Julia [Español / Spanish] by Hagane No
Summary:

Historia GTS en Español

Julia, una chica aparentemente normal, esconde un gran secreto.

Ed, el héroe de nuestra historia, lo descubre en forma casi accidental.

Este secreto los unirá en formas hasta entonces inimaginables.

A pesar de que sus gustos no son del todo similares, Julia puede cambiar eso, y muchas cosas más...


Esta historia esta fuertemente influenciada por el trabajo de Darien Fawkes en "Alright I'll Go With This". En mi opinion la mejor historia del sitio, a pesar de permanecer incompleta.

Es la primer historia que escribo relacionada con la temática de GTS. Cualquier retroalimentación es bienvenida.

Etiquetas: Adolescentes (13-19), Aventura, Pechos, Exploración de Cuerpo, Culo, Aplastamiento/Aplastar, Destrucción, Aprisionamiento, Pies, Gentil, Humillación, Cambio de Tamaño Instantáneo, Olores, Esclavo/Esclavitud, Vore/Comer, Boca/Saliva, Giganta, Encogimiento/Encogido.


Categories: Teenager (13-19), Adventure, Breasts, Body Exploration, Butt, Crush, Destruction, Entrapment, Feet, Gentle, Humiliation, Instant Size Change, Mouth Play, Odor, Slave, Vore Characters: None
Growth: Amazon (7 ft. to 15 ft.), Brobdnignagian (51 ft. to 100 ft.), Giant (31 ft. to 50 ft.), Mega (501 ft. to 5279 ft.), Mini GTS (16-30ft), Titan (101 ft. to 500 ft.)
Shrink: Doll (12 in. to 6 in.), Dwarf (3 ft. to 5 ft.), Lilliputian (6 in. to 3 in.), Micro (1 in. to 1/2 in.), Minikin (3 in. to 1 in.), Munchkin (2.9 ft. to 1 ft.)
Size Roles: F/f, F/m, FF/m
Warnings: Following story may contain inappropriate material for certain audiences
Challenges: None
Series: None
Chapters: 19 Completed: No Word count: 27756 Read: 10091 Published: January 30 2024 Updated: February 07 2024

1. Capítulo 1: Confusión by Hagane No

2. Capítulo 2: En clase de matemáticas by Hagane No

3. Capítulo 3: En la selva by Hagane No

4. Capítulo 4: La diosa by Hagane No

5. Capítulo 5: Alabanza by Hagane No

6. Capítulo 6: Las ofrendas by Hagane No

7. Capítulo 7: Revelación by Hagane No

8. Capítulo 8: Digno by Hagane No

9. Capítulo 9: Tortura by Hagane No

10. Capítulo 10: Las llaves by Hagane No

11. Capítulo 11: Ejercicios by Hagane No

12. Capítulo 12: Enfermo by Hagane No

13. Capítulo 13: Indecisión by Hagane No

14. Capítulo 14: La competencia by Hagane No

15. Capítulo 15: Limpieza by Hagane No

16. Capítulo 16: El interior by Hagane No

17. Capítulo 17: La caminata by Hagane No

18. Capítulo 18: El secreto by Hagane No

19. Capítulo 19: La cita. Parte 1 by Hagane No

Capítulo 1: Confusión by Hagane No
Author's Notes:

Los primeros dos capítulos son algo lentos. Su objetivo es presentar a algunos de los personajes, el contexto de su relación e introducir aspectos de misterio a la historia hasta la gran revelación en un capitulo futuro. Como indique en la descripción, esta es mi primer historia, así que cualquier retroalimentación es bienvenida. En este primer capítulo NO HAY CONTENIDO SEXUAL.

“… Creo que lo lanzan el otro año, pero, de todas maneras aun no tengo el PS5, así que no importa.” Nos dice Dani a mí y mis compañeros de clase. Reviso la hora en mi reloj – 1:16 – parece que el profesor viene con un retraso importante.

La clase debió haber iniciado a la 1:05, todos los estudiantes nos encontramos afuera del salón de clase, esperando a entrar a dos largas, y sin lugar a duda aburridas, horas de “fundamentos del pre cálculo”.

En el pasillo se escuchan los murmullos de las conversaciones que sostienen mis demás compañeros de curso, separados en los variados grupos que suelen crearse en el ambiente colegial. En una formación de circulo me encuentro yo… esto… ¿aún no me presento, verdad?

Mi nombre es Edward, pero casi todo el mundo me llama Ed. Tengo 18 años y estoy cursando el último año del colegio; como dije me encuentro a las afueras de la clase de matemáticas, la última del día viernes. Como es normal, a pesar de estar a punto de entrar a la clase más tediosa del currículo, la gente tiene ese tono de alegría que solo puede ser causa del fin de semana que se avecina.

A la espera de que llegue el profesor, me encuentro con mi grupo de amigos, el ya mencionado Dani, o Daniel, un chico alto, con piel morena y un cabello liso que se encuentra peinado hacia un lado, unas facciones finas y unos ojos rasgados que lo hacen ver amigable. Es bastante popular con las chicas del curso, lo cual le recriminamos yo y mis otros amigos a modo de broma, aunque no puedo evitar sentir cierta “honestidad”, y hostilidad tras estos ataques.

A su lado se encuentra Andrew, de apodo Andy, con su pálida piel y su cabello negro y largo; cabello que le suele traer problemas con los miembros de la facultad y el profesorado, quienes insisten que “…no se ajusta al código de vestimenta del colegio…”; no obstante su personalidad y actitud despreocupada le parecen haber permitido mantener su cabello de esta manera durante todo el año.

Entre Andrew y yo, se encuentra Leonardo, al cual solemos llamar Leo, con su figura delgada, su pálido rostro sobre el cual se encuentran un par de gafas, y  un pequeño mechón rubio que sobresale de su rizado cabello y le recae sobre la frente. Es quizá el chico más inteligente del curso, sin embargo no se comporta como un “esnob” y de hecho es bastante abierto a todo tipo de conversación y actividad juvenil que se le plantee.

Por ultimo estoy yo, con mi estatura promedio, mi cabello de un castaño oscuro, ondulado e imposible de peinar; unas facciones que no me hacen el más guapo del mundo (nariz ligeramente aguileña, ojos de un café tan oscuro que no sobresaltan ni sobresalen, y una cara redondeada que, según me han dicho, me hacen parecer bastante “gracioso”, lo cual parecía no tener la intención de ser un insulto, pero que me ha carcomido desde entonces).

