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Author's Chapter Notes:

Escrita por Owenz

¿Mala suerte? ¿Cuidado con lo que deseas? Supongo que de todo un poco, pero ni en todos mis sueños húmedos por mi vecina Angie esperaba lo que estaba pasando. Ahora media aproximadamente 7cm, estaba atrapado de la cintura para abajo en su suave y gigantesca mano, a su merced mientras lenta y sensualmente sacaba su lengua, dejando caer sobre mí toda su espesa y viscosa saliva. Todo esto es extraño, lo sé, pero me remontare tres horas antes de este evento.

Mi nombre es Octavio, y soy un estudiante de preparatoria, tengo 16 años, vivo en Rachelton y tengo un pequeño secreto, me encuentro profundamente enamorado de mi vecina Angie. Una increíble mujer de cabello ondulado color Beige largo hasta la cintura, ojos verdes, piel clara y un cuerpo de tentación absoluta. Angie es tres años mayor que yo y solo la veo en las tardes debido a su trabajo de medio tiempo, siempre llega después de las 8 a su casa, en la cual vive sola.

Eran las 8 de la noche y me encontraba a fuera de mi casa, esperándola como siempre para saludarla. Mientras la esperaba me imaginaba una vida a su lado, una vida llena de amor, soñando (de manera pervertida) en hundir mi rostro en aquellos enormes y tersos senos los cuales tenia, saboreando sus labios en largos y apasionados besos, y siendo víctima de su incontrolable amor por mí.

— ¡Hola Octavio! — me saludo con esa increíble voz cantarina.

— ¡Hola Angie, ¿cómo te fue en trabajo? — pregunte para seguir hablando con ella.

— Muy bien — Angie siguió su camino —. Fue un increíble día, así que… — se detuvo justo antes de abrir la puerta de su casa, volteó y me miro detenidamente con esos increíbles ojos —. ¿No quieres pasar?, es viernes y no quisiera pasarla sola.

Mi corazón se aceleró en un ínstate, no creí que esto podía pasar, pero sería la oportunidad perfecta para estar a su lado. Acepte y rápidamente salte los arbustos que separaban nuestras casas. Ambos entramos y tal vez fue por la emoción que sentía, pero jamás me percate que Angie aseguro la puerta.

— Muy bien — dio un aplauso —. Ponte cómodo, volveré con un par de bebidas.

Tome asiento y ella se dirigió a la cocina. Angie trabajaba en una oficina como ayudante general, por ello vestía una camisa blanca manga corta, una falda azul marino que cubría sus torneadas piernas hasta casi las rodillas, un par de tacones altos, un saco que hacía resaltar aún más su par de pechos y sus clásicos par de lentes de pasta. 

Angie regreso, estaba descalza y por algún motivo solo traía una copa en su mano, la cual contenía una bebida rosa carmesí.  Ella se sentó muy cerca de mí, cruzo ambas piernas dejándome ver su pie izquierdo, mientras lo balanceaba. Tarde en hablar hasta que Angie rompió el hielo.

—¿Por qué tan callado Octavio? — dijo dulcemente.

—Por-por-por nada — su perfume me estaba cautivando.

Voltee a mirarla y Angie se recargo en mi hombro. Quede congelado con ese movimiento.

— ¿Me quieres Octavio? — su pregunta fue un golpe directo, me separe un poco de ella y Angie volteo para verme.

—Bu-bu-bueno, eso fu-fu-fue algo di-di-directo, pero… — puso su dedo índice en mi boca, me abrazo y suavemente comenzó a susurrar en mi oído. 

—No creas que no sé cómo me miras Octavio — no supe cómo responder a eso —. Se cuánto me deseas… Cuanto me quieres… — sentí la húmeda punta de su lengua recorrer mi oreja —. Sé que me espías cada vez que me cambio para ir al trabajo, cada vez que me baño antes de ir a dormir — di un ligero brinco, pero Angie me abrazo con más fuerza —. No te preocupes, no estoy molesta, todo fue apropósito, solo quería mostrarte lo que muchos sueñan conmigo — dijo entre risitas juguetonas.

