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Cierro los ojos mientras los poderosos músculos en la garganta de Julia me succionan hacia sus adentros. Y entonces…

Nada…

La presión alrededor de mi cuerpo desaparece. Cuando abro los ojos solo encuentro la mesa de mi pupitre, con el libro aun cerrado.

Observo mis alrededores. Todos mis compañeros de clase, vestidos con el soso uniforme que manda el reglamento, guardan los útiles en sus respectivas mochilas.

El sonido de la campana indica que son las 3:00 de la tarde, el final de la clase. Las personas a mí alrededor se levantan de sus lugares, se estiran y conversan perezosamente mientras caminan hacia la salida del aula; yo me quedo sentado.

La cabeza me da vueltas y de nuevo me produce un punzante dolor. Dormí las dos horas de clase sin que nadie me dijese nada.

Por un lado estoy agradecido, pues el delicioso sueño llego a una conclusión satisfactoria. Por el otro me preocupa lo que pueda decirme el profesor, que aún se encuentra en su escritorio, digitando algo en la portátil.

Es imposible que  no me haya visto dormir, sin levantarme o moverme durante todo el transcurso de la lección. Aplazando lo más que puedo el inevitable encuentro, meto mis cosas en la mochila lentamente.

Veo que mi cuaderno se encuentra debajo del libro. En algún momento Julia debe haberlo depositado allí, sin despertarme. Julia… Su enorme y semi-desnuda figura se introduce en mi mente. Levanta la atención de mis partes bajas.

 Avergonzado me agacho un momento, como si no encontrase algo dentro de mi mochila, mientras intento hacer que la erección desaparezca. Un par de segundos bastan para poner bajo control mi virilidad.

Cierro la cremallera, tomo la mochila de una de sus cintas y me dispongo a cogerla cuando unos familiares mocasines negros aparecen frente a ella.

Procurando actuar con naturalidad, levanto mi mirada hasta encontrarme con esos ojos azules. La imagen de Julia me sobresalta un poco. Verla con su estatura normal, extrañamente, me desconcierta. Sacudo la cabeza para concentrarme, pero no soy capaz de sacar ninguna palabra de mi boca.

-“Gracias por prestarme tu cuaderno. Me salvaste la vida.” A las palabras de Julia las acompaña su adorable sonrisa.

-“No hay de qué. Era mi turno de ser el responsable, para variar.” Logro contestar. Mi intento de broma no oculta que me tiembla un poco la voz.

Caigo en cuenta de que estoy aterrado de esta pequeña chica. No puedo quitarme de la cabeza las imágenes de mi sueño. Aun con su tamaño normal, Julia ejerce esa presencia opresiva que tenía sentada en el enorme trono.

Trago saliva. Solo quedamos ella y yo en el salón. Bueno y el profesor, el cual no nos presta ninguna atención mientras sigue presionando teclas.  

Por unos segundos demasiado largos ninguno de los dos dice nada. Instintivamente me froto la sien, pues desde que desperté el dolor no ha desaparecido. Julia abre la boca para decir algo, pero como yo hace unos instantes, parece incapaz de expulsar las palabras.

-“Bueno, tengo que irme.” Mi palpitante cráneo me exige que vaya a casa para descansar.

-“Vives cerca del centro ¿cierto?”.

- “Si, a unos 20 minutos del colegio. Caminando, claro.” Me prendo la mochila al hombro con la intención de salir de aquí lo antes posible.

-“Tengo que ir a comprar unas cosas al centro comercial. ¿Te importa si caminamos juntos?”

Claro que me importa. Por alguna razón creo que el dolor de cabeza se encuentra directamente ligado a la presencia de Julia. Sin embargo resultaría casi injusto decirle que no, después de todo ¿Qué culpa tiene esta chica de las perversas maquinaciones de mi mente?

La avenida que lleva a mi hogar efectivamente conecta con el centro. De hecho, creo que es la única ruta razonable desde el colegio. 

“Por supuesto que no, vamos.”

Con un simple “Adiós” nos despedimos del profesor al salir del salón. Me sorprende que no haya dicho nada sobre mi descarada siesta. Quizá es más comprensivo de lo que pensaba; o quizá ni siquiera notó que estuve recostado sobre mi escritorio por casi 2 horas. 

Sea como fuere, no estoy para nada contento con migo mismo.

Perder la lección significa que tendré que terminar todos los ejercicios de esta tarde en mi hogar, sin acceso a la ayuda del profesor o de Julia. De reojo veo a la castaña que camina a mi lado. De pie apenas alcanza la altura de mi barbilla.

Hemos caminado por al menos 5 minutos sin decir ni una sola palabra. El incómodo silencio es casi tan doloroso como los crónicos pinchazos en la sien.

-“¿Haz estudiado algo para los exámenes de la otra semana?” La pregunta de Julia por fin rompe el silencio. Supongo que la incomodidad también la estaba matando por dentro.

-“No mucho. He estado leyendo mis anotaciones de historia y biología, pero la única asignatura que me preocupa realmente es matemáticas.” En realidad los apuntes de historia me traen sin cuidado, y no encuentro el cuaderno de biología desde hace un par de semanas…

Nos enfrascamos en una charla que no se sale de temas relacionados al colegio. Nuestra opinión sobre las diversas asignaturas, sobre los profesores que las imparten, e incluso algún que otro chisme alrededor de la vida de nuestros compañeros. 

Encuentro que Julia es, de hecho, bastante agradable y graciosa. Nunca antes habíamos hablado por tanto tiempo y su vibrante personalidad sale a relucir incluso en la insulsa conversación que soy capaz de sostener.

Llegamos a la intersección que divide la calle de mi casa, y la ruta que sigue al centro. Es el momento de despedirnos. Cuando me inclino para besar su mejilla, las llaves que llevo en la mano caen al suelo, a los pies de mi acompañante.

Julia se agacha rápidamente para recogerlas y devolvérmelas.

Cuando me ofrece el conjunto de llaves, sosteniéndolas con el índice y pulgar de su mano derecha, no puedo evitar notar la forma, el brillo y los pequeños detalles purpuras de sus uñas…

Chapter End Notes:
Otro cliffhanger más. Déjenme sus opiniones en el apartado de reviews, como siempre digo cualquier retroalimentación es bienvenida y se agradece enormemente.
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