Mientras mis amigos siguen hablando avivadamente sobre videojuegos (quizá mi hobby favorito junto a la lectura), pierdo el hilo de la conversación. Mis ojos siguen los movimientos del castaño cabello de Julia, una chica pequeña (quizá de 1.55 m. de estatura), con unos redondos glúteos, unos pechos modestos y unas facciones que a pesar de no ser particularmente sensuales, la hacen ver sumamente atractiva. Ojos de un azul muy claro, labios lo suficientemente grandes, una nariz pequeña con una adorable forma de botón en la punta, y un puñado de pecas que parecen iniciar en el puente de su nariz y se riegan elegantemente sobre sus mejillas.

Sin lugar a dudas se dirige a su grupo de amigas, pero al pasar junto a nuestro grupo no puedo evitar notar que me ve por unos segundos y me dedica una pequeña sonrisa.

Llega tarde, como es usual, pero como también parece ser usual la suerte la acompaña, pues unos segundos después de su entrada llega el profesor, sudoroso, murmurando excusas sobre su tardanza a la desinteresada multitud que forma el estudiantado. Todos lo seguimos al interior del salón y tomamos nuestros asientos designados a la espera del inicio de lo que muchos debemos considerar el peor tipo de tortura.

Me siento en mi pupitre, en la esquina derecha del fondo del salón. Junto a mí una ventana me permite observar el despejado cielo azul que hace alardes de una soleada pero fresca tarde de octubre. Frente a mí, tomando su propio asiento, espío el lacio cabello de Julia.

Aunque no podría decir que es mi amiga, pues rara vez conversamos fuera de clase, las diversas asignaciones y trabajos en pareja de este curso en particular han hecho que me acerque a esta hermosa chica.

Luego de poner sus cosas sobre la mesa, se vuelve hacia mí y me pregunta sin rodeos: “¿Pudiste terminar los ejercicios?”.

Rápidamente se forma un vacío en mi estómago. ¿Cómo pude olvidarlo cuando hoy corresponde la revisión? Julia debe haber notado mi expresión de sorpresa, pues de lo siguiente que soy consciente es que me está dando su cuaderno con las soluciones.

- “Copia rápido, de todas formas somos los últimos a los que llama.” No es la primera vez que nos copiamos, ya en otras ocasiones Julia me ha sacado de un apuro, y yo he hecho lo propio, con menor frecuencia he de decir…

- “Gracias, te debo una.” Le digo por lo bajo

– “Lo sé” me responde con una sonrisa.

En el entretanto el profesor se coloca al frente del salón y con su monótona voz nos indica:

- “Empiecen con los ejercicios del capítulo 6, estaré llamándolos para hacer la revisión individual de los realizados el martes.” Se sienta en su escritorio y aclama:

-“Señor Rossi (mi apellido), pase por favor.” En cuanto las palabras salen de su boca Julia se vuelve para mírame con una evidente expresión de desconcierto.

La misma emoción siento en mi interior mientras observo la patética página del cuaderno en la cual únicamente se encuentra plasmado uno de los cinco ejercicios que olvidé hacer. No soy el mejor en matemáticas, y sé que este despiste me podría costar hasta un 5 por ciento de la nota.

El profesor es un hombre justo, otorga el porcentaje aun si el resultado o el procedimiento son incorrectos, pero no tolera los trabajos incompletos, a los cuales suele colocar un brillante y rojo cero.

La frustración hace que deba cerrar los ojos por unos segundos y dar un silencioso pero largo suspiro. La voz del profesor, que debe haber intuido mi casi imperceptible demora, rápidamente me devuelve a la realidad:

-“Si no terminaron el trabajo ni si quiera venga a mi escritorio, ya saben que puntuación les corresponde…”.

Efectivamente, lo sé. Me obligo a abrir los ojos para mirar mi hoja y pensar en alguna excusa de por qué hacen falta esos estúpidos ejercicios… cuando me doy cuenta de que todos ellos se encuentran desarrollados en la hoja sobre la cual, hace unos segundos, no había ni un rastro de tinta o grafito.

Restriego mis ojos pensando que estoy teniendo una alucinación. Pero todo sigue ahí, la tinta indeleble y el grafito con los rasgos ligeros que me han criticado diversos profesores. Indudablemente es mi letra, pero ¿Cómo? No solo no recuerdo haberlo hecho, sino que las hojas vacías que presencie hace un momento hacían fe de mi irresponsabilidad.

Toco el papel con cierto temor, todo se siente normal, incluso la…

- “Ed, el profesor te está llamando para la revisión.” Las palabras de Julia me sacan de mi fijación con las respuestas que parecen haber salido de la nada. Mecánicamente me levanto y me dirijo al escritorio del profesor con mi cuaderno abierto en esas misteriosas ecuaciones.

Mientras deposito mi cuaderno en la superficie de vidrio frente al profesor, este me ve a la cara y con un tono compasivo que nunca le había escuchado me pregunta:

- “¿Está usted bien? Tiene un tono pálido muy preocupante, debería ir a la enfermería para que lo vean…”

Hasta escuchar estas palabras soy consciente del punzante dolor de cabeza que tengo. Decido hacer caso de la sugerencia y disculpándome salgo a toda velocidad del aula.

Llego al baño sudando frio. El dolor de cabeza aun no desaparece, aunque parece estar perdiendo su agudeza. Me miro al espejo y compruebo que el profesor tenía razón, estoy pálido y sudoroso, como si tuviese fiebre. Me apoyo en el lavamanos y cierro los ojos.

¿Cómo aparecieron esas respuestas en mi cuaderno? Lo más preocupante es que esa era mi letra, en algún momento mi puño dibujo las complicadas ecuaciones que requería el capítulo 5 que trabajamos el martes.

Siento que me estoy volviendo loco, y las oleadas de dolor en la sien parecen renovar sus energías, sacándome un quejido apenas audible.  Aun con los ojos cerrados abro la llave y me lavo la cara. La fría agua me devuelve un poco de la cordura que en menos de 5 minutos parecía haberse esfumado por completo. Empiezo a controlar mi respiración, dándome cuenta en el proceso de lo agitado que estaba, y el dolor de cabeza poco a poco se va.

Una voz femenina llama desde fuera del baño.

– “Ed ¿Estás ahí?”.

Abro los ojos para verme al espejo y respondo con toda la tranquilidad que este mareo me permite: “Si, salgo en un momento.”

Me vuelvo a lavar la cara. Comprobando en mi reflejo que ya no parezco estar muriendo de fiebre decido abrir la puerta. Una preocupada Julia me espera afuera.

– “El profesor se molestó porque no volvías de la enfermería, así que me envió a verificar que estuvieras bien. Cuando no te encontré vine aquí.”

¿Se molestó? Pero si llevo fuera menos de 5 minutos.

– “¿En serio? Creo que los 5 minutos que he estado fuera ni siquiera dan tiempo para ir y volver”. Le respondo, con una sonrisa forzada que pretende esconder el malestar que aun abunda en mi interior.