Angie me miró de frente y comenzó a besarme de manera lenta, moviendo sus labios con suma pasión, metiendo su lengua dentro de mi boca, meneándola por todos lados, como si tratara de buscar algo. Me estaba perdiendo en sus besos, desconectándome de la realidad por completo, confundiéndome con su dulce perfume, haciendo temblar mi cuerpo a cada respiro que daba.

Angie se apartó un poco, tomo la copa, y bebió aquel líquido rosa, pero no se lo paso, lo retuvo, para después besarme y darme de beber directo de su boca. Fue el mejor beso que jamás pudiera haber soñado. Su sabor a fresa me excito, no tenía fuerzas, estaba completamente estimulado entre toda la avalancha de emociones.

Angie saco una pastilla que estaba entre sus pechos, la puso en su boca, la mastico y se la trago. Se acomodó, sentándose en mis piernas, mientras con ambas manos acariciaba mi rostro delicadamente. Con pequeños besos cubrió todo mi rostro, para finalmente terminar en mis labios.

Era extraño, pero por alguna razón, sentía que Angie se veía más alta, tal vez era solo mi imaginación, pero ahora su boca estaba a la altura de mi frente. Quise abrazarla, pero su espalda era más grande de lo que imaginaba, no logre juntar mis manos, así que pase a sujetar su cintura. Angie sonrío mientras se contoneaba de manera suave, sujeto mi cabeza con ambas manos y comenzó a restregar mi rostro en sus pechos.

 En el momento en que mi rostro se cubrió en aquella cálida acaricia, note que algo andaba mal. Angie en verdad estaba creciendo, ahora mi rostro estaba a la altura de sus pechos. Puse ambas manos para apartarla, pero al tocarla, noté que mis manos apenas y cubrían uno sus pechos, comencé a sentirme raro, así que pedí una pausa.

— Angie, Angie, espera, por favor — Angie paro y se levantó.

—¿Qué pasa pequeño Octavio? — al verla, pude entender que estaba pasando.

Angie no estaba creciendo, yo me estaba encogiendo. Mi ropa me estaba quedando holgada, era tan grande ahora que ya no podía ver mis manos, mis zapatos estaban sueltos y sentía como lentamente seguía menguando.

—¡¿Qué, que está pasándome?¡ — pregunte asustado.

— Nada malo cariño — se sentó a un lado mío y comenzó a acariciar mi cabello —. Te amo Octavio y no puedo dejar que nadie más te tenga, así que para asegurarme de que serás solo mío, decidí encogerte. — sus dulces palabras no lograban que yo dejara de estar aterrado por lo que me estaba pasando.

— ¡Pe-pe-pero! ¡¿Cómo?! — seguía encogiéndome.

— Mi amiga del trabajo es una bruja — ya era tan pequeño que apretó suavemente todo mi rostro con solo un par de sus dedos —. Le conté que no me gustaba la idea de verte con otra mujer que no sea yo, así que me dio la solución perfecta — saco su lengua cubierta de saliva y la paso por todo mi rostro lentamente — Ella preparo una poción capaz de encogerte, la bebida que te di hace un momento cariño… era la poción — paso su lengua otra vez por mi rostro.

—¡No!!No!!No puede ser! — grite. Me levantarme, la altura del sofá al suelo ahora era increíble. Salte del sofá y comencé a correr hasta la puerta, de manera muy torpe, ya que estaba tropezando con mi propia ropa. 

Angie comenzó a reírse de mi intento desesperado de huir. Se levantó y se dirigió a la cocina. Llegue a la puerta después de varios tropiezos. Comencé a saltar y logre llegar a la manilla, pero esta no giró, la puerta no se habría.  Me solté y miré con terror a Angie, quien estaba a mi lado, mirándome con cierta satisfacción al verme cada vez más pequeño.

