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Mientras todos vuelven a vitorear esta revelación, mi respiración aun no regresa. Ante mí, con 35 metros de altura, el atuendo más revelador posible, una expresión placida y sensual en su rostro se encuentra Julia.

Nunca me he sentido especialmente atraído por mi compañera. Si bien me resulta imposible negar que sea guapa, otras chicas han acaparado la atención de mis más íntimos deseos a lo largo de los años en el instituto.

Entonces lo entiendo.

Claro que estoy soñando. Antes de caer en aquel extraño letargo los danzantes pies de Julia enfermaban todos mis pensamientos. Mi cerebro transformo aquellas últimas imágenes en el sueño más erótico que recuerdo haber experimentado.

Los movimientos de la diosa… digo de Julia, reclaman mi atención.

Una vez la multitud guarda silencio, la castaña chica dirige su mirada a Miguel, que se encuentra atado, y completamente extasiado, a sus pies.

Aun sin pronunciar una sola palabra, extiende su brazo, se agacha ligeramente para alcanzar, y como si estuviese arrancando una pequeña brizna de hierba, levanta la enorme estaca por la base.

Con sus delicados dedos, Julia sostiene lo que desde aquí abajo pareciera ser un pequeño palillo. Resulta abrumadoramente surrealista el que uno de mis compañeros de clase, un chico algo bajo (de unos 163 cm) pero grueso, se halle fuertemente atado al trozo de madera, probablemente rezando para que sus ataduras resistan y no lo dejen caer a una muerte casi segura.

La estaca, o más bien el chico sujeto a ella, tienen toda la vigilancia que ejercen aquellos enormes ojos azules. Como si lo inspeccionara Julia lo acerca mucho a su rostro, cerrando ligeramente sus parpados y frunciendo el ceño para ver mejor al pequeño Miguel.

En silencio, termina su examen y clava el poste en la bracera derecha, a lado de donde sigue parada Stephanie.

 –“ ¡No es digno!”, espeta esta última.

Más que su mensajera, la presidenta parece ser la intérprete de Julia, que no ha pronunciado ninguna palabra aun. Sin necesitar otra orden, Jose y Cristian desprenden la siguiente estaca de la húmeda tierra y la cargan a los pies del trono.

El proceso se repite. La gigantesca chica toma lo que para ella es solo un palillo, examina a la persona atada a él, y lo coloca con ligereza en su bracera, a lo cual Stephanie grita:

“ ¡No es digno!”

Así sucede con 3 de nosotros (Miguel, Adrián y Lazlo). Es el turno de Andrew, y por algún motivo me pongo nervioso a pesar de que los “no dignos” parecen estar intactos al lado de Julia.

¿Qué sucede con los que si son “dignos”?

La gigantesca mujer aun no revela sus intenciones, pues mi amigo tampoco lo es, y ya a los pies de Julia se encuentra la siguiente ofrenda representada por Steven.

Cuando solo quedamos Dani y yo, ninguna de las ofrendas han sido dignas. Veo como Cristian y Jose retiran a mi amigo y lo llevan a la masiva sombra que ahora proyecta el trono.

Deben haber pasado cerca de dos horas desde que desperté. El sol, siguiendo su trayectoria usual, se posiciona detrás del monolítico asiento.

Durante este pequeño periodo mis pensamientos y emociones se diluyen en confusión, temor, dolor, admiración… pero por sobre todo, excitación. Desde que se me ato al trozo de madera que ahora me sostiene, mi pene ha estado tan erecto que empieza a doler.

No puedo evitarlo, el más simple movimiento de Julia, su revelador atuendo, la forma en que los perfectos dedos de sus pies tamborilean distraídamente el suelo… todo ello envía renovadas olas de placer por mi espalda, y más frustración a mi ignorado miembro.

Pero hay algo más. Su actitud hacia nosotros.

Es evidente que nos considera seres inferiores, con los cuales no deben desperdiciarse gloriosas palabras; los cuales no merecen ser vistos a la cara más que para ser inspeccionados de cerca, a escasos metros (que para ella deben ser unos pocos centímetros) de sus enormes y enjuiciadores ojos.