Con una cara de sorpresa, curiosidad y, estoy loco o hay también un poco de temor, Julia me responde cautelosamente:

- “Has estado fuera por al menos media hora.” ¿MEDIA HORA?! Debo de haberme puesto pálido de nuevo, porque el tono de Julia solo expresa temor cuando me pregunta:

- “¿Te encuentras bien? Bueno, no luces particularmente bien…”. No es temor, es culpa lo que puedo notar en su voz.

A pesar de ser yo el enfermo no puedo evitar asegurarle con toda la energía de la que dispongo:

- “Estoy bien, en serio.”

Su sonrisa no se corresponde con su mirada, que aun parece algo taciturna. Como no responde nada más, y yo me encuentro exhausto, también me reservo las palabras y simplemente nos dedicamos a caminar juntos a clase.

Al llegar al salón, Julia le explica rápidamente al profesor que me encontró cuando ya estaba saliendo de la enfermería. Con la intención de dejar atrás la incómoda interacción de hace unos momentos, le susurro:

-“Supongo que ahora te debo dos.”

Aunque no puedo ver su cara, su tono denota la presencia de una sonrisa:

- “Lo sé.”

El sonido de una fuerte campanada indica que son las 3:00, y con ello, el final del día lectivo.  Como es viernes todos mis compañeros están contentos y hablan animadamente sobre sus planes para el fin de semana.

Mis amigos se acercan a preguntarme si estoy bien y si deseo salir con ellos más tarde. Me limito a contestar que estoy bien y a rechazar la invitación argumentando que me encuentro algo cansado.

Cansado ni siquiera se acerca a como me siento.

La caminata de vuelta a mi hogar, que como hoy suele ser solitaria, me obliga a meditar sobre todo lo ocurrido en las últimas dos horas. Después de pensarlo durante el viaje, que no dura más de 20 minutos, decido que simplemente no hay una explicación posible.

Entro a mi hogar. Como es costumbre no hay nadie, mis padres se encuentran en sus respectivos trabajos, y no estarán aquí hasta las 5:00 de la tarde. Perfecto, sinceramente no me apetece hablar con nadie.

Mientras me lavo las manos y recaliento la comida cariñosamente preparada por mi madre pienso en los sucesos de mi última clase. Mientras pondero la posibilidad de algún tipo de intervención divina, también entra en mi cabeza la extraña actitud que portaba Julia durante y después de lo sucedido.

Al sonar la campana aún se le notaba triste (o quizá preocupada); cualquier otro viernes se hubiese reunido de inmediato con sus amigas para salir juntas de la clase a hacer quien sabe qué. Pero hoy, se volvió, me dijo una breve despedida y se fue, completamente sola.

Las punzadas de dolor en la sien hacen que decida dejar todo aquello de lado, comer, y recostarme un rato.

End Notes:

Gracias por leer! Cualquier recomendación en cuanto al estilo de escritura, el formato, el contenido, etcétera, es bienvenida.



Capítulo 2: En clase de matemáticas by Hagane No
Author's Notes:

Los primeros dos capítulos son algo lentos. Su objetivo es presentar a algunos de los personajes, el contexto de su relación e introducir aspectos de misterio a la historia hasta la gran revelación en un capitulo futuro.

Los molestos pitidos de mi alarma me informan que son las 6:00 de la mañana del día lunes. El fin de semana se fue en un suspiro, pero no puedo quejarme, me dio el tiempo suficiente para terminar todo el trabajo incompleto de matemáticas, y también me permitió recuperarme del inquietante malestar.

Me ducho, como mi desayuno, me despido de mis padres y me dispongo a caminar hacia el colegio.

Son las 7:40 cuando finalmente llego, 10 minutos antes de la primera clase. Veo a mi grupo de amigos, enfrascados en una aparente discusión, así que me dirijo hacia ellos. No obstante una radiante Julia me intercepta en el camino:

 -“Hola Ed ¿Cómo te encuentras?”

No puedo evitar sonreír cuando le respondo:

- “Me encuentro fabulosamente ¿Qué tal tú, como pasaste tu fin de semana?”.

Ella me devuelve la sonrisa:

-“Algo aburrida, no pude salir por los estúpidos deberes de mate…”

 – “No me hables de matemáticas, entre lo sucedido el viernes y la tarea, mis ganas de vivir se han visto considerablemente reducidas.”

A mi nerviosa risa se une la suya:

- “Estaba muy preocupada por ti, de verdad parecías estar enfermo.” De nuevo esos pequeños indicios de culpa en su voz.

Con toda honestidad le respondo:

- “Te repito que estoy perfectamente, sinceramente ni siquiera recuerdo qué sucedió.” En parte es verdad, mis recuerdos sobre lo sucedido aquella tarde son insalvablemente nebulosos.

 –“Pues me alegro de escucharlo, nos vemos luego.” Y con un breve ademan de despedida me deja para reunirse con su grupo. Yo hago lo mismo, sin poder evitar pensar en que este bombón estaba preocupada por mí. Que parecía estar legítimamente consternada por lo que fuera que me pasara.

Con este conocimiento me dispongo a afrontar la semana, más contento que de costumbre.

El día lunes transcurre sin ningún otro evento que merezca la pena mencionar. Las clases son aburridas, y las conversaciones con mis amigos tan estúpidas (y divertidas) como siempre.

Es martes a la 1:00 de la tarde. De nuevo estamos esperando al profesor de matemáticas, cuando unos toques en el hombro me sobresaltan.

- “Vengo a cobrar los favores que me debes, préstame tu cuaderno.” Me dice Julia juguetonamente.

- “Pensé que habías hecho los deberes durante el fin de semana y que por eso no pudiste salir.” Arremedo sus pucheros en las últimas palabras.

Con una falsa indignación me contesta:

–“Bueno solo quiero revisar que mis respuestas estén bien, además me lo debes”

– “¿Quieres comparar tus respuestas con las mías? Pensé que tenías claro que apesto en matemáticas.”

– “Está bien, no hice la tarea. Pero no mentía cuando dije que no pude salir el fin de semana.” Dice en forma defensiva,  sonrojándose un poco.

  –“No pasa nada, en todo caso prefiero saldar mi deuda de una vez.” Mientras le entrego mi cuaderno, llega el profesor y la multitud lo sigue dentro del salón en una desordenada fila.

Cuando todos estamos en nuestros lugares el profesor da la indicación de continuar trabajando con el capítulo que sigue y advierte sobre la revisión. Mientras veo a Leo dirigirse al escritorio del profesor, me concentro en sacar mis cosas y ponerme a trabajar.

Mientras rebusco los útiles en mi mochila, que se encuentra en el suelo al lado de mi pupitre, otra cosa reclama mi atención.