— No puedes escapar pequeñín — levantó la mano, la cual sostenía la llave de la puerta —.  Cerré la puerta con seguro — Angie estaba disfrutando todo esto.

— No puedes hacerme esto Angie, yo te amo igual, jamás miraría a otra mujer que no seas tú — intente de convencerla, esperando que detuviera esta locura.

— Y yo también mi amor — me levanto como si fuera un niño con ambos brazos, poniéndome contra la pared —. Por eso te estoy encogiendo ¡Por amor! Una vez que seas mío, todos mis sueños se habrán cumplidos.

No lo había notado hasta ahora, pero la voz de Angie era más aguda, su blanco rostro tenía cierto rubor, se respiración era agitada, el color de sus ojos cambio, ya no eran azules, eran rosas y en su iris tenía dibujado en contorno de una estrella de seis puntas color rojo.

Me dio un beso el cual abarco casi todo mi rostro, para después seguir hablando.

— No sabes lo emocionada que estaba por este día y ahora… seré tu reina — me beso —. Seré tu dueña — me volvió a besar—. Seré tu única y preciosa diosa — Angie estaba en completo éxtasis, sonriendo satisfactoriamente.

No podía negar que ahora Angie se veía más provocativa. El miedo comenzó a mezclarse con un grado de excitación increíble. Angie me dejo en el suelo y yo comencé a correr, despójame de toda mi ropa mientras lo hacía. Ahora estaba completamente desnudo.  Me detuve y vi que por fin pare de menguar, ya estaba completa mi reducción. Voltee y Angie comenzó a caminar hacia mí. Quise volver a escapar, pero tropecé.

— Ahora eres completamente mío — se detuvo frente a mí, para después poner sobre mí su imponente pie blanco — ¿Me amas Octavio? — No respondí, por lo cual Angie comenzó a jugar con mi rostro con su dedo pulgar — Dilo cariño, di cuánto me amas.

Apretó mi rostro con dos de sus dedos, obligándome a abrir la boca y después dejo caer una gota de saliva sobre mí. Toda su saliva me cubrió y cuando dejo de apretar mi rostro, me trague la saliva que entro a mi boca para no ahogarme con ella. Angie movió sus dedos, y la saliva comenzó a ablandar el sudor y suciedad de su pie, mezclándolo y untándolo completamente sobre mí.

— Te amo Angie — respondí para no molestarla más. Angie retiro su pie y me recogió, para después dar brincos de felicidad mientras sonreía triunfante.

— ¡Y yo a ti Octavio! No sabes lo feliz que me hace tenerte entre mis manos mientras me dices eso — Angie comenzó a limpiar la saliva de mi cuerpo con un trapo que saco de su saco. La excitación estaba dominando mi miedo y ella lo noto en seguida, me coloco en la palma de su mano para solo ver la increíble erección que tenía —. Sabía que te encantaría estar así, ¿te parece bien si jugamos pequeñín?

Regresamos a la sala y en la mesa había un frasco, tal vez ella lo trajo de la cocina mientras yo intentaba escapar. Me coloco en el sofá, tomo un control y las luces se volvieron tenues, mientras cambiaban a un color rosa fucsia.

Cuando todo estaba listo, puso música, sonó “I love my Friends” de Foster the People, arrojo el control y comenzó a bailar. Recorriendo sus caderas delicadamente, llevo sus manos hasta el cierre de su falda y lentamente comenzó a abrirlo hasta que su falda cayó al suelo, dejándome ver sus imponentes piernas y su ropa interior bastante provocativa. Llevaba puesto un panty con encaje color rojo.

Llevo ambas manos hasta su cabeza, recogiendo su cabello, cerrando sus ojos mientras giraba, contoneando sus caderas de manera erótica. Mientras giraba, note que su panty tenía un diseño cruzado por la parte trasera, que resaltaba más la sensualidad de su trasero.

