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Tuve que seguir viendo, cada vez más asustado ya que era a ese monstruo al que mi Rachel debía derrotar, y no es lindo lo que le pasa a quienes tratan de siquiera acercarse a tratar de hacer eso.

 

Habían pasado 6 meses desde el incidente del coliseo. Rebecca regía sentada en un gigantesco trono hecho de Oro en el centro del viejo Londres, ahora renombrada como La Divina Capital. A su alrededor se erigía una ciudad brillante 4 veces más grande de lo que era Londres, habían edificios, casas, centros comerciales, todos cromados de principio a fin, parecía una visión del futuro en nuestra realidad. La ciudad albergaba cerca de 30 millones de habitantes, gente de todo el mundo llegó a La Divina Capital para ver con sus propios ojos esta nueva metrópolis cuyo apabullante brillo sólo era superado por el que irradiaba la Diosa Rebecca.

 

Ella edificó en apenas segundos toda la ciudad para que fuera la meca de sus feligreses y hogar de sus más leales sirvientes, todos eran bienvenidos a La Divina Capital, ella se aseguró de que (más por comodidad que por necesidad) todo aquel que entrara en sus límites se entendieran a pesar de hablar idiomas distintos, un control mental más que bienvenido decía ella. Quien entrara tendría la vida resuelta, tiempo libre de sobra y una gran calidad de vida, y la única condición para entrar era obedecer incondicionalmente a Rebecca, cada ciudadano mayor de 15 años que ingresara debía trabajar sólo 6 horas al día para complacerla, ya sea creando sus masivos alimentos en los más que equipados giga-restaurantes, limpiando el trono cuando Rebecca iba al adoratorio (y terminar antes de que regrese y se siente, ella no se hacía responsable de aplastar con su masivo culo a los incautos que tardaran de más en cumplir su labor), y desde luego trabajar en el adoratorio.

 

Según decían este sitio era el lugar más cercano al paraíso en la tierra, un domo de cristal enorme en el centro de la ciudad, con pantallas reflejantes en el exterior que permitían ver con lujo de detalle lo que sucedía, así como un circuito abierto de TV donde todos a través de cualquier dispositivo electrónico podían ver sesiones en vivo desde el adoratorio o las mejores repeticiones ordenadas por fecha. Sobra decir lo que ocurría en el adoratorio más que el tiempo que pasaba Rebecca adentro.

 

Su rutina consistía en despertar en sus aposentos ubicados en una habitación cerrada al fondo de la cúpula, y cuando salía solía medir 20 metros, altura que usaba con mayor frecuencia dentro del adoratorio, donde pasa sus primeras 2 horas del día. Luego de salir crecía a los 50 metros y procedía sentarse en su trono, donde decenas de peregrinos se formaban en una fila enorme a sus pies con el fin de tener una audiencia de un minuto con ella, una que no podían desperdiciar ya que sería la única que tendrían al menos en 1 año, si es que en ese entonces ella se dignaba en responder. Las peticiones iban desde curar alguna enfermedad (propia o de algún familiar), destruir a un enemigo, obtener un poco de fortuna o cosas así, y ya dependía de ella si era justo o no concederle su deseo al peregrino. Esto me sorprendió en un principio ya que pensaba en Rebecca como una chica perversa hasta la médula, pero al parecer solo lo era hasta el hueso, se tomaba en serio su rol como gobernante del mundo y Diosa suprema, y al parecer si quería mejorar el mundo, aunque sea en su retorcida manera; pero desde luego seguía siendo Rebecca y cuando veía que la petición superaba un poco lo razonable, siempre pedía algo a cambio, normalmente sumarse de entre 1 año a de por vida al adoratorio, al cual luego de 2 horas atendiendo peticiones era momento de regresar otro par de horas. Esa era Rebecca, alguien que le haría bien al planeta sólo si este le devuelve algo a cambio, y ya que pasaba más de la mitad del día en el adoratorio no era algo difícil de creer.

