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Author's Chapter Notes:
Al fin aparece una giganta en la historia ¿quién será?

De entre los gigantescos árboles asoma una figura inconfundiblemente humana. No obstante, sus dimensiones roban cualquier rastro de humanidad a aquella criatura. Desde sus pies, hasta el tope de su cabeza, debe medir unos 35 metros de altura. Le suman otros 3 metros lo que solo podría describir como una corona, que reposa sobre su cabeza.

El contraluz impide descifrar su apariencia, sin embargo el contorno de su figura es distinguiblemente femenino. Caderas anchas, una cintura estrecha que conecta con un busto notable, y este con una cabeza de cabello largo y lacio. Unos muslos gruesos pero definidos y unas pantorrillas que terminan en unos pequeños y delicados pies descalzos. Sin lugar a duda estoy ante una mujer, o una criatura que aparenta ser tal.

Una criatura divina si las palabras de Stephanie llevaban razón.

Quienes me acompañan de rodillas no están viendo aquella fascinante entrada. Todo lo contrario. Sus cabezas están inclinadas hacia abajo, y sospecho que sus miradas no se han desprendido del suelo.

A mis espaldas la formación en semicírculo ha desaparecido y mis compañeros se dedican a colocarse, en posición de alabanza, formando una especie de pasillo hacia el frente de la exótica estructura. Otros tantos suben las precarias escaleras a ambos lados del monumento.

Mis excesivos movimientos deben haber llamado la atención de Stephanie, que parada en el podio se vuelve hacia mí y con su pie izquierdo me hace inclinar la cabeza igual que mis acompañantes. El rudo despliegue de mi compañera de clase, además de la presencia de su descalzo pie en mi cuello, hace despertar mi libido, a pesar de lo absurdo de la situación.

Noto como mi pn empieza a endurecerse.

La gigantesca figura comienza a moverse en dirección a la estructura. Aunque la presidenta evita que lo mire directamente, noto como la giganta pasa sobre nosotros cuando su cuerpo obstruye momentáneamente la luz solar. Además, llueven sobre nuestros cuerpos restos de hojas, raíces y tierra, que supongo se desprendieron de las enormes plantas de sus pies.

Los pasos se detienen, un último y estruendoso sonido sucede

*BUM*

Todo queda en silencio por lo que deben ser unos segundos, pero parecen varios minutos. Ni siquiera los ruidos de la espesa selva que nos rodea son audibles. Por fin la presidenta retira su pie de mi cuello, salta del podio y se dirige a toda velocidad hacia la estructura.

Ya sin restricciones, pero aun de rodillas (el miedo torno en gelatina mis piernas), me vuelvo hacia la estructura para observar lo que sucede. Solo entonces caigo en cuenta de que aquel monolito de piedra no era ningún edificio.

No, no, no.

Se trata de un asiento, o quizá sea más preciso llamarlo un trono. Sobre él se ha sentado la enorme mujer. A sus pies mis compañeros empiezan a dividirse en dos grupos, colocándose cada uno frente a una gigantesca pierna. Stephanie les está dando instrucciones.

Quienes subían las escaleras han llegado a sus destinos. Aquellas plataformas de madera revelan ser braceras, sobre las cuales reposan los antebrazos y manos de la denominada diosa.

Con la luz bañando su figura, puedo ver que su cara se encuentra oculta tras una intrincada máscara de aspecto tribal; además puedo distinguir su vestimenta.

Sobre sus pies descalzos, unas cadenas que sospecho son de oro decoran sus delicados tobillos. En el pie izquierdo, de la ajorca sale otra cadena que conecta con un anillo, también de oro, colocado en el dedo de en medio de su hermoso pie. Los dedos siguen una perfecta línea descendiente, desde el grande hasta el meñique. En el pie derecho un anillo plateado, supongo que de plata, abraza su dedo grande, y otro idéntico su dedo de en medio.

Nada cubre sus gruesas piernas, y solo al llegar a sus partes íntimas puede verse una falda muy corta, elaborada con grandes hojas meticulosamente hiladas. Su plano pero firme abdomen también esta descubierto, y sus senos únicamente cuentan con dos hojas, una en cada pecho, para ocultar el pezón.

Por lo demás, su espalda está completamente desnuda. Su cabello lacio y castaño está suelto, y llueve sobre hombros y espalda. Además de la máscara, vislumbro la impresionante corona, cuyas incrustaciones de piedras preciosas resplandecen reflejando el abrasante brillo solar.

Quizá Stephanie tenía razón, y si no la tiene, no puedo culparla por la confusión. Aquel ser aparenta ser divino…

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