Cuando dio la vuelta, soltó su cabello y me miro con esos ojos llenos de deseo. Se quitó los lentes y los comenzó a morder, después los arrojo y me tomo con ambas manos mientras acariciaba mi miembro erecto.

Me dio un apasionado y atrevido beso para después seguir bailando. ¿Acaso tenía miedo hace un momento? No lo recuerdo. Todo esto era demasiado bueno y surrealista para mí. 

Mientras seguía bailando, comenzó a bajarme recorriendo su abdomen. Se detuvo y con movimientos suaves, paso mi cuerpo por toda su panty. Era increíble la sensación de la tela acariciando mí piel y su aroma era provocativo. Me restregaba sensualmente, dándome tiempo para que yo pidiera gozar cada parte por donde pasaba.

Me llevo desde las horillas, pasando por sus caderas, para después ir a sus dos nalgas. Completamente tentado, comencé a pasar mi lengua por su piel.  Angie lo noto y paso a dejarme en medio de sus dos nalgas, ejerciendo presión a cada movimiento que daba al bailar.

Sus nalgas eran increíbles, suaves como pétalos de rosa, calientes como las brasas, cubiertas de un sudor que bañaba por completo mi ahora pequeño cuerpo.  Angie me saco para continuar mi recorrido y finalmente terminar justo al frente, donde su punto más delicado y preciosos estaba humedeciendo la tela de su panty.

No lo soporte más, deje de pensar en que pasaría después y viví el ahora. Puse ambas manos contra su panty y comenzó a frotar lo más lejos que pude.

— Es solo para ti Eduardo, te pertenece al igual como tú me perteneces a mí — dijo Angie al sentir mis caricias.

Seguí frotando hasta que Angie no lo soporto más y me tomo de la cintura con sus dedos pulgar e índice y comenzó a hundir mi cuerpo entero contra su vagina cubierta por su ropa interior, moviéndome de arriba abajo, de un extremo a otro, sumiendo mi rostro y dejándome aspirar la dulce fragancia de su mojada vagina.

Maldije a la tela por estar en medio de todo, así que mordí su panty en un intento desesperado de rasgarla y poder estar en contacto directo con su vagina, pero no lo logre y Angie me aparto.

— No seas desesperado pequeño Octavio, aún tenemos toda la noche — me guiño el ojo y de nuevo me dejo en el sofá.

De nuevo comenzó a bailar y esta vez se quitó el saco, arrojándolo a un lado para después desabotonar su camisa lentamente. Cuando termino, de nuevo me tomo en sus manos.

— Ayúdame a quitarme la camisa dulzura — me llevo a un extremo de su camisa y yo lo sujete, para después con su ayuda, bajarlo y hacerlo lo mismo con el otro extremo, hasta que la camisa cayó al suelo.

Ahora Angie estaba casi desnuda, solo tenía puesto su ropa interior, el cual detonaba todo el erotismo de su increíble cuerpo. Sus pechos relucían de manera increíble, y su blanca piel se teñía del mismo color tenue rosa de las luces, volviéndola aún más provocativa que antes. No aparte la mirada de sus pechos y Angie lo noto.

— Mis pechos te tienen una gran sorpresa — dijo mientras lo hacía rebotar.

Comenzó de frotarme contra su piel, pasando por su ombligo y subiendo hasta sus pechos, donde me coloco en medio de ellos. Sus pechos ahora eran titánicos, cálidos, dulces y con una suavidad que me relajaba.

Siguió bailando y después de eso, me saco de mi par te montañas de goce y me llevo a la altura de sus labios.

— Siempre me pareciste dulce, y ahora, que estas a mi merced, puedo probar tu dulzura pequeñín — dijo mientras mordía sus labios.

Abrió su boca mientras juguetonamente paseaba su lengua por sus labios. Me postro debajo de ella y comenzó a derramar toda su saliva sobre mí, una saliva tibia y completamente viscosa.