 

Luego era hora de comer, ella desde luego como Diosa no lo necesitaba, pero como sus seguidores no lo sabían ella aprovechaba de darse un banquete cada día durante una hora. En aquellos festines había de todo, filetes, ensaladas, pizzas, emparedados, estofados, sushi, licores de todo tipo y desde luego todos los alimentos estaban hechos a escala de la Rebecca de 20 metros, quien comía en una zona reservada en el adoratorio para dicho fin. No le diría comedor ya que cumplía varias funciones, era una mesa circular enorme con sólo una silla en frente, la de Rebecca, y cuando ella se sentaba más le valía a los cocineros tener todo listo y servido, ya que de lo contrario ocurría “la hambruna”.

 

Esto era llamado así ya que a esa misma hora TODOS los habitantes de la cuidad estaban invitados a degustar esos manjares junto a su Diosa, o más bien debajo de la mesa alrededor de sus pies. Aquí había una zona igual de amplia que la mesa donde se colocaba la mitad de la comida en proporción a la que Rebecca tenía en la mesa, pero a cambio de recibir toda esa comida gratuitamente cada comensal debía compensarlo con algo que le diera placer a la Diosa, y es que ella luego de entrar a la zona reservada pisoteaba todos los alimentos del suelo antes de sentarse, así que todos debía comer ese aplastado festín. Para colmo en esos banquetes casi siempre se acababa la comida de los ciudadanos poco antes de que Rebecca terminara la suya, por lo que si no querían quedar con hambre habían 2 opciones: La primera era esperar a que Rebecca arrojara algo de comida de la mesa hacía abajo, cosa que pasaba un par de veces más o menos cada día, ya sea sin querer o adrede, y la segunda opción era acercarse a sus pies y lamer los restos de comida que estaban en ellos, algo que Rebecca amaba, ya que sus pequeños ciudadanos se habían sometido a tal punto que comían directamente de sus pies, lamiendo cada pedazo de comida hasta dejarlos limpios otra vez, un ganar-ganar.

 

Sabiendo esto es fácil deducir que era “la hambruna”, ya que si un día no llegaba a tiempo la comida, el pueblo no comía y a Diosa tendría que esperar unos minutos más por lo suyo, los cocineros tenían que ser puntuales a posta, ya que no solo se ganarían el repudio de la ciudad entera, sino que les aguardaba un destino atroz a todos quienes provocaran “la hambruna”. Dicho destino era el ser marcados como HEREJES, quienes no adoraban tanto a la Diosa como para obedecerla a toda costa, o quienes tenían la osadía por otros medios de insultar a su deidad, y a todos los HEREJES les aguardaba un final que al mismísimo Stephen King le darían pesadillas, la Ceremonia de Inquisición, pero no es el momento de tratar eso todavía.

 

Luego del banquete Rebecca reposaba otro par de horas en el adoratorio a la espera de sentarse en su trono nuevamente para escuchar por segunda vez en el día las peticiones de sus feligreses, ya que si no lo hacía así la ya larga fila de gente peregrinando hacia ella se haría siempre más larga, en lugar de mantenerse estable como era preferible, aparte de no ser tan tedioso ya que luego les tocaban sus ya típicas sesiones de 2 horas en el adoratorio. Luego era el turno de una última labor oficial antes de acabar el día, y es que Rebecca se juntaba en un edificio especial al borde oeste de la ciudad con El Consejo Divino, un grupo de políticos de todo el mundo encargados por ella quienes velaban porque la ley y la fe se cumpliera en la ciudad y en el mundo entero, a la par de presentarle los problemas globales y desarrollar posibles soluciones. Poco se sabe de estas reuniones pero si es cierto que han sido capaces de arreglar mucho caos en el planeta, como el terrorismo y el hambre. Ya en la noche luego de esas 6 horas de trabajo distribuidas en todo el día, la Diosa regresaba al adoratorio, donde pasaba el resto de la noche en sesiones de alrededor de 4 horas antes de ir a dormir, para despertar y repetirlo al día siguiente.

