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Me sostienen de espaldas contra la gruesa madera, uniendo mis manos y pies alrededor de la misma. Con más fuerza de la que esperaba, Laura ata mis extremidades a la estaca, suspendiéndome sobre el suelo por unos 20 centímetros con los resistentes nudos. A ello complementa una última que pasa por debajo de mis costillas, asegurándome firmemente a mi prisión.

Definitivamente no quieren que me desprenda de aquí, sea por accidente o a propósito.

La vulnerabilidad que sentía antes no se compara en nada con la que experimento en estos momentos. Mi miembro, aun duro por el erótico espectáculo que se encuentra en desarrollo ante mis ojos, ahora saluda a una indignada Stephanie, que se ha colocado frente a nuestros amarrados cuerpos.

– “Alabad con vuestra mirada a nuestra diosa. Pronto esta procederá a elegir entre sus ofrendas… y castigara a quienes no se sometieron a su voluntad.” Estas últimas palabras las recita mientras me mira directamente.

Creo que el mensaje está bastante claro.

Como puedo, veo a mi lado para verificar que hacen quienes me han acompañado por esta bizarra travesía. Al igual que yo hace unos momentos, se encuentran absortos en el bizarro escenario. Siguiendo sus miradas todos se enfocan en distintas partes de la enorme mujer.

No pudiendo hacer mucho más, yo también me dedico a observar que hacen mis demás compañeros al cuerpo de esta giganta. Las estacas se encuentran a unos 15 metros del trono, lo cual me permite observar la totalidad de la escena.

Algunos de los que subieron las braceras se encuentran montando un mecanismo de poleas con la ayuda de otros compañeros que se encuentran en el suelo.

Frente a los divinos pies de la diosa ha aparecido un gran cuenco (de unos 2 metros de diámetro y 1 metro de alto) y una sarta de instrumentos. Cuando el sistema de poleas está listo, los improvisados obreros suben, a cada bracera, unos cuencos más pequeños y un set de herramientas muy similares, por no decir idénticas.

Cuando todos los que trabajaban en el mecanismo vuelven a subir las escaleras a ambos lados del enorme asiento, escucho el llamado del instrumento que, ahora sé, sopla Leo.

Una vez más Stephanie toma escena central y, tan fuerte como puede, grita:

- “¡Iniciad con la ornamentación!”

Todos los presentes en el trono empiezan a utilizar aquellos instrumentos sobre las manos y pies de la gigantesca figura. Me toma un momento darme cuenta de que básicamente le hacen la manicura y pedicura.

En forma apresurada, y más ordenada de lo que serían capaces en la vida real, mis compañeros se dedican con gran esmero en hacer aún más perfectas las uñas de manos y pies. Otros se dedican a restregar con enormes cepillos de piedra pómez la ya de por si delicada y tersa piel de sus pies.

Grandes brochas se sumergen en el contenido de los cuencos, y cubren las limadas uñas con una viscosa sustancia transparente.

Con brochas de menor tamaño (quizá sería más apropiado llamarlas pinceles), cuatro compañeros (uno para cada mano y pie) le dibujan detalles con el mismo mejunje purpura que marca mi pecho.

La giganta exhala un suspiro de placer, el primer sonido distinto a su respiración normal, y se hunde más cómodamente en su trono.

Cualquier movimiento de este titán hace retroceder ligeramente a quienes la atienden, temerosos de ser aplastados o heridos por sus masivos movimientos; pero más asustados aun de faltar el respeto alejándose demasiado.

Aquel sonido me obliga a despegar mis deseosos ojos de sus pies. Cuando levanto la mirada a su rostro no puedo evitar notar como los enormes ojos que se ocultan tras la máscara, en apariencia de un azul claro, están dirigidos directamente hacia mí…
Chapter End Notes:

Gracias por leer!

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