En este punto, totalmente a su merced, no sabía si todos mis deseos se volvieron realidad de una manera que jamás llegue a pesar o imaginar. Después de mojar casi todo mi cuerpo, empezó a untar toda su saliva, pasando su lengua por mi pecho, mi espalda, mi rostro y ambos brazos. Me lamia de forma erótica, disfrutando cada parte de mi desnudo cuerpo.   Cuando no pareció ser suficiente, abrió completamente su boca, y como si fuera una niña chupando una paleta, metió la mitad de mi cuerpo en aquella cueva húmeda y comenzó a saborearme. Su lengua era salvaje y sus labios eran juguetones. Mientras me apretaba con todas las paredes de su boca soltaba ligeros gemidos de disfrute. 

— Ahora quiero todo — Dijo, mientras me retiraba de su boca.

Tomo el frasco que estaba en la mesa, lo abrió, y con uno de sus dedos comenzó a sacar algo viscoso y lo comenzó a untar en todo mi cuerpo. Provee un poco y era mermelada de fresa. Angie se acostó en el suelo, boca abajo, extendió ambas manos donde yo estaba a su merced, mirándome mientras pasaba su lengua por ambos labios, saboreándome en su mente. 

— Me encantan las fresas, pero no más que tú

Abrió la boca y comenzó a lamer todo mi cuerpo. Lo hacía delicadamente, tomándose su tiempo en cada lamida, jugueteando cada vez que pasaba por mi rostro, cerrando sus ojos y riendo cada vez que sus labios rosaban por mí pene.

No podía evitarlo, pero mi pene estaba completamente duro, cosa que Angie disfrutaba jugueteando con la punta de su lengua, dándole pequeños besos con sus labios y atrapándolo entre sus dientes sin hacerle daño. 

Justo cuando creí que no podía ser mejor, atrapo mi pene con ambos labios y comenzó a succionarlo, como si de una bebida se tratara, lamiéndolo como una paleta. Yo no me quería correr, pero era casi imposible, su boca era poesía sobre mi miembro, apretaba mis puños y contraje mi cuerpo, pero fue en vano, eyaculé dentro de su gigantesca boca.

Angie paro y comenzó a saborear mi semen mientras chupaba la punta de su dedo índice.

— Muy pronto también tomaras tu lechita cariño — me dejo en el suelo y aflojo su panty y desabrocho su brasier, se acostó boca arriba y me dejo en su estómago — Soy tuya, pero ¿Qué parte de mi deseas más? 

No sabía por dónde empezar, me encantaba poder estar cubierto entre las suaves montañas que eran sus pechos, pero me excitaba estar cubierto por la humedad de su vagina.

— Veo que necesitas ayuda— me tomo en su mano y me dejo frente a su panty —. Comienza ahí dulzura.

Caminé lentamente y comencé a bajar su enorme panty, dejando al descubierto aquella rosada vagina, totalmente caliente y húmeda. Me recosté entre sus labios y los empecé a acariciar, pasando mis dedos por cada rincón, restregando mi rostro como si fuera una almohada y lamiendo su suave textura lubricada. Angie se estaba retorciendo de placer, mordía sus dedos y la intensidad de sus gemidos aumentaba con forme a mis mimos.  

Me moví para quedar justo en medio, ahora cada brazo consentía uno de sus labios y mi rostro se dedicó a la limpiar toda su vagina. Angie no lo soporto y comenzó a hundir mi rostro en ella. Estaba en completo placer, sus gemidos pasaron a ser suplicas que gritaba para que yo la hiciera correrse.

Me soltó y solo me faltaba un lugar por consentir, camine sin dejar de complacerla y ahí estaba, su clítoris, el cual estaba hinchado y en su respectivo lugar. Me sorprendí al ver que aún era virgen.

Con mis dos manos comencé acariciando los laterales de su clítoris, suavemente, pues no quería que el placer terminara rápido para Angie, después lo masaje de forma circular y comencé a moverlo, dando ligeros empujones con mi rostro mientras pasaba mi lengua sobre él.