 

Aun así no me dejó de sorprender lo que vi en el adoratorio, obviamente era un lugar donde se adoraba a la Diosa Rebecca, la cual en su rutina de 19 horas pasaba 12 dentro de ese sitio divino, pero más que una iglesia el lugar parecía un SPA enorme, lleno de salas equipadas para cada tipo de actividad de adoración y relajación que a Rebecca se le antojara. También había una gran ala dentro del adoratorio que fungía de SPA para los residentes de La Divina Capital, pero para poder acceder a ella debían también trabajar en el adoratorio para su Diosa.

 

Entre las salas más frecuentes se encontraba El Baño, lugar cuyo nombre ejemplifica muy bien su objetivo, más no el proceso. La Diosa solía ir a esa sala en su primera sesión dentro del adoratorio y solía abarcar casi las 2 horas completas, era una tina enorme adaptada para el tamaño estándar de Rebecca, aunque si dejaba bastante espacio dentro para que pudiera moverse con mucha libertad y hasta nadar un poco. Alrededor de la tina había puestos con cientos de personas que parecían bichos a su lado, los cuales usaban lentes de agua y enjabonaban en extremo todo su cuerpo, y desnudos y enjabonados debían lavar cada parte del cuerpo de Rebecca, turnando lugares mientras ella se daba vuelta al terminar. Sus senos, sus pies, sus piernas, sus brazos, sus axilas, su culo, su cara, su estómago, hasta su ano y vagina tenían un momento para ser lavados (aunque de eso se encargaba el equipo de buzos), y desde luego había todo un escuadrón encargado de lavar su rojo cabello.

 

Otra sala popular era la Sala de Masajes, donde muy a la usanza de la anterior, cientos de personas se juntaban para masajear a la Diosa, pero eso sí, en una sola parte del cuerpo a la vez, ya que así el masaje sí que lo sentía, al tener a cientos de persona trabajando en él. A veces aprovechaba de insultar un poco a los masajistas si no hacían un trabajo a la medida, pero es obvio que lo hacía simplemente porque quería.

 

Una sala favorita personal de Rebecca era la Humilladora, donde podía sentirse más plenamente como una diosa arriba de los demás y con el mundo a sus pies, y en esa sala eso último era literal. Había una piscina de unos 3 metros de profundidad donde estaban apretadas miles de personas, a cada lado o una encima de otra, para luego que llegara la Diosa y luego e unas cuantas frases de dominación pusiera sus pies sobre todos y empezara un paseo, a la par que se burlaba. Pensaba que de milagro esa gente no moría aplastada como la del coliseo, pero parece que esa tina de alguna forma mágica que no pude comprender soportaba buena parte de la carga de los pequeños, quienes solo sentían una presión apenas soportable, pero con un olor perpetuo a pies y una humillación generalizada en lo que acababa el recreo de Rebecca.

 

Había decenas de otras salas cada una más rebuscada y “suculenta” que la anterior, pero la que por último llamó poderosamente mi atención fue una llamada simplemente Ese Cuarto. Era una simple habitación lujosa del tamaño de la diosa, con una gran cama en medio,  en ella llamaba a los típicos cientos de encargados a, adivinaron, tener sexo. Tendida en la cama, Rebecca tenía a cientos de personas a la ves lamiéndole la vagina, retorciéndose dentro de ella, mientras se tocaba, lamiéndole las tetas, chupándole los pies, metiéndose en su ano, y todo ocurría simultáneamente, y debido a su tamaño las sesiones de sexo de Rebecca duraban bastante más de lo normal. Esta era la única sala donde sólo podían entrar voluntarios, ya que era la única peligrosa para los peques, más de uno terminada ahogado en fluidos vaginales, aplastado por las contracciones de su vagina o su ano, o pisotead en la cama sin querer. Esta sala me llamó la atención tanto por 2 cosas, la primera porque me demostraba nuevamente que Rebecca no era una Diosa, disfrutaba tanto de los placeres de la carne como cualquiera de nosotros, a pesar de su colosal tamaño, y la segunda es porque… Bueno… Fue la antesala del hecho que hizo que me diera cuenta de que pasaba con los infieles que no creían en ella, la antesala a la Ceremonia de Inquisición.