Julia, perdidamente concentrada en copiar mi trabajo, juega distraídamente con sus mocasines. La forma del calzado le permite sacar y reintroducir su delicado pie, girándolo, sosteniéndolo con la punta de sus dedos, o directamente reposando sus piecitos fuera de los zapatos.

Esa danza, imperceptible para cualquier ser humano normal (y cuerdo), es como un canto de sirena para mi… simplemente no puedo apartar mi atención de ella.

Aquello despierta la atención de otra parte de mi cuerpo. Tengo que hacer un esfuerzo consciente para dejar de mirar aquel erótico espectáculo y volver a la sosa aritmética.

Imágenes de esos hermosos pies con medias grises hasta las rodillas siguen danzando en mi cabeza, y de vez en cuando sigo robando miradas discretas (espero que sean discretas) de mi compañera.

Esa es otra de las ventajas de estar detrás de Julia, cuando se concentra su deliciosos pies salen a jugar de la prisión que representan aquellos mocasines, de uso obligatorio para las chicas del colegio. En mi mente agradezco a quien quiera que haya tomado esa decisión, pues la forma del calzado les permite a mis compañeras despojarse fácilmente de ellos y deleitar a los desgraciados como yo.

Mientras me encuentro envuelto en estas sensuales fantasías, un extraño sueño que prácticamente impide a mis parpados mantenerse separados me invade. Y con ello vuelven los punzantes dolores de cabeza que creía haber dejado atrás.

Me recuesto un momento sobre mi libro, y sin saberlo ni quererlo me quedo profundamente dormido.

End Notes:

Tengo bastante de la historia escrito. La decision de dividir en capítulos es tanto para mi comodidad como la de los lectores. Espero que disfruten y reitero que cualquier retroalimentación se agradece.

Capítulo 3: En la selva by Hagane No
Author's Notes:


Cuando despierto no estoy en mi clase de matemáticas. En verdad, no tengo ni idea de donde estoy. Me encuentro acostado en el suelo, boca abajo. La superficie parece ser de piedra, pero no una piedra procesada o tratada, piedra cruda y completamente natural. Hay poca luz, pero de todos modos decido ponerme en pie.

Con la confusión inicial no me había dado cuenta de que estoy completamente desnudo. El frio y los nervios me hacen tiritar; además empeoran mi dolor de cabeza… mi dolor de cabeza… su molesta presencia me hace dudar por un momento.

 Empezaba a asumir que estaba en uno de esos sueños lucidos, pero la textura de la piedra en mis manos y pies descalzos, junto con el punzante dolor, empiezan a dibujar una posibilidad en principio impensable. Que estoy despierto y todo esto es real.

Analizo mis alrededores. Estoy en algún tipo de cueva. Hacia un lado veo una fuente de luz que, sospecho, viene de la entrada.  En la dirección opuesta la penumbra se convierte en una profunda y amenazante oscuridad. Hacia arriba lo poco que puede deslumbrarse del techo revela su textura lisa, igual al suelo y las angostas paredes.

Entonces, desde el lado de la luz, escucho lo que únicamente puede ser descrito como el sonido de trompeta, o algún otro instrumento de viento. No es un sonido natural, pues se nota cierta estructura en él, por muy básica que sea.

Sin saber qué más hacer, y con cierto temor a que de aquella profunda oscuridad se manifieste alguna criatura hostil, decido caminar hacia el exterior. 

Mi desnudez aun me desconcierta. Afortunadamente, mientras camino, encuentro en el suelo un par de hojas unidas por una fina liana. Cuando lo levanto me doy cuenta de que es un “taparrabos”. Decido ponerme la improvisada prenda y seguir andando hacia la luz.

La intensa melodía vuelve a sonar, debo estarme acercando pues se escucha con mayor estruendo. Poco a poco me aproximo a la apertura. En verdad, la presencia de seres humanos hostiles es quizá peor que la de cualquier bestia salvaje; pero ponderando las opciones que tengo decido seguir, después de todo es imposible que esto esté sucediendo realmente ¿Cierto?

En el exterior la luz solar me toma desprevenido. Mientras mis ojos se adaptan al resplandeciente brillo, noto personas a mí alrededor. Cuando por fin puedo ver bien me llevo otra sorpresa, frente a mí se encuentran los chicos y chicas de mi curso; todos y cada uno de ellos con vestimentas de hojas apenas funcionales para tapar sus zonas más sensibles. Se encuentran de pie, haciendo una formación en círculo alrededor de Stephanie (la chica más empollona de la clase, razón por la cual fue elegida como presidenta) que parece estar dando algún discurso en voz muy alta desde un improvisado podio.

Detrás de la extraña escena se erige una inmensa estructura. Parece un edificio. Su base es cuadrada, aunque no veo puertas ni ventanas. El prisma (pues la altura es mayor que el ancho) se erige 20 metros, y de la arista más alejada sobresale una sola pared que desde la base debe rozar los 40 metros.  Unas escaleras, en lados paralelos del prisma, acceden cada una a dos plataformas de madera que se asientan sobre él, y conectan en la parte baja de la pared.

Me cuesta imaginarme para qué podría usarse un monumento de tales características. Sin embargo, creo que esa es la menor de mis preocupaciones.

Cuidadosamente me acerco al grupo. Veo que detrás de la presidenta se encuentra Leonardo junto a un enorme instrumento. Sin lugar a duda el origen de aquel alarmante sonido.  Estoy lo suficientemente cerca como para captar lo que dice Stephanie

– “…este semestre la ofrenda ha de ser doble, pues mi ama me ha dicho, personalmente, lo inconforme que estaba con la cosecha anterior. Hoy, al ser el alba, nuestra diosa despertó de su reposo y me envió, como su mensajera que soy, a haceros saber sus requerimientos. Tenéis media hora antes de su celestial llegada.”

Al finalizar se baja del podio, camina un par de metros y se introduce en una pequeña casucha de madera con un gracioso techo de enormes hojas.

Me surgen mil dudas, pero mis compañeros de clase empiezan a movilizarse de inmediato, como si tuviesen absolutamente claro lo que deben hacer. De entre la multitud un Andrew demasiado desnudo para mi gusto se me acerca y me pregunta con toda naturalidad:

 - “¿Dónde estabas? La enviada se puso como loca cuando notó que faltaste a la convocatoria.”

Los nervios ganan a cualquier otro impulso, y pregunto: -“¿Qué está pasando? ¿En dónde estamos?”

 –“Por favor, deja de perder el tiempo, no tenemos mucho para terminar los preparativos…” Adusto se aleja de mí, como si me hubiese sacado de toda duda posible. Buscando alguna respuesta coherente, interrogo a mis demás compañeros de clase. Algunos me repiten lo dicho por mi amigo, otros solo me miran con apatía, sin dirigirme la palabra.

