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Author's Chapter Notes:

Desde su perspectiva.

Me acosté muy aburrida en mi cama un viernes por la noche. Había llegado de terminar todos los experimentos en el laboratorio y estaba demasiado cansada para salir con mis amigas, pero quería hacer algo más que simplemente quedarme a ver series el resto de la noche.

Sonreí mientras desbloqueaba mi teléfono y miraba hacia mi pequeña civilización del acuario enfrente de mi a unos pasos de distancia.

Todo el día, todos los días, me acosaban constantemente los mensajes telefónicos de mis millones de ciudadanos de todos los tamaños, microputienses, liliputienses y gulliverianos que vivían dentro de las paredes de mí hogar, especialmente a los de ese pequeño acuario que se ubicaba enfrente de mi cama. 

Véanlo de esta manera, si tuvieran el número telefónico o el correo electrónico de la Diosa que los cuida ¿no les gustaría estar siempre en comunicación con ella?

Y eso sin contar los mensajes y videos provenientes de los habitantes que vivían dentro de mí, en los que compartían conmigo la fantástica vida que tenían en los lugares más recónditos de mi cuerpo, y los numerosos hallazgos que solían encontrar.   

Había descubierto para mi sorpresa, que me había convertido en todo un planeta megadiverso para ellos, con una gran cantidad de animales y plantas e incluso civilizaciones de razas aún más pequeñas que mis microputienses, de tal modo que las carreras de biología y antropología eran de las más demandadas para estudiar entre mis ciudadanos.

Pero en fin, esa era mi situación actual y no podía quejarme, después de todo yo había proporcionado mi número a los principales líderes gubernamentales que regían mis pequeñas civilizaciones para cualquier emergencia o disposición, pero no habían tenido un buen control y ese número se había filtrado entre todos sus habitantes.       

La mayoría de las veces estos mensajes pasaban desapercibidas para mí; había literalmente millones de ellos todos los días, y por extraño que parezca, no se atrevían a hacer llamadas sin que antes yo diera mi consentimiento por mensaje, como sucedía cada vez que algún líder gubernamental quisiera hablar conmigo.

Así había ocurrido hace una semana con el presidente de la nación insular del mar de leche ubicado dentro de mi acuario pidiendo que intercediera en su apoyo a unos piratas gulliverianos que habían amenazado con atacar su nación, fue algo relativamente fácil de resolver al localizar su insignificante barco en el medio del océano y sorberlo rápidamente con un popote, y ahora sus restos se encuentran descansando plácidamente en el fondo de mi estómago.  

Pero en las noches como esta, en las que me aburría tanto, los revisaba para ver si encontraba algo interesante:

“¿Puedes hacer que deje de llover?” Uno de ellos me preguntó, claro que podía, pero no lo iba a hacer, el acuario estaba programado para que cada día desprendiera agua por unas pequeñísimas regaderas en la parte superior que eran esenciales para la vida diaria y que por alguna razón política esta persona quería que las desprogramara para desestabilizar y generar caos en la nación en la que vivía.        

Algunas personas eran egoístas y oraban por dinero, otras sólo querían ayuda para recuperarse. Me compadecí de este último, pero no podía permitirme el lujo de que me molestaran las peticiones de millones de personas.

"Juega con nosotros diosa, somos tus juguetes" rezaba el pie de una foto de un joven blanco y deslumbrante, probablemente unos años menor que yo. Era sólo una imagen de sus magníficos pectorales y su apuesto rostro.

Volví a sonreír; la atención masculina que recibía era intensa en el lado de mi acuario. Miles de solicitudes de apuestos hombres jóvenes y no tan jóvenes recibía a diario en mi bandeja. Todos querían poder hablar y comunicarse conmigo, poder adorarme y ser parte de sus vidas, una tarea imposible en alguien tan ocupada como yo, por lo que para solucionar ese problema había arreglado que se realizaran viajes hacia diversas partes de mi cuerpo y entonces podrían ser parte de mí y adorarme de la manera que ellos deseaban.

Era un viaje sin regreso para mis microscópicos amantes, ya que difícilmente podrán regresar a su hogar. Mi cuerpo ahora sería su hogar, su mundo, por lo que aquellos que se ofrecían a venir, sabían que dejarían todo atrás y se embarcarían hacia una nueva vida en mí.         

“Quiero que sofoques mi ciudad bajo tus senos... que barras millones con tu divina lengua…quiero nadar en tu squirt divino... quiero que ciudades y naciones puedan vivir en tu ropa interior... como desearía perderme en el inmenso bosque de tu pubis y disfrutar del almizclado aire que reina siempre allí, viviría gozoso de complacerte todos los días”

Miles de mensajes como estos comencé a leer.

Sentí que mis pezones crecían y se ponían erectos a medida que deslizaba mi dedo por el touch de mi smartphone y leía la interminable fila de mensajes cachondos y tiernos de mis diminutos, tanto así que comencé a sentir un pequeño cosquilleo “abajo”, en mi entrepierna.  

Me quité los pantalones y la blusa que usaba para el trabajo, me quedé solo en ropa interior, meditando mientras contemplaba mis bragas de color morado intenso: 

"¿cuántos diminutos habría en mi entrepierna?, ciertamente había metido millones de ellos allí antes, ¿cómo habrán podido sobrevivir y prosperar en esas condiciones?, ¿me adoraran como toda una diosa?, ¿cómo era vivir bajo los pliegues de mis labios mayores?, ¿cómo habrán esculpido edificios en mi vasto vello púbico?, ¿disfrutaran del aire almizclado todos los días?"

