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Capítulo 3

Mark Astin, 24 años

La prisión no me parece algo tan malo como los demás piensan. Los veo tristes, enojados, humillados, todos transmiten lo mismo, pero no creo que yo transmita el mismo sentimiento. A veces me preguntan cómo puedo tener una actitud positiva con respecto a esta situación, pero jamás les digo la verdad, porque la verdad, para ellos, sería una incomprensible locura. Mi secreto es que estoy dispuesto a morir, pero no se trata de una idea suicida que se ha implantado en mi mente, sino, que estoy dispuesto a morir aquí porque no veo una mejor manera de hacerlo, que morir estando a la deriva de su voluntad.  Si ella decide que tengo que morir, lo enfrentaré con gusto, entregándole todo poder sobre mí y mi vida a ella. 
Gracias a mi actitud me he ganado algunas enemistades en esta caja de hámster, es una especie de mezcla entre celos y repulsión, porque piensan que lo disfruto, como si no lo hiciera.


Esa noche, a Carl se le ocurrió un plan para escapar de la prisión. En la planta inferior no hay paredes, solo barras, como una celda, pero dos de éstas parecen estar debilitadas y oxidadas y se podrían romper con facilidad. Una vez rotas, tres personas saldrán a explorar ese territorio, pero lo más probable es que no haya ningún peligro. Cuando regresen, los estaremos esperando para irnos de aquí hacia la libertad, ahí es donde entro yo. No quiero que esta bella fantasía llegue a su fin, si la gente que odio escapa entonces serán felices, encontrarán a sus dueñas o dueños y no regresarán jamás, y eso no lo puedo permitir pero no se me ha ocurrido ninguna manera de detener esto, tendría que esperar a que algo surja. Y cuánta suerte la mía,  al día siguiente La Reina decidió sacarme de la prisión con su celestial mano, a mí y a Heath. 
Mientras ella nos tenía a mí y a Heath colocados en la palma de su mano, él me susurraba “Mantente tranquilo y no sospechará nada”, con respecto al plan, y ahí fue cuando se me ocurrió el más brillante plan que he pensado en mucho tiempo. 
- De acuerdo – le dije. 
La Reina solo nos miraba desde arriba con su potente vista, una reina viendo a sus súbditos.
- Bien, niños, aquí hay uno de ustedes dos que en verdad me satisface – obviamente estaba hablando de mí – eso significa que uno de ustedes dos va a morir, y el otro vivirá para verlo. También significa que están atrapados y que no se podrán salvar, así que el que no me satisface completamente tendrá que hacer un buen trabajo – Heath me miró muy nervioso. 
Nos encerró un su puño y pensé en lo fuerte que ella es, es increíblemente fuerte. Estar encerrado aquí debe ser uno de los mejores privilegios que existen, pegado a su suave piel y poder contemplar sus perfectas uñas, esto podría ser el cielo.


- ¡Mark! - me gritó Heath, completamente aterrado - No, por favor, no - volvió a exlcamar mientras La Reina posaba sus prominentes dedos por encima de él. Ella titubeaba con éstos y se divertía mientras veía a Heath perplejo hipnotizado por el movimiento de su mano - ¡No! - gritó una última vez antes de que lo tomara por el torso. Lo alzó, le desnudó totalmente mientras se resistía y lo acercó a su boca. 
- Les dije, pequeños, que el que no me satisfaciera me iba a compensar con su vida - La Reina dijo con la mirada clavada en Heath de una manera perversa. Lo acercó un poco más y de su boca se deslizaba lentamente su increíble lengua y lamió a Heath suavemente de abajo hacia arriba. Gimió un par de veces. 
Creí que su destino era claro pero sucedió algo que ninguno de los dos esperaba. Encerró a Heath en su mano y a mí me tomó con la otra. La escuché caminar y no podía hacer otra cosa más que preguntarme qué iba a hacer. Cuando abrió su mano, rápidamente la luz me cegaba y cuando mi vista se despejó la noté sentada mirando un plato, colocó su mano derecha encima de éste y dejó caer a Heath.
- Delicioso - La Reina comentó aún mirando a Heath pero con una mirada más perversa. Tomó el tenedor y el cuchillo que estaban a los lados del plato y los acercó al cuerpo de Heath. 
Solo alcancé a oír sus últimas plegarias y gritos, pues La Reina había atravesado su cuerpo con un tenedor y sin el mínimo sentido de misericordia, rebanó a Heath en dos. El asco invadió mi boca salvajemente, de solo imaginarmelo desangrándose con los intestinos afuera. Aún habiendo hecho esto, La Reina no tuvo la menor consideración con él, pues le dio el cadáver a su gato. 
Estaba tieso, temblaba pero no podía moverme "Esto es lo que se siente" pensé, cada vez que alguien regresa a la prisión con una cara blanca y tiesa. De todas las personas que me odiaba de la prisión tenía que ser Heath, él me caía bien, a penas hace diez minutos nos sacaron de la prisión pero ahora él está muy lejos de regresar. 
- Qué satisfactorio - suavemente dijo. 
Me tumbé en la mesa y me arrodillé. 
- ¿A qué viene eso, basura? - me agarró en su mano y me colocó en su palma frente a su rostro -, responde. 
- L... le... le am... le amo, su majestad - temblé de miedo y de excitación, pero era cierto. 
- ¿De verdad? - rió y gimió gravemente - ¿qué amas de mí, esclavo? 
- Su poder y su fuerza - le comenté aún aterrado. 
- Qué bien. 
Me colocó en el suelo junto a sus divinos pies, y no tuve mayor control y corrí a abrazar su dedo gordo, besaba cada parte de la punta de su dedo. Ella se cruzó de piernas y alcancé a ver su pie pasar por encima de mí, y observe su enorme planta, era tan hermosa. 
Era un movimiento tan glorioso, simplemente ver cómo alzaba tal belleza lentamente. ¡Monumental! Esa sería la palabra para tratar de describirlo. Un movimiento tan sutil pero a la vez tan poderoso. Sería solo un acto que pasaría desapercibido ante los ojos de cualquier persona de tamaño habitual, pero a esta altura, a mi tamaño, parecía la acción que únicamente una diosa pudiese realizar, que al ver, uno se da cuenta de cuán pequeño es, de en dónde es su lugar. Solo con compararme con uno de sus dedos sería insultarla a ella, a mi reina, ahora ¡imaginen compararme con su tacón entero! Lo pequeños que debemos ser para ella, lo vulnerables y controlables, mirando arriba lo mejor que veo es la asombrosa altura de su precioso pie, pero aún quedan sus piernas, que son dos enormes montes olimpo, imposibles de escalar, y debajo de todo eso, como se supone, estoy yo, la macha en la suela de sus tacones, el pedazo de polvo entre sus uñas, el vulnerable esclavo atrapado en su belleza. 
- Es hora de irse - dijo satisfecha. Creo que podría ser un comienzo especial, no quería volver a la prisión donde estaría aislado de ella, yo quería estar con mi reina, así que mi plan comenzó. Golpeé gentilmente su mano para llamar su atención. Ella la abrió y me vio desconcertada - Tengo algo que decirle. 

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