Alrededor del claro en el cual nos encontramos se extiende una espesa selva. Descarto adentrarme en ella, pues dudo que pueda encontrar a más personas. Estaré más seguro con estas extrañas versiones de mis conocidos.

Leo ya no se encuentra junto al instrumento, y de hecho no lo veo por ninguna parte. Podría entrar en la casucha, pero algo me dice que la repelente personalidad de Stephanie solo se ha visto multiplicada por el trance en que parecen encontrarse los demás.

Al borde izquierdo del claro se forma un nuevo grupo, aunque no todos participan de él. Un largo y enmarañado cabello me dice que Andrew se encuentra en esta pequeña multitud. Parece estar tan loco como todos los otros; de todos modos empiezo a caminar hacia mi amigo.

–“Deseo presentarme como candidato.” Escucho decir a Dani, a quien no había notado al lado de Andy. Laura, una rubia a la que debo haber dirigido tres palabras en todo el año, se le acerca, introduce su pulgar derecho en un recipiente con algún mejunje purpura que lleva en la otra mano, y le hace una gran marca en el pecho, y otra en la frente.

Andrew pronuncia exactamente las mismas palabras, y le sigue el mismo procedimiento. Así con cinco chicos más. Mientras tanto Dani se me acerca y con la misma perplejidad que reflejaba Andy cuando me vio por primera vez pregunta:

-“¿Vas a ofrecerte?“

 –“¿De qué mierdas estás hablando?” La confusión ha dado paso a la rabia. ¿Por qué diablos todos hablan así?

–“Entonces ¿Por qué estás en la zona de ofrendas?... Como quieras, tengo que ir a formarme con el resto.” Con un leve trotado sigue a Andy y los demás chicos al centro, frente al podio.

Mi aturdida mirada se topa con Laura a unos centímetros de mi rostro:

-“Que la majestuosidad de la diosa te llene de valentía y la aptitud para servirle.” Introduce su índice en la espesa sustancia purpura, y con la intención de marcarme como a mis compañeros, lo acerca meticulosamente a mi pecho.

“Estoooo… no gracias…” Intento apartarme de mi compañera. Por alguna razón, tengo un mal presentimiento sobre ese extraño mejunje.

“No hay por qué temer, es un impulso normal y natural”. Me dice en forma obstinada, intentando acercarse a mí.

“¡Déjame en paz!” La intento sostener con ambas manos, lo cual causa que el recipiente se derrame sobre su tonificado cuerpo.

“¡Maldito idiota! Se lo diré de inmediato a la enviada.” La furiosa chica se aleja hacia el centro, por donde se fueron mis compañeros antes.

Frustrado decido refugiarme de esta panda de perturbados dentro de la cueva en que desperté. No me había fijado antes, pero la apertura de la cual emergí hace unos minutos es tan solo una de varias decenas que se encuentran insertas en una enorme y lisa ladera. Los ángulos rectos en todos sus lados sugieren que aquella tampoco es una formación natural.

La perplejidad provocada por este nuevo descubrimiento me impide advertir la llegada de Stephanie y Laura, de las cuales solo la primera esta modestamente vestida con la indumentaria de hojas. Laura se ha despojado de sus ahora manchadas hojas, y camina sin ninguna modestia por su falta de ropa.

 –“Así que tenemos a un desobediente. ¿Pretendes retar la palabra de tu diosa, insecto?” Me cuesta mucho trabajo procesar las palabras de Stephanie con Laura tan desnuda a su derecha.

¿Me ha llamado insecto?

Mientras intento entender aquel intercambio, la presidenta de mi salón, sin ninguna advertencia, tira de mi apenas funcional vestimenta, destruyéndola. Apenas soy consciente de mi desnudez cuando Laura me marca el pecho con más de aquel mejunje morado, del cual solo resta un poco en el pequeño tazón.  Ambas se alejan sin decir nada más.

¿Qué mierda está sucediendo? Es todo lo que me puedo repetir antes de que se vuelvan a escuchar las simples notas que produce el extraño instrumento. La dispersa muchedumbre vuelve a formarse en el centro, alrededor del podio de Stephanie.

Por mi lado, decido seguir mi camino hacia las cuevas. Cualquiera servirá de escondite. Estoy a pocos pasos de una de las aperturas, cuando dos fuertes pares de brazos me detienen por detrás. Giro la cabeza para ver que Daniel, y otro fornido compañero, Cristian, me intentan retener.

Poco puedo hacer para oponerme mientras me arrastran hacia la multitud.

*BUM* *BUM* *BUM* Mientras tiran de mí, una serie de nuevos y estruendosos sonidos se suman al ambiente. Su intensidad crece gradualmente, como si se acercaran poco a poco.*BUM* *BUM* Con ellos, lo que al principio era un imperceptible zumbido en el suelo, pronto se transforma en un rítmico temblor.

Al llegar al centro, quienes me detuvieron me depositan junto a los otros chicos marcados, de rodillas frente al improvisado podio de la presidenta. Dani adopta la misma posición a mi lado, y Cristian se retira con el resto de la clase, que ahora se alinea en un semicírculo a nuestras espaldas.

Quiero ponerme de pie, pero las vibraciones del suelo prácticamente me lo impiden. Me mantengo de rodillas, derrotado por la situación.  

–“Preparaos para la llegada de vuestra diosa, a quien debéis alimentos y cobijo. Arrodillaos ante su presencia, aceptad con humildad su voluntad y adorad su divino cuerpo...” Exclama Stephanie frente a mí.

*BUM* *BUM* *BUM* Sigue hablando, pero el sonido de lo que solo pueden ser las pisadas de un ser inexplicablemente enorme ahoga su voz.

Entonces la pared de enormes y robustos árboles que tenemos a nuestra izquierda se abre de par en par como una teatral cortina.

End Notes:

¿Qué sera lo que se acerca? ¿Acaso el autor le saco cualquier vestigio de misterio a la historia colocando el nombre de su personaje principal como titulo? Descúbralo en el siguiente capitulo.

Capítulo 4: La diosa by Hagane No
Author's Notes:
Al fin aparece una giganta en la historia ¿quién será?

De entre los gigantescos árboles asoma una figura inconfundiblemente humana. No obstante, sus dimensiones roban cualquier rastro de humanidad a aquella criatura. Desde sus pies, hasta el tope de su cabeza, debe medir unos 35 metros de altura. Le suman otros 3 metros lo que solo podría describir como una corona, que reposa sobre su cabeza.

