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Sentada, con los codos apoyados sobre la mesa de su departamento y vestida en pijamas; observa con diversión el plato frente a ella. Unos diez, quizá quince personas, hombres y mujeres, todos del mismo exacto tamaño, desnudos y aterrados de su mirada. 


- Bien, viendo que al contrario de los anteriores, ustedes no vinieron a atacarme en la madrugada, decidí ser un poco piadosa con ustedes. Así que, en lugar de aplastarlos a todos, les daré una oportunidad de ser libres. 


Comenzó, su voz, melodiosa y dulce, cómo la de una presentadora haciendo un anuncio al público durante un evento. Acercó su índice al borde del plato, cosa que hizo retroceder a la mayoría del grupo y a ella le sacó una risilla.


-Van a pelear entre ustedes, quién caiga del plato a la servilleta...- Con dos dedos tomó una esquina para mostrarla, es una servilleta de tela, azúl cielo que colocó bajo el plato. -Será descalificado y el último que quede sobre el plato, será quien se vaya de aquí con su vida y libertad. Suena simple, pero...-


-¡No vamos a seguir tus juegos enfermizos maldita hija de--


El gigantesco índice de la bruja cayó del cielo y aplastó al grosero cazador, dejando un charco de sangre bajo éste y una masa de carne pegada a su piel, misma que llevó a su boca para lamerlo y posteriormente limpiar la sangre de la misma manera con su saliva.


-Si quieren hablar levanten la mano primero ¿De acuerdo?-


Los restantes asintieron en acuerdo y la sombría postura de la chica volvió a la animada de antes. 


-Como iba diciendo. Suena simple, pero aquellos que pierdan acabarán cómo su amigo este.- Apuntó al hueco que ahora, ya sea por miedo o por asco, habían dejado luego del incidente. - ¿Alguna pregunta?-


Inquirió mirando atenta al grupo, esperó y esperó, hasta que al fin uno levantó la mano. Le dió permiso de hablar.


-¿Hay tiempo límite?-


-Excelente pregunta.- Levantó la mirada y golpeteo sus labios un par de veces, pensando. 


-Veinte...no, veinticinco minutos.- tomó su celular, acomodó un temporizador y se los mostró. 


Otro levantó la mano.


-¿Y si hay más de uno sobre el plato cuándo se acabe el tiempo?-


Ésto sorprendió a Lily, aparentemente, estos son más listos que los demás. Un poco solamente.


-Significa que no hay ganador, por lo que todos perderían.- Respondió, tamborileando los dedos sobre la dura superficie. 


Ahí hay algo que refutar debido a lo que se considera un empate, sin embargo, argumentar contra alguien tan grande y fuerte, no es buena idea. 


-Bien, si no hay más preguntas. Comiencen.-


Inició el cronómetro y el grupo de compañeros, amigos, hermanos de guerra, renuentes, resignados e impulsados por sus propios deseos de vivir; dieron inicio a ese enfermizo juego de "El rey de la colina." 


Exceptuando a los más musculosos; les dió el mismo tamaño a propósito para evitar ventajas de género o peso, por lo que la competencia se reduciría a habilidad. Lily los observó atenta, sólo desviando su mirada por un momento cuándo el primero cayó.


Sonrió al ver el pánico en la cara de aquellos que observaban desde el plato. Extendió su índice y acercó la mano muy lentamente, saboreando la expresión del primer perdedor y disfrutando cada segundo mientras intentaba desesperadamente subir al resbaladizo plato. Luego dos buenas personas se inclinaron por el borde, cada uno con un brazo extendido para ayudarlo y por un momento pareció que lograrían subirlo y retrasar lo inevitable.


Lamentablemente, no todos son tan buenos pues detrás de ellos había alguien más egoísta, alguien más centrado en su propia supervivencia que en los demás no dudó en aprovechar la oportunidad y empujó a ambos, provocando que los tres cayeran fuera del plato y sobre la toalla. Lily, ahora con tres blancos decidió ir por el que había caído primero y cómo su dedo ya estaba cerca, está vez no hubo tiempo para correr. 


El dígito, tan grande y grueso como el tronco de un árbol no tuvo piedad y descendió sobre el suplicante pequeño absorbiendo los golpes y patadas de este cómo si fuese un saco de boxeo sobrecrecido que, sin mucha contemplación; lo aplastó. Para Lily fue cómo aplastar una uva o un grano de arroz (cocido) la simple y húmeda sensación de su carne compactandose bajó la yema de su dedo. 


Por otro lado, para los otros dos pequeños en la cercanía fue una experiencia muy diferente, ellos escucharon las súplicas, sus gritos, el sonido de todos y cada uno de sus huesos quebrándose y mezclándose con lo que se podría confundir con el sonido que se hace al manipular carne molida. 


