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El sol apenas estaba saliendo, los aspersores se encendieron y las aves comenzaron a cantar, era una mañana fresca, sin mucho frío y sin mucho calor, con la humedad adecuada, casi perfecta a decir verdad. Pintaba ser una buena mañana para el pueblo.


A veces, la realidad de las cosas suele ser un poco diferente a lo que uno espera. 


Comenzó en la zona de los suburbios, filas y filas de casas, todas bonitas, calles bien arregladas, cada una con sus propios jardínes, algunos sencillos que solo eran pasto, otros tenían flores, alguna que otra con triciclos, árboles con todo y una casa de madera conectada con una sola escalera del mismo material. 


Jeremy, un joven de diecisiete años, va montado en su bicicleta, su trabajo es repartir periódicos al vecindario. Acababa de arrojar unos a las ventanas y jardínes de la cuadra por lo que decidiría dar la vuelta para continuar con una nueva hilera de casas sin embargo, su trayecto sería interrumpido al girar por esa esquina.


Frenó  abruptamente pues ahí, frente a él estaba un enorme tenis de color negro con detalles rosas y blancos. Gigantesco, más grande que un autobús, no, incluso más alto que las casas alrededor y las suelas tan anchas que apenas cabían en la porción de la calle por dónde transitan los autos.


En shock, su atención paso de los tenis y poco poco fue subiendo su mirada siguiendo la figura, primero por el tobillo, una larga pierna que al estar cubierta por mallas negras bien podría confundirse con pilares de ébano, unos shorts de mezclilla a altura de los muslos, una sudadera verde con estampado de dientes afilados y monstruosos, hasta su rostro, una dulce mujer de descendencia asiática. Sus miradas se cruzaron y la mujer le sonrió.


La había visto antes, es Lily, la dueña de la cafetería. De pies a cabeza, la mujer es absolutamente enorme, el edificio más grande del pueblo ni siquiera le llegaría a la cintura y aún así, no se percató de su presencia hasta ese momento. Es cómo si hubiese aparecido de repente, o quizá fue que de algúna manera él no la percibió hasta ese momento.


Aún incrédulo, Jeremy levantó su diestra y la batió a modo de saludo, sin embargo ella no lo correspondió, en su lugar levantó el pie derecho cargando su peso al izquierdo y agrietando el asfalto bajo éste. La mirada del joven se enfocó en la suela de goma, tierra, piedras y trozos de asfalto cayeron sobre él conforme ésta obstruyó su vista del cielo y proyecto una gruesa sombra sobre él y sus alrededores.


Esa vista aterradora fue lo que le hizo reaccionar conforme sintió una terrible sensación de vacío en su estómago y los instintos de supervivencia entraron en acción.


Puso sus pies en los pedales tan rápido cómo pudo. Pero Lily fue demasiado rápida. Él calzado descendió sobré él sin quiera darle la oportunidad de pedalear una vez, fue en un instante y con tanta fuerza que incluso dejó la marca de su huella sobre el duro asfalto, sacudió las casas y autos cercanos cuyas alarmas se activaron. 


Los vecinos no tardaron en salir, alarmados para ver qué es lo que estaba pasando, con excepción de algunos gritos de terror, sus reacciones no fueron diferentes a las de Jeremy.


La bruja no les prestó mucha atención pues aún estaba enfocada en su tenis, apoyó más peso sobre los dedos de ese pié y comenzó a girarlo en su propio eje, moliendo los restos del jovén como si se tratara de una cucaracha cualquiera. Cuándo se sintió satisfecha, lentamente levantó el pié y una risilla divertida salió de su sonrisa dentada al ver qué en el agujero resultante sólo había escombros grava manchada de rojo y un trozo de metal retorcido más allá de cualquier forma reconocible.


Las personas no tenían modo de saber qué es lo que había pasado o las intenciones de esa mujer tan grande. Instintivamente supieron que era algo de temer.


—RAAAAAAWWWWR.— Hizo el intento de rugir pero su dulce voz, un poco chillona y aguda por naturaleza no parecía dar el ancho para uno que pudiese considerarse impactante. Torció los labios y entrecerrados los ojos, no muy confiada en su interpretación. —¿Muy suave verdad? Hmmm, ni modo.—


Más gritos y pánico alcanzaron los oídos de Lily, quién volteó su atención a la casa más cercana a su derecha, un padre de familia estaba empujando a su esposa y dos hijos dentro de la pequeña pero muy bonita casa de dos pisos. 


—Eso nos los va a proteger de Lilyzilla.~ 


Canturreo al cambiar levemente su posición para nuevamente levantar el pié, solo que ésta ocasión dejó el talón pegado en el suelo con tal de darles una sensación de su escala, mostrarles que son tan pequeños que toda su vida cabe fácilmente debajo de sus suelas y puede extinguirla sin mayor esfuerzo.


Ésta vez lo hizo con lentitud con tal de darles un espectáculo a los espectadores quiénes no podían o quizá no querían hacer nada al respecto. O al menos eso creyó, pues cuándo la suela oscura y sucia tocó el techo y éste crujió por la presión; escuchó un estruendo, un familiar sonido seguido de la sensación de haber sido picada, o más bien golpeada con una pequeña piedrita. 


