Para muchos, los hijos no son una prioridad en su vida; otros ni siquiera consideran la posibilidad de tenerlos. Sin embargo, para algunos, son el centro de su existencia, su "todo".
Sonia, una joven mujer amable, bella, de una tez muy blanca y una larga cabellera rubia, está a punto de cumplir los 30 años. Desde hace varios años ha tenido un único objetivo y propósito en su vida, convertirse en madre.
Esté es un deseo muy poco usual en estos tiempos modernos, ya que muchas mujeres prodigadianas aspiran al éxito académico y profesional antes que a la maternidad.
Los líderes de la raza prodigan han influenciado a muchas mujeres a pensar que el estudio y trabajo arduo son la base esencial para la estabilidad y el progreso económico de la sociedad; dejando de lado inconscientemente la preservación de la raza prodigan, y haciendo que la crianza en el hogar sea vista como algo muy degradante entre las mujeres de la sociedad.
Sin embargo, para Sonia estas percepciones parecen no haber tenido efecto en ella, ya que en estos últimos años ha logrado encontrar su verdadera vocación en criar y proteger a los más pequeños e indefensos de su mundo.
Para Sonia, su propósito y vocación ha sido la protección y crianza de sus millares de “hijos”, como ella los llama que conserva con mucha dedicación en un pequeño recipiente de vidrio.
Estos no son sus hijos biológicos como era de esperarse, sino que son microputienses y liliputienses que fueron marginados y abandonados por sus propios padres biológicos y que en Sonia han logrado tener una segunda oportunidad para crecer y lograr hacer algo en su vida.
Esto es un hecho que ha marcado la vida de Sonia a sus 30 años de edad, la ha hecho sentir importante, poderosa y de mucho valor como mujer aun a pesar, de contar con grandes logros académicos y profesionales como una destacada bióloga y brillante científica a una muy temprana edad…
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Para los microputienses, el tener hijos es algo ya muy cotidiano e incluso exagerado. Las mujeres pueden tener de tres a ocho hijos cada mes, lo que resulta en familias numerosas y difíciles de mantener para los padres. Muchos optan por abandonar a sus hijos en centros de adopción especializados para familias liliputienses, gulliverianas e incluso brobdingnagianos, para que tengan una oportunidad de crecer y vivir felices.
En cambio, para una mujer prodigan, reproducirse no es algo sencillo. La proporción desigual de género, con 35 mujeres por cada varón prodigan, junto con la reducción del cromosoma "y" y el rápido aumento de la infertilidad en la población varonil, ha llevado a preocupaciones mundiales sobre la posible extinción de la especie prodigan en unos cuantos siglos. Aunque se han hecho campañas de concientización y se han aprobado leyes que benefician económicamente a las mujeres que tienen hijos, la tasa de natalidad no ha aumentado y por el contrario, continúa bajando drásticamente cada año, ya que muchas jóvenes prodigan menosprecian y ven con malos ojos la maternidad, y la mayoría de los jóvenes varones huyen de esa gran responsabilidad; dejando un grave problema para las generaciones futuras.
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Por tanto, era justificable el hecho de que Sonia, siendo una hermosa y blanca mujer de 1.70 metros de altura y a quien ningún hombre la había mirado con malos ojos, aún no hubiera podido concebir un bebé completamente suyo, de alguno de aquellos hombres.
A lo largo de los años, a pesar de las múltiples parejas que han pasado por su vida, concebir un bebé prodigan es algo que aún no ha podido llegar a su vida. Sin embargo, ha logrado compensar ese fracaso al asumir el rol de ser “la gentil madre de todos” los huérfanos y desamparados niños que, desde hace casi 10 años, Sonia ha logrado rescatar de los centros de adopción microputienses y liliputienses. Brindándoles una nueva oportunidad para crecer, progresar y ser felices.
En todo ese tiempo, Sonia ha mantenido a esos micros y lillis en un acuario gigante de un metro por 50 cm, y les ha proporcionado comida, agua y todos los nutrientes necesarios para subsistir. Incluso ha llegado a rescatar a jóvenes gullis marginados y hasta hace unos pocos años había dado asilo a unos pequeños niños brobdingnagianos. Todos han coexistido en armonía bajo las reglas de su madre, y han tenido sus propios maestros gullis y brobbys que les han enseñado sus diversos oficios y carreras.
Siendo Sonia una prodigan, era inmensamente superior a todos sus miles de hijos diminutos que resguardaba con mucho anhelo dentro de las paredes de su acuario. Para sus niños brobbys, Sonia media casi 120 metros de altura, una altura abismal para ellos, sin embargo, para ella contaba con tan solo 2 centímetros de altura. La comunicación con ellos era difícil debido a la diferencia de tamaño, pero no era nada si lo comparábamos con sus cientos de hijos gullis, quienes eran casi imperceptibles al ojo humano, ya que alcanzaban apenas la minúscula cantidad de medio milímetro de altura, por lo que a menudo Sonia usaba una lupa para distinguirlos mejor.
La comunicación con ellos resultaba imposible sin la ayuda de la tecnología apropiada, unos sofisticados audífonos pequeños que se colocaban dentro del oído, proporcionaban diferentes señales de audio para escuchar a sus miles de diminutos gullis, lillis y micros, siempre y cuando se sintonizara en la frecuencia correcta.
Para sus demás hijos diminutos, Sonia estaba fuera de toda comprensión, con un cuerpo que superaba los 550 kilómetros de altura para los lillis y más de 40,000 kilómetros para los micros, la convertían en todo un mundo al que podrían explorar y colonizar, de la misma forma en que los prodigans han colonizado una parte del vasto planeta “gulliverse”.
Y bajo esa premisa, una idea fascinante y alocada comenzó a desarrollarse dentro de la mente de Sonia… una idea que elevaría su papel de madre protectora… a madre que da vida.
El Gran Éxodo daría comienzo, y una nueva era iniciaría para los habitantes del acuario, una que daría comienzo en un hermoso y confortable lugar… el cuerpo gigantesco y divino de Sonia.