Su vagina se estaba humedeciendo más y más, y yo estaba cubriéndome de tal pasión. Angie estaba indefensa, ya no se movía, perdida entre todo el placer, disfrutando y gimiendo con suavidad, ahora estaba completamente a mi merced.

Estaba en su punto, completamente en celo, la tome por sorpresa y comencé a lamer su clítoris con tal velocidad que Angie volvió de nuevo a la vida, suspiro como nunca y me apretó contra su vagina, suplicándome que terminara. Yo seguí hasta que un mar de fluidos color blanquecino y espeso emano como un geiser, bañándome por completo. Angie grito mi nombre con tal pasión mientras su flujo no dejaba de brotar y escurrir por toda su delicada piel.

No pude resistirme a tomar un sorbo de aquel lechoso líquido que aún quedaba entre sus labios. Lo saboree y me supo a lo mejor que pudiera haber tomado.

Me retire de su vagina y camine hasta su estómago de nuevo, salte al suelo, pero Angie me atrapo, y me coloco frente a sus pechos.

— Aun… Aun te falta… que termines…— dijo jadeante, mientras suspiraba profundamente.

Me coloco de nuevo frente a sus pechos y me dio la orden

— Reclama tu sorpresa — dijo con una voz hipnótica. 

Camine y por cada paso que daba, ella parecía disfrutarlo, apretando sus manos contra el suelo. Tomé un extremo del brasier y lo desprendí de sus pechos.

Sin su brasier cubriéndolos, sus pechos eran más enormes de lo que imaginaba, estaban completamente sudados y sus pezones estaban rectos. Intente escalar por ellos, pero el sudor hacía que me resbalara, con mucho esfuerzo llegue a su pecho izquierdo y comencé a sobar su pezón. 

Dando giros lentos, los acaricié, para extenderme por todo su alrededor poco a poco, después comencé a lamer detenidamente, saboreando de arriba abajo, sin entrar en la desesperación.

Angie de nuevo estaba a mi merced, mirándome felizmente mientras sus manos recorrían los contornos de sus caderas, mordiendo sus labios, disfrutando lentamente de placer. Yo seguí lamiendo hasta que algo me tomo por sorpresa, sus pechos comenzaron a lactar.

Borbotando como si fuera una fuga de agua en el suelo, la leche comenzó a emerger de sus pezones, escurriendo y dejando diferentes caminos blancos por ambos pechos.

— Esta es tu sorpresa, o es que ¿no te gustaría sabes cómo sabe mi lechita? — acerco uno de sus dedos para bajar mi rostro, invitándome a beber la fuente de leche.

Abrasé su pezón y con mucha desesperación comencé a beber toda la leche que emanaba. Su leche sabia dulce, estaba tibia, era ligeramente cremosa, deliciosa y disfrutable de pasar.

— ¿Te gusto Octavio? — dijo temblando.

— Me encanta Angie — no podía dejar de beber.

Me detuve para tomar un respiro, pero resbalé con toda la leche que estaba escurriendo, cayendo justamente entre sus pechos. Intente salir, pero me resultaba imposible.

Angie noto mi pequeño aprieto y tomo ventaja de ello, con ambos pechos lentamente me comenzó a apretar una y otra vez. Era increíble, mi pene se sumía en su carne, la leche no dejaba de salir y la suavidad de su piel se combinó con la calidez de su leche, haciendo una combinación perfecta. Angie aumento el ritmo de sus movimientos a cada momento. Las caricias, los estrujes, el sabor, el calor, todo se combinó y se liberó en una corrida de mí parte.

Ambos aviamos terminado, nuestra ropa estaba regada por toda la sala, desnudos y completamente exhaustos no podíamos continuar. Nuca me entere cuando la música dejo de sonar. Lo último que Angie hizo, fue dejarme encima de su vagina, cubriéndome con ambas manos para después caer completamente dormida. Volví a acariciar los labios de su vagina, pero no tarde mucho en caer dormido igualmente, cerré mis ojos y dormí como nunca.

