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Nunca he hecho esto antes, pero qué más da, que quede para la posteridad. Mi nombre es Alison, pero todos sobre la faz de la tierra me llaman Ally. Mido 1,70cm, tengo 17 y mi cabello es de color blanco lizo hasta los hombros, aunque me pinto un poco de rosa las puntas para tener algo de color en mí ya que mi piel es bastante pálida… Y qué más da soy una belleza, aunque lo diga yo jeje. Desde los 10 años sé que soy bruja, y aunque en este mundo eso es algo raro pero aceptado por la sociedad, la única que lo sabía aparte de mi fue mi mamá, quien también lo era. Ella nos crió sola a mí y a mi tonto hermano Amaro, mejor conocido por todos como Alfa. Para que ni él ni nadie sospechara de mis poderes, tuve que ir en secreto a Inglaterra constantemente desde entonces para que me enseñaran a usar mi magia en la academia, con la excusa de que tenía una enfermedad muy rara e invisible que sólo podía tratarse allí, y todos son tan lerdos que se lo creyeron. Desde entonces voy 2 veces al año por un par de meses allá, para entrenar y aprender nuevos hechizos y mejorar los que ya he aprendido, cosa que me va bastante bien salvo por ese molesto hecho de que cada vez que uso mi magia mis ojos se poner de color rojo, algo que según dicen le pasa a todas las brujas, y sólo las más experimentadas pueden llegar a evitar hacerlo, aunque es muy difícil ya que es algo que ocurre de forma involuntaria. Como sea, mis hechizos favoritos van siendo obviamente los de alteración de tamaño, son muy convenientes ya que podía llevarme todas mis cosas entre viajes sin pagar sobrepeso de equipaje, aunque lo que en verdad quería era encoger personas, chicos, y jugar con ellos como me plazca. No me interesaba mucho eso hasta que en primero de la academia debimos leer el Libro de Rachel, y ese relato aparte de enseñarme del viejo mundo, me calentó como no se imaginan. Desde entonces he encogido a mis compañeros de clase, tanto en la escuela de magia como en la real, borrándoles la memoria al día siguiente de nuestro “gran” encuentro. Fue divertido por unos 3 años, pero me terminé acostumbrando y se hizo aburrido, siempre era lo mismo, hasta que le pedí consejo a mis amigas.

Ellas son mi alegría más grande, Kanna, Diane, Sheila y sobre todo Jane, mi mejor amiga y quien más se parece a mí, de hecho ella tuvo la idea de que nos invitara a formar parte de estos “juegos de giganta”.

- ¿No lo sé, Jane, y si alguien se entera de lo que hacemos?

- ¿Nunca le diremos a nadie nada, no querríamos arruinar la diversión, verdad chicas?

- ¡Claro! –Dijo Diane.

- Pues sí. –Dijo Kanna.

- Pues no diré nada, pero no sé si me guste ese juego. –Dijo Sheila.

- ¿Bromeas? Mi hermanito el pervertido ha visto vídeos de gigantas, lo pillé el otro día y sí que era divertido la verdad.

- Bueno… No haría daño intentarlo, creo.

- ¿Ves? Todas te apoyamos en eso, aparte todo es mejor entre amigas ¿Qué dices Ally?

Obviamente acepté, y que bien que lo hice porque Jane y Kanna me enseñaron cosas bastante… Suculentas. Las posibilidades al encoger chicos en grupo eran casi infinitas, más aun cuando aprendía más hechizos y los usaba en nuestros juegos. Sobra decir que con el paso de los años nos volvimos más pervertidas, unas más que otras claro, pero todas amábamos jugar a la giganta… Oh bueno, así fue hasta hace 6 meses.

Otra vez me sentía fatigada desde hace 7 años que encogía chicos para “jugar” y desde hace 4 con mis amigas, pero la rutina atacó de nuevo. Sabía que dejarlo un tiempo y volver era la solución perfecta, viajar a Inglaterra cada año 2 veces me ayudaba a refrescarme, más aun cuando en los últimos años casi no encogí a nadie allí, me dediqué a perfeccionar mis hechizos y a pasar los cursos finales, ya que en ese viaje era mí último año, y mi último examen antes de ser una bruja completa. Hice mi tesis sobre hechizos de bucles temporales, una de esas películas de Marvel me dio la idea, y por suerte aprobé y me gradué. Volviendo a casa estaba con dudas de que seguiría en mi vida. Al ser bruja no necesitaba trabajar tanto como el resto, todo era más fácil, y con todo ese tiempo libre seguro mi lívido aumentaría, necesitaba pensar en algo para estar siempre caliente de aquí hasta el final.

Luego de unos meses en la misma rutina llegaron las vacaciones, mis primeras vacaciones reales desde que supe de mi magia, y encontrar algo nuevo pronto era necesario si no quería perder la puta cabeza, y por suerte así fue. La semana pasada la respuesta me salpicó por sí sola, lo digo así porque literalmente pasó así, mi hermanito invitó a sus amigos, los hermanos menores de mis amigas, mientras con ellas subíamos a hacer una orgía previa a los “grandes juegos”, y en eso mientras iba al baño escuché que había alguien, tenía que ser uno de los chicos pero no sonaba como si se estuviera cagando o meando, conocía ese sonido y me dio por abrir la puerta, en efecto se la estaba jalando con nosotras en el otro cuarto, y ni bien lo pillé se corrió sobre mí. Fui algo juguetona con él para fastidiarlo y salió corriendo, y fue ahí donde se me ocurrió el mejor plan de la historia, por lo que al día siguiente se lo conté a las chicas.

- ¡ENCOGER A NUESTROS HERMANOS! –Gritaron Sheila, Kanna y Diane.