El contraluz impide descifrar su apariencia, sin embargo el contorno de su figura es distinguiblemente femenino. Caderas anchas, una cintura estrecha que conecta con un busto notable, y este con una cabeza de cabello largo y lacio. Unos muslos gruesos pero definidos y unas pantorrillas que terminan en unos pequeños y delicados pies descalzos. Sin lugar a duda estoy ante una mujer, o una criatura que aparenta ser tal.

Una criatura divina si las palabras de Stephanie llevaban razón.

Quienes me acompañan de rodillas no están viendo aquella fascinante entrada. Todo lo contrario. Sus cabezas están inclinadas hacia abajo, y sospecho que sus miradas no se han desprendido del suelo.

A mis espaldas la formación en semicírculo ha desaparecido y mis compañeros se dedican a colocarse, en posición de alabanza, formando una especie de pasillo hacia el frente de la exótica estructura. Otros tantos suben las precarias escaleras a ambos lados del monumento.

Mis excesivos movimientos deben haber llamado la atención de Stephanie, que parada en el podio se vuelve hacia mí y con su pie izquierdo me hace inclinar la cabeza igual que mis acompañantes. El rudo despliegue de mi compañera de clase, además de la presencia de su descalzo pie en mi cuello, hace despertar mi libido, a pesar de lo absurdo de la situación.

Noto como mi pn empieza a endurecerse.

La gigantesca figura comienza a moverse en dirección a la estructura. Aunque la presidenta evita que lo mire directamente, noto como la giganta pasa sobre nosotros cuando su cuerpo obstruye momentáneamente la luz solar. Además, llueven sobre nuestros cuerpos restos de hojas, raíces y tierra, que supongo se desprendieron de las enormes plantas de sus pies.

Los pasos se detienen, un último y estruendoso sonido sucede

*BUM*

Todo queda en silencio por lo que deben ser unos segundos, pero parecen varios minutos. Ni siquiera los ruidos de la espesa selva que nos rodea son audibles. Por fin la presidenta retira su pie de mi cuello, salta del podio y se dirige a toda velocidad hacia la estructura.

Ya sin restricciones, pero aun de rodillas (el miedo torno en gelatina mis piernas), me vuelvo hacia la estructura para observar lo que sucede. Solo entonces caigo en cuenta de que aquel monolito de piedra no era ningún edificio.

No, no, no.

Se trata de un asiento, o quizá sea más preciso llamarlo un trono. Sobre él se ha sentado la enorme mujer. A sus pies mis compañeros empiezan a dividirse en dos grupos, colocándose cada uno frente a una gigantesca pierna. Stephanie les está dando instrucciones.

Quienes subían las escaleras han llegado a sus destinos. Aquellas plataformas de madera revelan ser braceras, sobre las cuales reposan los antebrazos y manos de la denominada diosa.

Con la luz bañando su figura, puedo ver que su cara se encuentra oculta tras una intrincada máscara de aspecto tribal; además puedo distinguir su vestimenta.

Sobre sus pies descalzos, unas cadenas que sospecho son de oro decoran sus delicados tobillos. En el pie izquierdo, de la ajorca sale otra cadena que conecta con un anillo, también de oro, colocado en el dedo de en medio de su hermoso pie. Los dedos siguen una perfecta línea descendiente, desde el grande hasta el meñique. En el pie derecho un anillo plateado, supongo que de plata, abraza su dedo grande, y otro idéntico su dedo de en medio.

Nada cubre sus gruesas piernas, y solo al llegar a sus partes íntimas puede verse una falda muy corta, elaborada con grandes hojas meticulosamente hiladas. Su plano pero firme abdomen también esta descubierto, y sus senos únicamente cuentan con dos hojas, una en cada pecho, para ocultar el pezón.

Por lo demás, su espalda está completamente desnuda. Su cabello lacio y castaño está suelto, y llueve sobre hombros y espalda. Además de la máscara, vislumbro la impresionante corona, cuyas incrustaciones de piedras preciosas resplandecen reflejando el abrasante brillo solar.

Quizá Stephanie tenía razón, y si no la tiene, no puedo culparla por la confusión. Aquel ser aparenta ser divino…

Capítulo 5: Alabanza by Hagane No

Junto al inmenso miedo que siento por aquella criatura, existe en mi otro sentimiento, otra reacción diametralmente opuesta: deseo sexual. Ya no tengo duda, estoy en un sueño, y además uno de los buenos. Lo realista de la experiencia únicamente estimula más mi libido.

Mi cerebro debe estarme recompensando por el dolor que mi hizo pasar la última vez que estuve en clase de matemáticas…

Un momento, creo que me dormí en clase. Un nuevo temor se apodera de mi subconsciente, y con toda fuerza deseo que ni mi profesor, ni la dulce Julia u otro compañero me saque de esta surrealista experiencia.

Julia… es la única compañera a la cual no he visto en este sueño; quizá el cariño que siento por ella evita que se inserte en tan indecente despliegue de desnudez.

Mientras pensaba en todo esto, Stephanie vuelve a posicionarse frente a los ocho que quedamos en el centro, todos marcados con aquella extraña pintura morada y aun de rodillas. No había prestado atención a las marcas hasta ahora, en el pecho de Dani observo una especie de espiral, y en su frente un corazón. Lo mismo para mis demás acompañantes.

Sin embargo en mi pecho se encuentra, claramente, un solo circulo, totalmente cerrado, y dentro de él una equis; además no se me hizo ninguna marca en la frente. Debo estar señalado por haber ido en contra de la voluntad de aquella majestuosa criatura.

–“Arrastraos hacia vuestra diosa. No sois dignos de caminar en su presencia”. Sin rechistar mis compañeros obedecen esta nueva orden de la presidenta de clase.

Mientras observo como mis compañeros y amigos realizan aquella humillante muestra de absoluta sumisión sin dudarlo ni por un segundo, siento el ahora reconocible pie de Stephanie en la espalda.

-“No querrás enfurecer más a tu diosa imbécil. ¡Arrástrate!”

La actitud y palabras de quien en el mundo real es una tímida y reservada chica me producen una nueva erección. Con el miembro a medio mástil decido seguirle el juego, haciendo caso a sus demandas.

Como los que me presiden, pongo mis rodillas y manos en el suelo. Me dirijo hacia la enorme mujer en un patético gateo. Mientras me arrastro no puedo evitar pensar que aquella supuesta deidad no ha producido más ruido que el de su tranquila respiración.

 Ahora que la escucho, esa respiración, igual a la de un ser humano normal pero mucho más fuerte en razón de su tamaño, me transmite cierta tranquilidad. Como cuando el latido del corazón de las madres relaja al bebe tendido sobre su pecho.

A gatas, con las rodillas y palmas de las manos adoloridas pero aun portando una firme erección, me detengo junto los demás marcados, en medio de los pies de la enorme mujer.