Ya era de mañana, desperté y me encontraba envuelto por la panty que estaba usando anoche Angie. Mire alrededor, pero ella no estaba. Me levanté y comencé a recordar la increíble noche que había pasado.

—¿Cómo te encuentras Octavio? — Angie salió de detrás. Se estaba secando su cabello mientras caminaba donde estaba.

— Bien, supongo… — ahora mismo no sabía si debía de temer o disfrutar.

— Veo que ya no me temes — Angie se sentó en el sofá —. Quiero que entiendas mi amor que jamás te aria daño. Eres mío ahora, pero pensé que podía ser muy egoísta de mi parte solo reclamarte, así que… — de sus pechos saco un pequeño frasco que tenía un líquido color azul —. Si tomas la poción, volverás a tu tamaño normal, así que… ¿Qué decides? — puso el frasco al borde de la mesa.

Supongo que, a estas alturas, era claro lo que tenía que hacer. Me acerqué al frasco y abrí la tapa. Angie me observo y en sus ojos podía ver cierta decepción.

—Sabía que era imposible que fueras para mí, pero, fue increíble todo lo… — dejo de hablar al verme tirar la poción de la mesa. El frasco callo, rompiéndose en miles de pedazos.

— Yo tampoco dejare que nadie más te tenga Angie. Eres mi reina, mi dueña, mi única y preciosa diosa, mi diosa Angie — bajé de la mesa y comencé a besar sus pies. 

Angie me tomo con ambas manos y comenzó a saltar de nuevo de alegría, mientras celebraba, me ataco con un sinfín de besos y cariños.   

— ¿Soy tu reina? — sus ojos brillaban con cierta ilusión.

— ¡Sí!

—¿Soy tu dueña? — sus palabras eran sumamente alegres.

—¡Sí!

—¿Soy tu única y preciosa diosa? — no podía ser de otra forma, pensé.

— Así es mi diosa.

Angie celebro más tras todas mis respuestas y sin perder tiempo, comenzamos a planear nuestro futuro.

Mi desaparición no pasó desapercibida y por un buen rato mis padres me buscaron, pero jamás me encontraron. Nos quedamos en Rachelton medio año esperando para no levantara ninguna sospecha. Después de eso, Angie encontró otro lugar donde podríamos vivir juntos y tranquilos.

Hoy era el día de decir adiós, Angie me tenía entre sus pechos y estábamos listos para partir. Ella dejo una carta en la entrada de mi casa, en ella le explico a mis padres que no hay nada por lo cual tenían que preocuparse, que me encontraba en buenas manos (literalmente) y que vivía mis días de una forma que jamás hubiera imaginado.

—Todo está listo Octavio, ¿Dónde te gustaría viajar? — Angie me saco de sus pechos y espero mi respuesta.

— Si estoy en tus pechos, alguien podría verme, si voy en tu bolso me sentiré muy solo, si voy en tu… bueno, no creo que sea momento para eso, así que, ¿Qué te parece dentro de uno de tus zapatos?  — dije sonriendo.

— ¡Claro! Pero ¿Cómo se piden las cosas cariño? — Angie hizo un ligero puchero.

— Mi diosa, ¿Puedo viajar dentro de sus zapatos? — dije mientras hacia una reverencia.

— Por supuesto — dijo melódicamente.

Angie me dejo en el suelo, saco su pie de la zapatilla.  Me acerqué y comencé a besar su pie, después me tomo entre sus dedos, colocándome gentilmente dentro de su calzado.

— Por hoy y para siempre… mi sueño de que seas solo mío se cumplió — Angie comenzó a meter su pie después de decir eso. Yo me acomodé debajo de sus dedos y les di un ligero beso indicando que estaba listo.

Angie comenzó a caminar y así, mi nueva vida empezó, al lado de mi gigantesca vecina.

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