
en el cielo.
Ahora se mudarían a un nuevo hogar y vivirían con felicidad bajo el cuidado y
protección de una benevolente y gigante madre prodigadiana que les daría el
amor y el cariño que desafortunadamente sus padres biológicos no pudieron
hacer.
Hoy, después de diez años, un apuesto y brillante Andrew de 22 años, le
gustan las aventuras y los desafíos difíciles y esta punto de embarcarse en una
magnifica y fascinante aventura.
Esta a punto de realizar un éxodo maravilloso y único hacia un mundo especial...
Hacia el cuerpo de su “madre”…
La
gentil madre que todo huérfano desea…