La enorme mano se dirige a la estaca que sostiene a mi alto y fornido amigo. Ver como Daniel, que en la vida real saca al menos dos cabezas a la pequeña Julia, ahora se encuentra desnudo, atado e indefenso ante la toda poderosa voluntad de nuestra compañera de clase resulta hipnotizante.

Nunca me he sentido particularmente atraído por el BDSM, la dominación, o ese tipo de parafilias; pero por alguna razón todo este despliegue me ha resultado increíblemente erótico, y mi incansable miembro hace prueba de ello.

Debo cerrar los ojos, dejar de ver esta espectacular escena antes de que pierda la cordura. Con los ojos apretados, y la cabeza hacia el suelo, escucho a Stephanie pronunciar unas palabras hasta ahora extrañas:

 -“Queridos siervos, ¡la ofrenda es digna!”.

Gritos y vítores a mis espaldas. Levanto la cabeza para observar que significa esto para mi amigo.

La titán aun sostiene la estaca de Dani, lentamente lo baja de la altura de sus ojos hasta tenerlo cerca de sus suculentos labios; labios que se parten para revelar una adorable lengua color rosa.

Imitando a una enorme serpiente, el órgano se acerca a la forma de Dani y, como si fuese un caramelo, empieza a lamerlo. Poco a poco (a largos y húmedos lengüetazos) retira el polvo que cubre el pequeño cuerpo de su siervo.

Lo que en un principio parecen ser gritos de dolor, o al menos de un profundo miedo, pronto desvelan ser gemidos de auténtico placer. Mi pobre amigo es fácilmente subyugado y sometido por el enorme órgano rosa.

Gritos de puro éxtasis, que parecen formarse en lo más profundo de su ser, suben rápidamente por su garganta y escapan su boca.

Por primera vez Julia pierde aquel aire de absoluta superioridad, y se dedica a introducir su desocupada mano izquierda por dentro de la falda de hojas. Mi mente ni siquiera puede comprender lo que está sucediendo.

Me pierdo en los apenas audibles gritos de mi amigo, y los más poderosos gemidos de placer que emite la giganta. Mis manos, desesperadas, intentan liberarse de las gruesas lianas que las hacen prisioneras.

Mi pene reclama ser tocado.

Pero me imposible, no puedo hacer más que quedarme boquiabierto mientras la adorable (pero imponente) Julia se masturba, sin ningún tipo de consideración a mi precaria situación.

Sin previo aviso aparta a Dani de su boca y pronuncia, o más bien susurra, sus primeras palabras:

“Aun no, esclavo.”

Cada acción de mi compañera me hace descubrir un nuevo estado de excitación. El desdichado Daniel pasa del éxtasis a la desesperación, a la súplica. Pero el siervo no puede acabar antes que su diosa, y es que esta aún se encuentra enfrascada en introducir y sacar varios dedos de su vagina.

Intentando no mover con demasiada violencia al diminuto chico en su mano derecha, el cuerpo de mi gigantesca compañera se contorsiona por el placer. Sus piernas se apartan ligeramente y se ponen rígidas. Los magníficos dedos de sus pies se flexionan y hacen aparecer en la lisa piel de sus plantas varias decenas de arrugas y pliegues. Su cuerpo sufre espasmos, la respiración se torna cada vez más rápida…

Julia acelera el paso de sus tocamientos, y en dos o tres minutos un estruendoso chillido que sale de su enorme boca nos hace saber que logró su cometido. Su rostro esta sudoroso, su pelo ya no es perfectamente liso, sino que está algo húmedo y ligeramente desalineado.

Después de jadear por unos segundo mira el palillo que aun sostiene delicadamente en sus dedos. Con cierta malicia y una sensual sonrisa en sus labios, pronuncia su segunda orden:

“Ahora.”

Sin tocarlo, o acercarlo a su boca; manteniéndolo a lo que para él deben ser varios metros de distancia de su rostro, veo como mi amigo es preso de los espasmos de una potente eyaculación.

Cuando termina (en todo los sentidos) Dani está totalmente derrotado, pendiendo de sus ataduras sin ninguna fuerza en el cuerpo.
Chapter End Notes:

Nunca había escrito nada tan explícito. Espero que sea del agrado de quienes disfrutan de estas historias.

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