Cuando los microputienses disfrutaban de que jugara con ellos, hacían mis días más agradables. Por lo que me levanté y caminé hacia el acuario, observé que la bombilla que colgaba del techo del acuario que les proporcionaba luz y calor estaba encendida a su máxima capacidad por lo que procedí a bajar su intensidad con un movimiento de mi mano sobre ella y entonces coloqué mi rostro hacía ellos.

Los deseaba muchísimo. Tanto que casi dolía.  Pero me abstuve de intentar apoderarme de millones de ellos.

Había ahorrado y dedicado tiempo y esfuerzo para construir este acuario, la gente me adoraba y amaba, aun si sólo fuera por mi inmenso tamaño; era mi proyecto estrella de entre todos los que había dentro de mi apartamento.

Sin contar claro las otras poblaciones de microputienses que no estaban bajo mi cuidado, y que vivían sobre la alacena de la cocina, en el tocador de mi baño, debajo de mi cama y aun incluso los que habitaban los folículos pilosos de mi hermoso cabello negro, estos, a diferencia de mis diminutos del acuario, no me adoraban como su diosa, ni estaban dispuesto a vivir bajo mi ley. Por lo que estaban expuestos a peligros grandes, como pasar desapercibidos por mi colosal pie, ser atacados por los diminutos insectos que podría haber por ahí o ser arrastrados por las inmensas corrientes de agua que cada día se formaban en mi cabellera mientras me bañaba.     

Por lo que en ese momento pensé en darles un pequeño regalo a los habitantes de mi acuario.

Suspire profundamente sin imaginarme el estruendoso viento que sería para ellos, y les hable con mucha calma y ternura: 

“¡Mis pequeños ciudadanos, hoy les daré de un regalo especial, así que os mando que lo aprovechen y lo veneren con toda devoción!”

Me recargue sobre la pecera haciendo que mis voluminosos senos chocaran contra el cristal que era lo suficientemente resistente para no quebrarse, y pensé cual sería mi divino regalo para ellos, mi nutritiva leche o mi viscoso squirt que en aquel momento sentía como se apretujaban en mis conductos, fruto del poderoso placer que experimentaba, anhelando salir de mí.

Y entonces me decidí por darles un poco de mi abultada leche que había ya dejado acumular por varias semanas.

Acomode mi diafragma sobre el borde de la pecera haciendo que mis voluminosos senos quedaran en el cielo sobre ellos; me imagine por un momento la maravillosa vista que tendrían al mirar hacia arriba y ver esos montañosos y colosales senos, con capacidad para que millones de habitantes pudieran asentarse dentro de ellos.

Y entonces procedí a presionar con mi mano mi pezón izquierdo hasta despedir unas cuantas gotas de mi leche divina sobre ellos que serían millones de galeones para ellos. 

Observe con decoro como se esparcían esas gotas desde el pico de una inmensa montaña hasta llenar los ríos y mares e inundar las ciudades y pueblos que vivían en el centro del acuario.

No me preocupe por los desastres que sucederían por este inesperado hecho, debían estar preparados para este fenómeno, era algo natural que ocurría en su mundo, algo que no podían evitar y prever, algo así como un huracán o una erupción volcánica, era la fuerza de la madre naturaleza pero a la vez era una dadiva del cielo de su benevolente diosa, ya que ese liquido beneficiaria en gran medida a todos ellos, una fuente valiosa de recursos y nutrientes para poder subsistir por muchas semanas.   

Después procedí a recostarme y continúe checando los mensajes en mi celular…

Cientos de mensajes de agradecimiento por mi regalo comenzaron a llenar mi bandeja de nuevo… y le siguieren otros cientos más de adoración y de anhelo por emigrar hacia a mí. 

Era muy tardado contestar siquiera el uno por ciento de los mensajes que me llegaban.

De entre ellos vi en particular uno que atrajo mi atención... el mensaje de un joven muy guapo llamado Ben quien me agradecía y pedía con mucha devoción que le concediera alguna vez poder hablar conmigo, salir del acuario y poder viajar venir  hacia mí; algo no inesperado siendo que esa era la petición de casi la mayoría de los que me escribían… pero lo que llamo mi atención fue su foto de perfil que aparecía con el mensaje, su aspecto era casi parecido al de mi ex de la preparatoria Andrew, a quien quise fuertemente y pase con él unos felices años, pero que al final la relación no funciono.

Casi podría jurar que era su hermano, algo imposible ya que Andrew era un prodigan y este chico era un microputiense, lo más bajo de lo bajo hasta ahora… “que bien dicen que todos tenemos un gemelo en algun lugar e incluso con alguna otra raza” pensé para mis adentros, la curiosidad de saber más sobre él comenzó a crecer dentro de mí. Un sentimiento que no había sentido en mucho tiempo por alguien, desde que compre mi acuario.

Por lo que no lo pensé más y accedí a contestarle con el fin de concederle su petición de una videollamada… descubriría si había algo más de parecido a Andrew que solo en su apariencia.              

“Hola pequeño Ben, siento curiosidad por ti y con gusto te concedo tu deseo de hablar conmigo… márcame mañana a las 8 de la noche… estaré lista para ti”.  Le escribí rápidamente.

Y entonces, para no perder esa emoción que sentía, me sentí con la confianza de enviarle un mensaje a alguien muy especial…   

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