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Story Notes:

Comencé a escribir esta historia en el foro macrofílico "Mujeres Gigantes" en verano y por culpa del estudio no he podido llegar a una conclusión, pero ahora que entré en vacaciones podré continuarla. 

Esta historia contiene material no apto para gente sensible, contiene violencia, lesbianismo y escenas fuertes.

Author's Chapter Notes:

Éste es solo el comienzo de la historia, pronto incorporaré las categorias que señalé. Espero que disfruten esta introducción.

Capítulo 1
Paul Marx, 23 años

- Tú y yo somos completamente capaces de escapar, y lo sabes – le dije a Sarah, tratando de convencerla de que había esperanza de salir de esta gigante prisión.
- No queda ninguna salida, ella ha puesto a su gato a la izquierda y era la última forma de escapar, y no voy a arriesgarme. 
Todo el grupo había sufrido una deprimente derrota, de nuevo, cuando “La Reina” – como a ella le gusta que la llamen – había colocado a su hábil gato en la parte izquierda de la prisión, donde hay un pequeño agujero. Ese día estábamos listos para irnos y escapar de la tortura de La Reina, tres de nuestros hombres se ofrecieron a explorar el más allá de la prisión, pero no sabíamos del gato. Fue un festín horroroso de sangre, al cual solo se le puede comparar con la licuadora (método de tortura que ella utiliza), el gato no tuvo ninguna piedad. Mientras todos nos fuimos con náuseas en la boca, Sarah, por curiosidad o por cualquier otra cosa, se quedó a ver cómo jugaba la gigante bestia blanca con los tres hombres, cómo los desgarraba únicamente con sus garras para al final tomarlos con la boca de la cabeza para sacudirlos hasta decapitarlos. Qué horror haber visto eso. Desde entonces, Sarah ha estado inestable y callada, ¿quién no lo estaría? Siendo yo ella, estaría igual o peor. 

- No habría mucho riesgo, usaremos el algodón del piso para camuflarnos con el suelo del cuarto, así el gato no nos verá. 
- ¡Ya te dije, no pienso hacerlo! 
- Bien – contesté finalmente mirando hacia abajo – si tú no lo haces, yo sí. Lo haré de todas maneras.
Después de levantarme y retirarme, no miré atrás, pero sé qué cara puso cuando lo hice. Yo sé que hacer esto es lo mejor que se puedo hacer ahora, de cualquier manera, si nos quedamos aquí moriremos, horriblemente, seguro.

 

Soshanna Arane, 22 años


No podía articular ninguna palabra después de lo que había visto. No era el hecho en sí, sino, su rostro. Él sabía que era impotente y sabía lo que iba a pasar, cuando me miró por última vez antes de morir. Pero fue lo rápido que sucedió que me dejó anonadada. Esto en verdad dejaría una marca en mi memoria. 
- Tuviste suerte hoy, pequeña – escuché la voz de La Reina rebotar por mi cabeza. Me elevó con su mano hasta su boca mientras lo decía y su aliento me pegó en todo el cuerpo, olía a menta. Sin embargo, no perdí mi seca y blanca expresión – ¿Solo vas a estar quieta con cara de estúpida? ¡Agradéceme, pedazo de basura! – cada vez que la vemos tenemos que decir esa frase de “agradecimiento” por poder ser capaces de estar a su merced – Gracias, reina, por poder servirte a ti, estaré en deuda contigo para siempre.
Lo siguiente que sentí fue un fuerte golpe en todo el cuerpo, pero cuando reaccioné, me di cuenta que era su saliva. Me había escupido, se sentía tan humillante, esto y las demás emociones provocaron que algunas lágrimas salieran de mis ojos. Traté de empujar los gemidos y sostener el apretado nudo en la garganta. 
- Esto es lo mejor que te mereces.
Me cambió de mano y se secó la otra, pero no a mí. Abrió el techo de una caja de la prisión y me dejó caer. Estaba en casa. 
- ¡Soshanna! ¿Soshanna? – escuché. Era la voz de Hans, nuestro líder, que vino tan rápido como se enteró que La Reina me había dejado. 
Me recostó en sus brazos mientras él estaba arrodillado, en ese momento el nudo me ganó y comencé a llorar. Axel dejó la prisión conmigo pero no regresó, así que Hans comprendió lo que había pasado, al igual que el grupo, que estaba detrás de él. 
- Ni siquiera quiero preguntar – Walt dijo desde atrás, lo cual fue irónico porque esa noche me preguntó mientras estábamos reunidos. 
- La… fue la… - dije frotándome la cara con las manos – licuadora. 
- Carajo – algunos dijeron junto otras maldiciones. 
- ¿Le vas a decir? – preguntó Paul dirigiéndose a Hans mientras abrazaba a Sarah. 
- Ah, cierto – dijo Hans sacando una pequeña sonrisa que desapareció de inmediato. 
- ¿De qué cosa? – pregunté y Hans me miró. 
- Un plan.
Después de una plática en grupo, yo y Hans bajamos a una esquina de la “Casa de hámster”, como a veces le decíamos a la prisión, ya que se parece mucho a la estructura de una casa para hámster, un laberinto no tan complicado. 
Cuando llegamos, vi una pequeña colina de tierra junto un agujero.
- ¿Es un túnel? – pregunté.
- Así es. Creí que la prisión se podía mover, pero ahora veo que es parte de la pared.
- ¿A dónde lleva eso? 
- No lo sabemos, pero, vale la pena saberlo – miré el túnel y pensé las cosas menos optimistas posibles. 
- Podría llevar meses saberlo.
- Todos lo sabemos, pero es lo único que nos da esperanza. 
- La esperanza es peligrosa – Hans se rio y un momento y me abrazó por atrás. 
- Ella lo es más. 
Me fui a mi caja y me acosté en el piso, como todos los días, y traté de no pensar en Axel, pero solo logré pensar más en él. He tenido noches largas en esta prisión, pero esa fue la noche más larga de mi vida.

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