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Hipnotizado, con la boca ligeramente abierta, me quedo estático con la mirada clavada en los dedos de Julia. Cuando pasan cinco segundos y aún no he tomado las llaves de su mano, la castaña chica las sacude ligeramente y me pregunta, alarmada:

-“¿Qué te sucede? ¿Estás bien?”

Esto me devuelve a la realidad. Ofrezco mi palma para que deposite las llaves en ella. Con cautela me devuelve mis pertenencias, y aun confundida por mi falta de respuesta se despide.

-“Esto… adiós...”. Se da la vuelta y sigue su camino por la vía principal.

Debe creer que estoy loco. Probablemente tenga razón. Aun mudo me meto por la intersección y camino el par de cuadras que me faltan para llegar a mi hogar. Introduzco la llave en la puerta principal. Mientras giro el fino instrumento mis pensamientos empiezan a ordenarse.

Los detalles purpuras en las uñas de Julia eran exactamente los mismos que mis cuasi-desnudos compañeros hicieron, con sus pequeños instrumentos, en los dígitos de la enorme chica de mis sueños. ¿Cómo es posible?

Quizá ya había visto aquellas insignificantes florituras en los dedos de Julia, y mi subconsciente las introdujo a mi ridícula fantasía. Estrujo mi cerebro para intentar recordar si efectivamente había visto tan minúsculos detalles. La búsqueda es infructuosa.

Como el instinto humano parece dictar, ignoro aquello que no logro comprender.

Mientras caliento el almuerzo, me dedico a sacar de la mochila mis útiles de matemáticas. Es mejor que empiece a trabajar en los ejercicios si quiero tenerlos listos para el viernes. Saco el arroz con pechuga de pollo y patatas cocidas del microondas.

Con los libros debajo del brazo derecho, y la comida en la mano izquierda, marcho hacia mi habitación.

El modesto cuarto, con una cama individual, un escritorio en cuya superficie hay una portátil y una consola de videojuegos. Un pequeño librero con la variada literatura que he devorado a lo largo de mi vida, y un ropero inserto en la esquina más alejada de la puerta es, sin lugar a duda, mi zona de confort.

Mientras como, abro distraídamente el libro en cuya portada se lee “Pre cálculo para 12° año.” Hoy debía haber resuelto los contenidos del capítulo 7.

Lo encuentro en la página 113, titulada “Introducción a la factorización y racionalización”. El texto tan solo dedica cuatro páginas a este segmento. Las primeras tres exponen la teoría y la cuarta contiene apenas cinco ejercicios relacionados con la materia. Genial, podría hacerlos todos hoy mismo si me apresuro. Devoro el sustancioso alimento tan rápido como puedo.

Mientras lavo los platos y cubiertos que acabo de utilizar, imágenes de Julia en su aburrido uniforme y luego en su revelador atuendo de hojas invaden mis pensamientos. Parece que cada vez que piso el salón de la clase de matemáticas se producen nuevos eventos inexplicables. Y curiosamente todos se encuentran, en una u otra forma, ligados a la chica que se sienta en el pupitre de enfrente.

Le he dado tantas vueltas a estos misteriosos sucesos que ya no distingo qué he presenciado realmente, y qué ha sido mera creación de mi embotado cerebro. Como el viernes, no me queda más remedio que intentar apartar los confusos recuerdos, en especial si de verdad pretendo terminar todos los deberes antes de irme a dormir.

Dispuesto a no levantarme del escritorio hasta resolver los cinco ejercicios matemáticos que me aguardan, abro el cuaderno en el cual plasmare su desarrollo. Me detengo en la página rotulada “Viernes 12 de octubre… Capítulo 6…”. Como era de esperarse las respuestas siguen allí, los trazos inconfundiblemente míos; y sobre ellas el rojo “10” que representa la nota asignada por el profesor.

Nada me prepara para lo que encuentro a continuación:

“Martes 16 de octubre… Capítulo 7…”. Los trazos inconfundiblemente míos.

Chapter End Notes:

Otro capítulo lento para intentar dar profundidad y desarrollo a la historia. De todas formas espero que lo disfruten. El capitulo siguiente tampoco tiene contenido GTS.

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