Fue asqueroso y traumatizante por decir poco. Uno de los dos quedó congelado por el shock, probablemente el más afortunado ya que no se dió cuenta ni alcanzó a sentir nada cuándo el ensangrentado dedo descendió sobre él, mientras que el otro, con vómito en su boca y piel, hizo el intento de escapar, solo que en dirección opuesta al plato, lamentablemente para él, las hebras de la toalla, aunque pequeñas, eran cómo pasto crecido, solo que más resistente, suficiente para ralentizarlo. No avanzó ni 3 metros antes de tropezar, mas no cayó sobre la toalla sino sobre la yema del pulgar de Lily, quién inmediatamente después, lo aplastó al juntar el mencionado con el índice.


Con ésto, la semilla del terror germinó dentro de los sobrevivientes y de las raíces de la realidad de su situación salió lo peor de ellos, ese instinto egoísta por sobrevivir y el enfrentamiento se convirtió en un baño de sangre, ahora no solo se limitaron a empujar los unos a los otros fuera del ring, había golpizas salvajes hasta someterse o dejarse inconscientes, algunos llegaron tan lejos como para romper los brazos y piernas antes de arrojarlos a su muerte.


Tanta desesperación, traición entre lo que eran compañeros, hermanos de armas que pelearon juntos para eliminar amenazas como ella, verlos así le trae diversión. Era cómo una pelea en un coliseo de la antigua Roma y Lily la emperatriz que observa desde las alturas. 


Pero aún con eso, cómo a mitad del tiempo límite; se vió distraída con sus propios pensamientos. 


Al menos una chica mágica y decenas de cazadores han ido a buscarla y por más que se deshaga de los últimos, éstos siguen llegando como cucarachas a molestar su tranquilidad, tratarlos así es divertido, su diversión. Apoyó su mentón en sus manos para pensar en opciones; Puede deshacerse de ellos con facilidad, hasta es divertido, pero la verdad es molesto tener que lidiar con esas plagas cada semana.


Antes de darse cuenta comenzó a pensar en experiencias pasadas, en los viejos tiempos y su mente divagó a un tiempo cuándo el mundo era mucho más sencillo, sin la red de información instantánea, los viajes tan accesibles. 


Fue a su juventud, cuándo podía incluso ir al aire libre, robando la altura de las personas y torturarlos a la luz del sol, cuándo no había armas de fuego y los cazadores usaban espadas o similares para atacarla. Aún recuerda una ocasión cuándo la espada de uno se rompió contra la punta de su bota, fue tan divertido.


Lo mejor de todo era poder secuestrar pueblos enteros, genocidio indiscriminado del que no se sabría nada hasta meses, a veces años después, hoy en día no es tan fácil y tendria que lidiar con situaciones peores y más molestas que la actual.


-Aunque...acabar un un ejército podría ser divert--


[BEEEEP BEEEEP BEEEEP] 


La alarma del temporizador la sacó de su cabeza y trajo su atención de regreso, tomó el aparato para desactivarla con uno de sus dedos limpios. 


Su sorpresa fue grande al ver qué, sólo quedaba una persona y alrededor de ella había algunos cadáveres. Lily al ver qué en la toalla había algunos sobrevivientes que apenas podían arrastrarse para huir, asumió que en su distracción hubo algunos que lograron subir de nuevo e intentarlo hasta que los mataron a golpes. 


Suspiró e hizo trabajo rápido de los rezagados, aplastándolos con eficacia y puntería en una serie de movimientos suaves y ágiles, como si estuviese tocando un piano. Luego volvió su atención al vencedor. 


-¡Felicidades eres el ganador!- 


Anunció con aplausos enérgicos y un [WOOOOOOO] para festejar, pero la persona no parecía tan feliz, al contrario, claramente está traumatizado, roto y en shock. 


Justo como le gusta a la bruja. 


Lo tomó con dos dedos ensangrentados para depositarlo en su mano izquierda y así se levantó de la mesa, yendo en dirección a la puerta. 


-La verdad me sorprendes, no creí que alguien tendría lo necesario para ganar y vaya forma! Incluso mataste a algunos con tus propias manos ¿Tienes un discurso de victoria?-


Acercó su mano libre hecha puño, simulando tener un micrófono en ésta, pero el sobreviviente no dijo nada, solo se quedó en posición fetal en medio de la palma de Lily. 


-De pocas palabras. Está bien, los discursos no son para todos. Pero en fin, llegamos, hora de darte tu premio.-


Ésto último lo hizo reaccionar y miró arriba, al rostro de la bruja.


Ahora en la solitaria calle; Lily se inclinó y con todo el cuidado del mundo, lo depositó en el suelo, sobre la banqueta, frente a sus enormes tenis.


-Listo pequeño, cómo prometí, eres libre.-


Y sin decir nada más, se enderezó para luego darse medía vuelta y con una sonrisa; regresó a su departamento dejando detrás a un muy confundido y todavía diminuto hombre.


-H-hey...pero...qué hay de ésto...mi tamaño ¡Espera!- 


Le llamó, pero Lily no hizo caso y continuó caminando, tomando una absurda distancia en tan solo segundos con esas (en comparación) gigantescas piernas, pensando en sus propias cosas.


-Quizá sea hora de mudarse.-


Musitó al cerrar la puerta detrás suyo.


Chapter End Notes:

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