El despertador de Ben marco las 6:00 AM, y con fuerza empezó a sonar…Ben lo apago con ánimo y después de unos minutos de vacilación se levantó de una de las camas de la litera en la que se hallaba, su compañero de cuarto ni se había inmutado en escuchar la alarma y seguía dormido.
Ben procedió a tomarse un baño en la tina y a prepararse para su jornada laboral de hoy…la habitación donde estaba era pequeña parecía un pequeño pasillo en donde solo estaba distribuida la litera con un pequeño guardarropa a los costados, el cuarto de baño era lo único que lo separaba del resto de la habitación ya que se encontraba hasta el final del pasillo en el que tampoco contaba con ventanas que mostraran el exterior.
La habitación era una de las más de cinco mil habitaciones que formaban el enorme complejo habitacional “Fundus” localizado en la parte superior del estómago de la diosa y en donde vivían los casi 50,000 trabajadores microputienses que diariamente apoyaban en las labores de digestión del cuerpo de Sonia.
Ben había sido seleccionado a este gran equipo de trabajo poco tiempo después de haber arribado al cuerpo de la diosa y desde entonces él, junto con miles más, habían trabajado en el difícil proceso de extraer los recursos naturales esenciales, de las toneladas y toneladas de comida que la diosa madre les proporcionaba diariamente, cuidando siempre el no tener una exposición al jugo gástrico, que al igual que el ácido gástrico de sus cuerpos, era muy corrosivo para un microputiense a tal punto de desintegrar la piel al tener un contacto directo con él.
La jornada laboral comenzaba hasta las 8 de la mañana, aún faltaba mucho tiempo por lo que era de esperar que Stan, su compañero, aun durmiera tranquilamente sin preocupación; sin embargo, para Ben ya se había hecho una costumbre el levantarse mucho más temprano para tener un poco de tiempo de meditación y relajación en la pequeña pero confortable tina que su departamento tenia. Este era un habito que aprendió e imito de la amorosa y grandiosa Sonia, quien también tomaba baños en la tina con regularidad cuando se levantaba por las mañanas a trabajar.
Mientras Ben descansaba en la tina vinieron a su mente los recuerdos de cuando inicio su extraordinario viaje hacia el centro de la Gran Madre, recordó como había sido su éxodo junto a miles más, en la gran expedición “Lazarus”, que en su momento había sido una de las más grandes, llegando casi a las cien mil personas.
Conformada por decenas de naves grandes y pequeñas, aterrizaron todas sobre el vasto vientre de la diosa, y de allí se esparcieron a diferentes lugares de su cuerpo.
Ese día en que inicio la expedición fue una mañana de domingo… un día en el que Sonia descansaba de su labor en el laboratorio y lo dedicaba para descansar en su cama, mientras observaba con detenimiento las grandes naves espaciales que zarpaban desde el acuario y volaban lentamente hacia ella… o al menos así las veía desde su perspectiva.
Para Ben y los miles de microputienses fue una experiencia única e impresionante viajar dentro de las veloces naves y observar desde la ventanilla el glorioso y magnifico cuerpo de la diosa, siendo cada vez más y más grande conforme se iban acercándose más, a una velocidad impresionante.
Ben recordó cuando se encontraban volando por encima del muslo izquierdo de la diosa a poco más de 1000 km, una altura estratosférica para los microputienses, pero de apenas unos cuantos centímetros para la gentil prodigadiana.
Fue una vista espectacular y asombrosa para Ben; observar el increíble paisaje rosado anaranjado desde su perspectiva por la ventanilla, que representaba en realidad el colosal muslo de la diosa que fácilmente podría dar albergue a países enteros de micros y lilis.
Pronto la tonalidad del suelo comenzó a oscurecerse y un inmenso follaje empezó a aparecer sobre la superficie… Ben reconoció en ese momento hacia donde se estaban acercando ahora, el monte pubiano, y casi al instante cuando la nave realizo un viraje, Ben pudo observar la grandísima montaña repleta de un extenso follaje hacia donde se aproximaban… una vista sumamente espectacular, difícil de olvidar.
— “Atención queridos pasajeros, nos encontramos volando en este momento sobre el monte pubiano de nuestra madre Sonia, hogar de millones de personas que se alojan en lo profundo de sus innumerables vellos”, — la voz de uno de los pilotos se escuchó por los altavoces de la nave.