Lily dirigió su atención a la incomodidad que apenas y le causó cosquillas, es tenue pero hay rastros de humo, siguió lo que creyó sería la trayectoria y ahí, al otro lado de la calle vió a un señor, posiblemente en sus cuarenta, caucásico, un poco pasado de peso y parcialmente calvo con un rifle en mano.


El típico América pro-armas.


—Eso fue grosero.—


Cruzó miradas con éste y sin romper contacto; dejó caer el pie sobre la casa. Éste cayó con la fuerza de una bola demoledora, arrasando con todo lo que hizo contacto y solo dejando un trozo diseccionado aún de pie, la pobre familia no se veían por ningún lado y en su lugar solo quedó un rastro rojizo cuándo Lily arrastro el pié hasta su posición original. 


Así giró su cuerpo y dió un paso en dirección al hombre que le disparó, éste, asustado no hizo el intento de correr, al contrario, recargó su rifle de manera torpe, pero para cuándo consiguió apuntar nuevamente, lo único que vió fue el blanco de la punta del tenis gigante. 


Una patada suave cargó la suficiente fuerza como para levantar la calle, hacerlo explotar como una chinche llena de sangre y de paso mandar a volar un auto que estaba estacionado en la cochera detrás. 


Algo que incluso la sorprendió a ella pues al ver el resultado llevó sus manos a la boca para cubrirse por un momento.


—Oh WOW, eso fue accidental, solo quería patearlo a él.—


Más no hubo disculpa, tampoco es que se sienta arrepentida o que los pequeños mortales la merezcan, en todo caso, fue un accidente feliz. 


—Pero bueno, si alguno más tiene armas, úsenlas, es más divertido si tratan de defenderse.~ 


Anunció al vecindario  que ahora estaba en caos total, personas, familias e individuos saliendo de sus casas y subiendo a los autos para huir, empujando gente y atropellando a otros en sus deseos por escapar y sobrevivir. 


—Sí, sí...corran, griten, pidan clemencia a Lilyzilla! Bwahahahaha...— Callo un momento y consideró nuevamente con el mentón apoyado entre el índice y pulgar. —No, eso tampoco se escucha bien.— 


Aparentemente se estaba esforzando por hacer el papel de monstruo gigante un Kaiju por decirlo de alguna manera. Algo obviamente innecesario considerando que ya ha asustado a todos en un radio de dos kilómetros. 


Mientras tanto, en otra parte del pueblo: 


La única estación de policía local parece estar ocupada, el mostrador, las oficinas, los teléfonos no dejan de sonar. Una de las oficiales encargadas de recibir reportes y despachar se abrió paso hasta la oficina del jefe. 


—Señor, tenemos muchos reportes de que algo pasa en la zona residencial al norte ¿No deberíamos enviar a alguien?—


El jefe de policía bajó el periódico para poner atención; es un hombre mayor, canas adornan su cabello de corte militar y porta unos anteojos para leer en el rostro 


—¿Y porque vienes a consultar? Envía a alguien.— 


—Es que...son raros — Continuó. 


—Oficial no sé leer la mente, tiene que decir lo que piensa.—


Luce grosero e impaciente, mas no es problema de actitud, solo no tolera la incompetencia. 


—Son reportes sobre una mujer gigante...—


A lo que el mayor levantó una ceja, ahora entendía la duda.


—Deben ser solo bromas de mocosos molestos, ignoralos.—


Acomodó el papel para volver a su lectura, pero en eso, otro oficial entró estrepitosamente a la estación, parece nervioso, asustado.


Llamó la atención de todos, un grupo de sus compañeros se le acercó.


—GIGANTE...U-UNA...—


Una gran sacudida retumbó en el edificio entero, polvo y tierra entraron al lobby desde una de las oficinas al costado del edificio, de ahí emergió alguien en uniforme, pantalón azúl pero camisa blanca, una mujer tosiendo y llena de polvo.


—¿Qué carajo está pasando aquí? —

Exclamó el capitán.


Varios se acercaron a ayudarla para sostenerla mientras un rezagado llevó el kit de primeros auxilios y en lo que la revisaban, apuntó a la habitación y cuándo la nube de polvo comenzó a dispersarse lo vieron; un auto.


Bueno, la punta de uno había atravesado el muro desde un ángulo inusual, muy elevado para el nivel de la calle. 


—¿Hola? Pueden escucharme?— llamó uno de los policías que se acercó al rescate de cualquiera que estuviese ahí dentro, pero al llegar a la puerta, se dió cuenta de que no había nadie dentro.


Una sacudida más fuerte, movió los cubículos y las lámparas colgantes, a lo que la mayoría de la fuerza salió a ver qué pasaba. 


Un grupo reducido (incluyendo el capitán) fue a la sección donde el automóvil se estrelló, primero por curiosidad, además de asesorar el daño, pero otros, miraron al horizonte con los ojos entrecerrados.


—¿Que mier...¡CAPITÁN! ¡CAPITÁN!—


Llamó uno de los oficiales.


—¿¡Que!? ¿No ves que estoy ocupado?—

Refunfuño antes de mirar en la misma dirección que el resto. 


Se puso pálido. 


La sirena de emergencia comenzó a sonar, esa que seu sa en casos de terremotos u otros desastres naturales. Anunciando a todos los habitantes del peligro inminente.


Chapter End Notes:

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