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Fue duro. Antes de darnos cuenta de que nadie vendría por nosotros, Rachel y yo no nos despegábamos de las noticias, siguiendo cada segundo de Rebecca en su ascenso al poder como la Diosa del nuevo mundo.

 

- Este es mi primer mandamiento como su Diosa, quiero que todos los países de este mundo que ahora se quedaron sin líderes me declaren a mí como su máxima autoridad, de la forma que sea, tienen 10 minutos para hacerlo.

 

De los 194 países que había en ese momento, 193 ya se habían rendido en los primeros 5 minutos, ya que fuera de todo el odio y la corrupción, si todos los países querían algo en común era seguir existiendo, no morir, y menos por una bella giganta como ella. Sólo hubo un país que se reusó a sucumbir ante la amenaza de Rebecca y a no aceptarla como su Diosa: Ciudad del Vaticano.

 

De manera limítrofe estaba en Italia, pero en si era una nación en sí misma, y de las más antiguas, pero eso no apaciguó la ira de la Diosa al acabarse el tiempo.

 

- Valla, luego de lo que ya hice yo me esperaba una total rendición mundial, pero parece que millones aun no entienden que la Diosa aquí soy yo. Gente del mundo, escuchen, si alguno osa desafiarme, no duden que no solo será su fin, sino de todos los cercanos a ustedes. O me adoran o los destruyo.

 

Acto seguido hizo algo impensable, cosa que a estas alturas no debería sorprender pero que dejó a todo el planeta en shock, y es que encogió a toda Italia y la transportó a la palma de su mano.

 

- Me quedé con hambre, veamos si millones de italianos pueden quitármela.

 

Nuevamente Rebecca abrió su boca y lentamente acercó a todo el país a sus enormes fauces lentamente, engulléndolo como si de una papa frita se tratara, y crujía como tal.

 

- Mmm… Delicioso… ¡Y efectivo!

 

Vio que la multitud a su alrededor se ponía de rodillas y empezaba a alabarla como a una verdadera deidad venida de los cielos, ya que ellos ignoraban (a diferencia de mí) que en realidad provenía del más profundo infierno.

 

Lo que vino después fue colosal, durante varios minutos Rebecca empezó a conjurar un hechizo de múltiples colores y la tierra se movió, resulta que estaba unificando los continentes, volvió al mundo como era antes, Pangea.

 

Luego de eso dio unos últimos decretos iniciales, dijo que quería que le construyeran un trono y un palacio en las ruinas de Londres, para que fuera la base del nuevo orden mundial. Al finalizar las obras se sentó y dijo que todo seguiría tal y como siempre había sido, pero que ella mandaría a todos los países, que debían regirse a sus órdenes y a cambio ella los ayudaría prosperar como buena Diosa, cosa que vimos al primer mes. Ella pidió que todos los criminales en todas las prisiones del mundo le fueran entregadas como ofrenda el ultimo día de cada mes, para que pudiera ejecutarlos como más le apeteciera, así limpiaría definitivamente al mundo del mal y los malos se lo pensarían 2 veces antes de atacar a los inocentes, y en efecto durante ese primer año el crimen se erradicó por completo.

 

En cuanto a nosotros, Rachel dejó de ver las noticias un par de meses después, no había señal de Vicky o Alexis, por lo que dio por seguro que nunca volverían. Ella en serio no concebía la idea de que el mundo cambió para siempre, que Rebecca ahora lo gobernaba, que se había quedado prácticamente sin poderes, sin amigas, sola en esa casa por el resto de su vida. Fue entonces donde se desplomó, una noche desperté y la vi llorando en su cama, por lo que corrí, subí la gran sábana que se extendía hasta el suelo y me paré frente a su enorme rostro empapado en lágrimas.

 

- Tu eres mi Diosa, Rachel, el resto del mundo no me importa, no los amo a ellos, te amo a ti.

- Gera…

 

Abracé su rostro con todo mi amor, no quería verla sufrir.

 

- Yo… También te amo, pequeño.

 

Entonces Rachel y yo acordamos nunca más preocuparnos del mundo exterior. Rachel se cortó el cabello, teniendo un corte parecido al de Kimberly de la película de Power Rangers de 2017, pero ni la mismísima Naomi Scott se comparaba a su belleza, y empezamos una nueva vida dentro de nuestra casa. Rachel al final del día era millonaria por el lado de sus padres así que comprar comida y suministros nunca será problema, no tenía que trabajar y estaba todo el día conmigo, yo la servía como mi única Diosa y ella lo disfrutaba y me daba su amor, y así como si nada pasaron 10 años.

 

Era 2028, yo tenía 31 y Rachel apenas 2 años menos. Desde que tenía 20 que he sido un reducido a sus pies, y de hecho ya casi no recuerdo mi vida antes de ello, ni me importa. No dejé de llamar  Diosa a Rachel, pero ella ya no me decía esclavo, me llamaba Gera, yo la amaba y ella a mí, y ya no era para nada antipática como al principio, ni siquiera con tantos aires de superioridad, éramos casi una pareja que vivía feliz lejos de todo el mal del mundo.

 

No volvimos a prender la televisión nunca, jamás supimos como siguió el mundo con Rebecca como su Diosa, bueno… hasta ese día.

 

Yo me encontraba besando los hermosos pies de Rachel, una de las cosas que más amaba hacer, con tanto tiempo en ello ya hasta me gustaba, sobre todo porque era lo que más veía de Rachel al ser tan pequeño al nivel del suelo. Ella no reservaba su disfrute, y yo no me contenía en mis besos a su suave piel, tocaría un masaje más tarde pero por desgracia fuimos interrumpidos, por primera vez en 10 años, ya que alguien tocó a la puerta.

 

- No puede ser…

- Que hacemos Diosa.

 

Seguían tocando insistentemente, pero no abrían ni tumbaban la puerta.

 

- Ven conmigo, escóndete.

 

Entonces Rachel me agarró y me puso profundo en su escote, apenas veía algo del frente, pero lo suficiente para saber que mi Diosa se acercaba a la puerta, no sin antes tomar un cuchillo de la cocina y cargarlo con una débil magia roja, después de todo casi no tenía poderes.

 

- ¿Quién eres? No atendemos a nadie aquí. –Dijo Rachel frente a la puerta cerrada.

- ¿Ni siquiera a una vieja amiga?

 

Esa voz era inconfundible, a pesar de todos estos años.

 

- ¡¿Vicky?!... Estás sola.

 

- Sí, ábreme por favor, tengo que hablar contigo.

 

Mirándome extrañada, para ver también mi reacción y constatar que estaba tan sorprendido como ella, Rachel abrió la puerta, y vimos a Vicky. Era más alta de lo que la recordábamos, con el pelo más largo y algo más rojo en lo castaño que era, y tenía una cicatriz atravesando su cornea.

 

- Rachel, hola… Lo siento por no volver, pero por favor… Necesito tu ayuda…

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