- Claro, llevamos mucho tiempo haciendo lo mismo, hay que probar con algo muy diferente.

- P… Pero Ally, son nuestros hermanos, no podríamos…

- Nonononono, ese es el punto Sheila, no son “nuestros” hermanos, son los de cada una. No necesitamos que “nuestros” hermanos sean nuestros nuevos juguetes “sexuales”, solo que el resto lo sean, y con los nuestros no nos pasamos (tampoco es que quiera).

- Bueno si pero…

- Sheila, creo que Ally tiene razón. –Dijo Jane. –Debemos cambiar el panorama, pero eso si Ally, no creo que llamarlos juguetes sea lo mejor, con un juguete juegas hasta que se rompe y consigas otro, con ellos no podemos hacer eso, podemos hacerlo mejor, hagamos que ellos sean nuestros esclavos.

- ¿Esclavos? –Dijo Diane.

- Si, esclavos. Así los tendríamos a nuestra disposición siempre que queramos, no solo los fines de semana, no tendríamos que borrarles la memoria porque podemos obligarlos a callar, aparte si hacemos que se olviden cada semana que son nuestros esclavos, si se volvería algo aburrido y no queremos eso.

- Exacto, eso es lo que estaba pensando. Sólo tenemos que hacer que se vuelvan nuestros esclavos, pero debe ser por iniciativa propia, sino aún hay un riesgo.

- Bueno, yo pensaba en sólo obligarlos ¿pero cómo le hacemos, no tienes control mental, no?

- Pues no, ese hechizo no existe.

- ¿Entonces?

- ¡Ya se! –Dijo Kanna. –¿Y si hacemos que ellos lo disfruten tanto como nosotras? Kidomaru ya lo hace, seguro que con un poco de nuestro encanto podemos convencer al resto.

- Eso me gusta, Kanna, pero no olvides que son nuestros esclavos, estamos sobre ellos.

- Nunca, jijiji.

- Me gusta mucho esa idea, es perfecta, y Sheila, tu sabes que en el fondo quieres que sean nuestros encogidos.

- Bueno… Sí, en parte Diane. Pues si todas están de acuerdo yo me sumo también.

- ¡Está decidido!

Desde ese día nos la pasamos planeando todo, Jane me contó que sus papás viajarían por 2 semanas así que era la oportunidad perfecta para iniciar, en su junta del sábado. No sé si sería suficiente tiempo, pero tenía un as bajo la manga, como toda buena maga. A la par todas empezaron a preparar juegos y cosas para ello, ya que el sábado sería el primer día del resto de nuestras vidas.

El plan era sencillo, pondríamos el hechizo encogedor en una de las Pizzas, a Jane se le ocurrió ese mismo día cuando su hermano fue a pedírselas para la noche, antes de lamerle los pies, al inicio pensaba en solo encogerlos y ya, pero su idea era más “deliciosa”, sobre todo luego de que tocaron a la puerta de Jane para pedirnos las Pizzas por su cuenta, y Jane les pasó la que estaba embrujada. Pocos minutos después sentimos unos pequeños estruendos en el piso de abajo, el hechizo estaba listo, así que bajamos y vimos que las Pizzas sin una mordida estaban en el piso junto con la ropa de los chicos. Los buscamos y agarramos en nuestros enormes puños, era increíble, a quienes teníamos en las manos era a nuestros hermanos inconscientes.

- ¡Genial! No puedo esperar… –Dijo Diane.

- Ni yo, ¿puedes guardar la Pizza encogida, los trozos y la ropa, Jane? Es tu casa.

- Déjamelo a mí. –En eso Jane colocó a su reducido hermano dentro de sus bragas y empezó a juntar las cosas, mientras nosotras subíamos arriba y dejábamos a los chicos en el piso, al medio del cuarto. En eso Diane, Kanna y Sheila se cambiaron. Diane se puso un “Sailor Suite” Negro con un listón rojo en el cuello, como los que salen en el Anime, aunque con 80% más escote. Era parecido al que tenía Jane, aunque ese era un uniforme negro regular y a diferencia de las medias sucias de Jane, Diane estaba descalza y (como todas) sin falda ni pantalones. También Kanna estaba descalza, llevaba la parte superior de un traje de dominatriz personalizado con líneas rojas y braceras blancas, junto con unos moños negros sobre su cabello corto, lizo y violeta. En eso Sheila se puso una minifalda roja y se quitó el abrigo, vistiendo por arriba ahora solo una blusa blanca muy corta que enrolló en el escote, dejando ver su tierno abdomen, también se quitó sus zapatos cafés quedando solo con calcetines blancos, sin mencionar sus lindas pulseras. Por mi parte me quité la minifalda azul que traía, quedando vistiendo sólo mi playera blanca que me quedaba algo grande, cuyos bordes coloqué dentro de mis bragas y pantimedias, unas largas de Nylon negro y algo sudadas.

En lo que acabamos de cambiarnos llegó Jane y sacó a su hermanito de sus bragas y lo arrojó al piso, donde no tardó en despertar y con él a sus amigos. Demoraron un poco pero terminaron viéndonos sobre ellos, sus miradas de sorpresa y terror en serio me calentaban mucho, pero me calmé y les dije una versión resumida de mi “historia de origen” a lo que luego Jane les contó nuestro plan de que se volvieran nuestros esclavos por iniciativa propia, omitiendo detalles importantes, claro, no hay que arruinar la sorpresa.

Esto ya había iniciado, así empezó nuestra aventura con estos chicos quienes vimos crecer, lo suficiente como para que tengan edad de complacernos como es debido, o eso espero. ¡En serio esto va a ser tan divertido que no puedo esperar!...

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