 

Era domingo por la tarde, Rebecca estaba teniendo sexo con cientos otra vez, todos esforzándose por satisfacer a la enorme Diosa, cuando de repente una explosión tumbó la puerta de par en par. De pronto Rebecca vio entrar a un pequeño escuadrón quien quiso detonar una bomba nuclear que traían en un camión para deshacerse de ella, antes pudo detenerlas habiéndolas visto pero un atentado sorpresa debería ser más eficaz para destruirla. La bomba estalló por una fracción de segundo, pero la explosión paró en seco cuando Rebecca la detuvo. Vio como el adoratorio estaba casi en ruinas por el ataque, eso era lo de menos, podía repararlo en segundos con magia, pero no podía revivir a las miles de personas que murieron ese día, miles de adoradores que trabajaban allí para complacerla diariamente, y al ser detenidos los responsables se les tenía que dar la peor pena posible en la Ceremonia de Inquisición.

 

Al atardecer del día siguiente Rebecca empezó la ceremonia sentada en su trono, con los brazos apoyados en los respaldares, en la mano izquierda sostenía una enorme botella de whisky destilado para la ocasión, pero en la derecha tenía un toldo que fungía como pañuelo que le tapaba la mano derecha, y luego frente a miles aglomerados a sus pies y todo el mundo viéndola en TV e Internet, habló.

 

- Mis hijas e hijos. Hoy lamento las pérdidas humanas que ocurrieron el día de ayer en el adoratorio, buenos hombres y mujeres murieron a causa de estos HEREJES.

 

Rebecca levantó el toldo y dejó ver una copa vacía de whisky pero no de gente, decenas estaban dentro, todos los responsables del atentado junto con algunos chefs impuntuales causantes de “la hambruna” de esa semana.

 

- Pueden ver sus nombres en los medios, pero hoy no los nombraré a ellos ni a sus vidas, hoy ejecutaré la mayor sentencia en la Ceremonia de Inquisición, y a diferencia de la ejecución masiva de criminales a inicios de mi reinado, hoy les advierto que lo que verán no será agradable.

 

Acto seguido llenó la copa con whisky obligando a los criminales a nadar hacia arriba, era obvio lo que pasaría, pero a pesar de las advertencias miré hasta el final.

 

- Esto va por las víctimas, a su memoria.

 

Rebecca inclinó la copa hacia sus labios, los iba a beber. Todos nadaron en sentido contrario obviamente sin suerte, ya que con forme el nivel de licor en la copa descendía, también lo hacían los hombres cayendo en su boca luego de atravesar sus labios, y no tomo mucho para que se deslizaran por su garganta, y por desgracia era fue la parte agradable. Luego de tragarlos a todos la Diosa tomó una pastilla que tenía entre los senos con el poco whisky que quedaba, pastilla que se disolvió al atravesar su esófago revelando ser un Dron encapsulado que transmitía todo. El Dron estaba equipado con una iluminación increíblemente potente, a la par de liberar varias bengalas para que todo se viera bien, y así fue, todo el mundo vio bien como los criminales en sus jugos gástricos estaban siendo derretidos hasta los huesos y más allá, una visión que deja en pañales a las horribles muertes de The Blob.

 

Luego de aquel espectáculo dantesco Rebecca puso mucha seguridad fuera y dentro del adoratorio restaurado y de las otras áreas importantes de la Divina Capital, sobra decir que nunca hubo otro atentado hacia su persona, y si había otra ceremonia de Inquisición era más pequeña y sólo con algunos chefs retrasados y uno que otro alborotador, y desde luego ninguna superó visualmente el horror de la primera.

 

Esto fue lo último que pude ver del mundo que Rebecca había creado, y lo hice con un celular en un avión camino al aeropuerto a las afueras de la Divina Capital, ya que mi Rachel estaba lista para su misión. Justo en ese momento ella me tocó el hombro y dijo: Ya llegamos.

 

La vi a los ojos, si estaba algo nerviosa pero segura de sí misma luego de semanas de entrenamiento, aunque noté que se entristecía al ver la expresión en mi rostro y luego ver en mi celular lo que veía, sabía que estaba preocupado por ella, pero era más que eso, estaba aterrado de que ese pudiera ser mi último día con ella…

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