— “Como dato interesante el monte tiene una elevación de más de 100 km y una extensión de más de 1000 km de diámetro, que es suficiente para albergar a la población de todo un país”. —
Ben se quedó impresionado con esta información, las dimensiones eran realmente gigantescas (aunque no eran nada desde la perspectiva de ella) pensó, (apenas unos cuantos centímetros serian). Fue el momento en que se dio cuenta de la increíble insignificancia que era él para Ella… pertenecería a la Diosa y literalmente todo su mundo giraría en torno a ella a partir de ahora. Fue un momento de reflexión e introspección muy profundo y claro para él.
Al querer contemplar Su rostro en el horizonte se dio cuenta que desde este punto era imposible debido a las gigantescas montañas mamarias que ocultaban su divino rostro a lo lejos.
Los monumentales pechos de la giganta resultaban inmensos, aun para las mujeres prodigans, por lo que era de esperar que para los insignificantes micros fueran casi como planetas que adornaban el vasto paisaje de su cuerpo y ocultaban su magnífica faz a lo lejos.
Si querían ver su rostro se iba a necesitar estar a mucha más altura de donde estaban.
De pronto el monte quedo atrás y la nave comenzó a descender, la tonalidad del paisaje volvió a cambiar a rosado, y a lo lejos se pudo visualizar el gran agujero de la diosa, su ombligo, lugar en donde se disponían aterrizar.
— “Atención pasajeros” — la voz del capitán de la nave de nuevo se oyó por el altavoz, — “nos encontramos a 5 minutos del centro umbilical de la diosa donde aterrizaremos, por lo que solicitaremos en breve que abrochen sus cinturones hasta que estemos en tierra firme”. —
La emoción de Ben comenzó a crecer en él conforme la nave empezó a descender y el paisaje rosáceo comenzó a acercarse más. Estaban aterrizando y desde la ventanilla podía observarse el inconmensurable cráter que era el ombligo de la diosa, el cual se extendía por cientos de kilómetros en el horizonte y del que no se podía apreciar su fondo desde la superficie, sino más bien una vasta oscuridad que le daba un ambiente desolador.
Por supuesto Ben, como todos los demás, conocían el porqué de esta situación. El ombligo de Sonia desde la perspectiva de un microputiense era algo sumamente enorme, su diámetro oscilaba los 300 kilómetros y su profundidad llegaba incluso hasta casi los 200 kilómetros, suficiente para que diversas ciudades y pueblos se establecieran sobre los pliegues y las paredes, hasta llegar incluso a su fondo en donde no llegaba la luz natural y tuvieron que alumbrar con luz artificial.
Se decía que las ciudades establecidas en el fondo disfrutaban mucho de los sonidos gorgoteantes que salían desde abajo, desde las entrañas de la diosa a cientos de kilómetros de profundidad y aunado a todo ello, estaba además el increíble vaivén del suelo que experimentaban a cada momento todos los habitantes de la región abdominal debido a la inhalación y exhalación de la respiración que la diosa realizaba a cada momento.
Esto, hacía sentir a cada uno de ellos que este mundo estaba completamente vivo, que eran parte de un “ser” hecho a la misma imagen y semejanza que ellos, un “ser” que sentía, que hablaba y se movía como todos ellos, y que además podría acabar en un santiamén con todos ellos si ella lo quisiera, sin siquiera tener alguna oportunidad de detenerlo.
Mas no obstante con todas estas características, ese gigantesco “ser” estaba dispuesto a dar todo por esas insignificantes criaturas que ni siquiera eran visibles a su vista, la respuesta es muy sencilla: eran sus hijos y ella su madre.
Durante estos años la prodigan Sonia había dado a sus millones de hijos su más grande anhelo, que viviera para siempre dentro del seno de una diosa benevolente, que llegaran a ser “uno” con ella, que sintieran su gentileza y amor, y pudieran vivir en un mundo de paz y tranquilidad acorde con los lineamientos y reglas que ella decretó.
Ese momento por fin llegó para Ben cuando descendió de la nave y toco por primera vez la superficie de su gentil madre, la cual se convirtió en tierra santa para él... y a pesar de que había decidido con anterioridad hacia donde quería ir, la selección de ser recolector y tener uno de los trabajos más complicados de ese mundo, no provoco que su ánimo decayera, pues de cierta manera estaría en el centro de su madre y cumpliría en alguna forma su deseo de sentir y experimentar el estar muy dentro de ella…