Aunque mis acompañantes una vez más están de rodillas y tienen la vista clavada en el suelo frente a ellos, yo no puedo evitar deleitarme con la forma, el tamaño e incluso el aroma de estos poderosos pies.

Las saludables y despintadas uñas se encuentran perfectamente cortadas. Los arcos no son altos, pero son fácilmente distinguibles. No se notan las deformaciones propias de un apéndice puesto bajo grandes esfuerzos, ni siquiera resaltan venas en el empeine.

La visión de aquellos enormes pies, su mera presencia ante mí, hace que mi erección llegue a su punto culmen. Noto como se humedece la cabeza e incluso un espasmo obliga a encorvarme.

Adopto la posición que tienen los chicos a mi lado, en parte para ocultar mi obvia emoción, y en parte para no enfurecer más a Stephanie, que ya se acerca por detrás. Aunque no puedo verlo, siento como se clavan en mi espalda las miradas de Stephanie y de la giganta frente a mí.

–“¡Alabad!” Grita Stephanie tras nosotros, y de nuevo, sin rechistar ni por un segundo mis compañeros hacen los movimientos propios de una alabanza a la divinidad.

Como no sé qué más hacer los copio. Con las rodillas flexionadas debajo de mi cuerpo, mi culo tirado hacia atrás, y mi torso y brazos tan al frente como puedo, me coloco como lo haría el más ferviente creyente religioso.

Cada vez que levanto el cuerpo, y con ello mi mirada, la visión de esta enorme belleza me emociona más y más.

Mi miembro parece haber adquirido vida propia y no obedece a mis órdenes de mantenerse abajo. La tentación de masturbarme es tanta, que opto por cerrar los ojos para huir de aquella lasciva presencia.

Parece funcionar, aunque el aroma que sin lugar a duda expiden este par de titanes es suficiente para mantener atento a mi pene.

Seguimos así por unos minutos hasta que Stephanie, tras nosotros, espeta:

-“Basta”.

Solo entonces me atrevo a abrir los ojos. Craso error.

Parte de los dos grupos que habían formado mis otros compañeros en la base del trono ahora se dedican a frotar, masajear y limpiar las plantas de aquellos hermosos pies.

La visión de sus plantas, ligeramente enrojecidas y sucias por el contacto con el duro suelo de tierra; la pálida y cremosa piel, a salvo del suelo en los arcos; ver a un montón de pequeñas personas (en comparación con la giganta) tocando con fervor cada centímetro cuadrado de los magníficos gemelos… Es demasiado para mi embotado cerebro.

Levantados sobre sus talones, estos pies se erigen unos 4 metros de alto, haciendo parecer a mis compañeros aún más diminutos.

Sin pensarlo mi mano derecha se dirige a acariciar mi miembro, que ha adquirido toda su dureza otra vez; pero antes de que pueda hacerlo, dos pares de brazos me levantan bruscamente.

Esta vez Cristian se encuentra acompañado de Jose, otro fornido estudiante de mi curso. Cuando me dan la vuelta me doy cuenta de porque Dani no está asistiendo a mi detenimiento.

Este, junto a Andrew y mis otros cuatro compañeros, se encuentran atados de pies y manos cada uno a una serie de palos de al menos dos metros y medio de altura, recientemente clavados a varios metros del titánico trono.


Mis captores me arrastran hacia la última estaca, la única vacía, mientras Laura prepara las gruesas lianas que serán mis ataduras.

End Notes:

Si han leído hasta aquí, agradecería que me dijerais que os han parecido las caracterizaciones y descripciones (de los lugares, personas, situaciones, etcetera). En todo caso, cualquier otra retroalimentación se agradece!

Capítulo 6: Las ofrendas by Hagane No

Me sostienen de espaldas contra la gruesa madera, uniendo mis manos y pies alrededor de la misma. Con más fuerza de la que esperaba, Laura ata mis extremidades a la estaca, suspendiéndome sobre el suelo por unos 20 centímetros con los resistentes nudos. A ello complementa una última que pasa por debajo de mis costillas, asegurándome firmemente a mi prisión.

Definitivamente no quieren que me desprenda de aquí, sea por accidente o a propósito.

La vulnerabilidad que sentía antes no se compara en nada con la que experimento en estos momentos. Mi miembro, aun duro por el erótico espectáculo que se encuentra en desarrollo ante mis ojos, ahora saluda a una indignada Stephanie, que se ha colocado frente a nuestros amarrados cuerpos.

– “Alabad con vuestra mirada a nuestra diosa. Pronto esta procederá a elegir entre sus ofrendas… y castigara a quienes no se sometieron a su voluntad.” Estas últimas palabras las recita mientras me mira directamente.

Creo que el mensaje está bastante claro.

Como puedo, veo a mi lado para verificar que hacen quienes me han acompañado por esta bizarra travesía. Al igual que yo hace unos momentos, se encuentran absortos en el bizarro escenario. Siguiendo sus miradas todos se enfocan en distintas partes de la enorme mujer.

No pudiendo hacer mucho más, yo también me dedico a observar que hacen mis demás compañeros al cuerpo de esta giganta. Las estacas se encuentran a unos 15 metros del trono, lo cual me permite observar la totalidad de la escena.

Algunos de los que subieron las braceras se encuentran montando un mecanismo de poleas con la ayuda de otros compañeros que se encuentran en el suelo.

Frente a los divinos pies de la diosa ha aparecido un gran cuenco (de unos 2 metros de diámetro y 1 metro de alto) y una sarta de instrumentos. Cuando el sistema de poleas está listo, los improvisados obreros suben, a cada bracera, unos cuencos más pequeños y un set de herramientas muy similares, por no decir idénticas.

Cuando todos los que trabajaban en el mecanismo vuelven a subir las escaleras a ambos lados del enorme asiento, escucho el llamado del instrumento que, ahora sé, sopla Leo.

Una vez más Stephanie toma escena central y, tan fuerte como puede, grita:

- “¡Iniciad con la ornamentación!”

Todos los presentes en el trono empiezan a utilizar aquellos instrumentos sobre las manos y pies de la gigantesca figura. Me toma un momento darme cuenta de que básicamente le hacen la manicura y pedicura.

En forma apresurada, y más ordenada de lo que serían capaces en la vida real, mis compañeros se dedican con gran esmero en hacer aún más perfectas las uñas de manos y pies. Otros se dedican a restregar con enormes cepillos de piedra pómez la ya de por si delicada y tersa piel de sus pies.

Grandes brochas se sumergen en el contenido de los cuencos, y cubren las limadas uñas con una viscosa sustancia transparente.

Con brochas de menor tamaño (quizá sería más apropiado llamarlas pinceles), cuatro compañeros (uno para cada mano y pie) le dibujan detalles con el mismo mejunje purpura que marca mi pecho.

La giganta exhala un suspiro de placer, el primer sonido distinto a su respiración normal, y se hunde más cómodamente en su trono.

Cualquier movimiento de este titán hace retroceder ligeramente a quienes la atienden, temerosos de ser aplastados o heridos por sus masivos movimientos; pero más asustados aun de faltar el respeto alejándose demasiado.

Aquel sonido me obliga a despegar mis deseosos ojos de sus pies. Cuando levanto la mirada a su rostro no puedo evitar notar como los enormes ojos que se ocultan tras la máscara, en apariencia de un azul claro, están dirigidos directamente hacia mí…
End Notes:

Gracias por leer!

Capítulo 7: Revelación by Hagane No
Author's Notes:

Siento que el tamaño de los capítulos sea tan fluctuante, como podrán haber visto si han leído toda la historia, me gusta terminar cada uno con un pequeño "cliff hanger" o algo que introduzca al siguiente.

La posición, las ataduras y la enorme belleza frente a mi hacen doler distintas partes de mi cuerpo. Mi libido, aun insatisfecho, ha mantenido mi miembro tan erecto que lo incomodo de mi postura parece perder su importancia.

Sin embargo, con mis manos firmemente atadas, poco puedo hacer para atender lo que mi cuerpo tan desesperadamente me implora.

Lo realista que es todo me descolocan un poco. Nunca antes había tenido un sueño tan vivido. Todas las sensaciones, desde el tacto de las lianas en mis muñecas y tobillos, hasta el húmedo ambiente selvático o el brillante sol sobre mi rostro; parecen tan reales que me dejan sin aliento.

La contraposición entre esta variedad de sensaciones, y lo imposible que resulta el resto de la situación (desde la giganta sentada frente a mí, hasta la multitud formada por mis compañeros de clase, todos y cada uno de ellos obedientes de cualquier instrucción que implique servir a la gigantesca mujer) me remonta a la confusión que experimente el viernes pasado.

Aquel día también ocurrieron dos eventos incomprensibles, ambos tan reales como el cereal que comí esa misma mañana.

El profesor colocó un enorme y rojo “10” a los ejercicios matemáticos que aparecieron de repente sobre las hojas de mi cuaderno; y al llegar al salón luego de mi visita al baño, comprobé que efectivamente habían pasado unos 35 minutos desde mi apresurado escape.

“Pero no tienen comparación.” Me digo hacia mis adentros.

Aquellos sucesos pueden explicarse en forma bastante razonable. Quizá lo aburrido de los deberes aritméticos borraron mi recuerdo de su desarrollo. Cuando abrí las páginas de mi cuaderno simplemente no esperaba ver las ecuaciones y por ello, en un inicio, no las encontré.

Luego, es posible que me desmayara durante mi visita al baño sin saberlo. Después de todo mi aspecto indicaba los clásicos síntomas de la fiebre, que algunas veces se ven acompañados por desmayos.

Nada de lo que observo ahora frente a mi inmóvil cuerpo es posible, no existe explicación razonable.

“Es un sueño. De hecho, es el mejor sueño de tu vida”. Me digo, a modo de conclusión. La presencia de la giganta, la belleza de sus atributos, y especialmente de sus pies, me hacen imposible ver alguna otra cosa más que las maquinaciones de mí pervertida mente.

Mientras daba vueltas a todo esto en mi cabeza, los dedicados trabajadores que se ocupaban de la giganta parecen haber concluido sus labores. Los ubicados en las braceras de madera empiezan a bajar los implementos utilizados para la manicura con las poleas, y una vez realizado esto, unos pocos desmontan el sistema.

Frente a nosotros, quienes se ocupaban de los pies también recogen el cuenco y demás herramientas, depositándolas dentro de la casucha.

Cuando todo esta listo tras nuestros postes se reúnen todos mis cansados, pero satisfechos, compañeros de clase. Los marcados quedamos entre la multitud y la diosa.

Stephanie se coloca a unos metros por delante de nosotros, y enunciando con autoridad exclama:

- “Altísima diosa, por favor acepte nuestras humildes ofrendas. Ante su divinidad se encuentra siete valientes tributos. Y marcado con un círculo, el que se atrevió a retar su palabra. Procederemos con la entrega.”  

Tres chicas, Mariana, una chica morena de baja estatura con un lustroso cabello negro, Luisa, con sus saltones ojos verdes, y Amanda, una belleza de ascendencia latina con un gran trasero; se acercan a nosotros con unos cuencos llenos de un polvo rojo. Sin consultar arrancan las prendas de quienes me acompañan, dejándonos a todos completamente desnudos.

Con las manos empiezan a cubrir con los polvos el cuerpo del primer atado. Todos los demás se dedican a observar, en silencio.

Uno a uno quienes se encuentran a mi izquierda son bañados en el misterioso polvo.

Cuando llega mi turno, las tres chicas se paran frente a mí, y sin mediar palabra, se dedican a empolvar mi cuerpo. No diría que lo hacen en forma brusca, pero tampoco hay nada delicado en sus movimientos.

Más bien parecen mecánicos, como si un trio de robots se ocupara de la tarea. Incluso cuando llegan a mis partes íntimas las frotan y untan con total indiferencia, en trazos rápidos y precisos.

El contacto de los polvos con el glande de mi pene produce un incómodo ardor. Siento que estoy a punto de explotar. El asalto a mi miembro se detiene antes de que suceda nada mas (no sé si agradecer o maldecir), dejándome aún más desesperado que antes.

Mientras terminan por cubrir mis piernas, la presencia de sus manos alrededor de mi erecto pene me produce un dolor en la zona abdominal que me arrebata la respiración. Necesito acabar, el deseo ha dado paso al delirio.

-“Por favor” les susurro a mis compañeras sin pensarlo.

Pero estas se contentan con terminar su trabajo sin si quiera mirarme a la cara, y  se retiran para fundirse con la multitud. Mientras intento mantener la cordura, una placida Stephanie exclama otra instrucción:

- “Ante su divinidad, hermosa diosa, disponemos nuestras ofrendas.”

Tras estas breves palabras, Cristian y Jose salen apresuradamente de la multitud y se dirigen a mi acompañante en el extremo opuesto de los alineados trozos de madera. Con un gran esfuerzo sacan la estaca del suelo, a la cual se encuentra firmemente atado Miguel, y con paso lento pero seguro se encaminan hacia la giganta.

Llegados a la base del trono, clavan la estaca en medio de los pies de la enmascarada. Cristian y Jose se retiran hacia atrás con exageradas reverencias, volviendo al centro.

La presidenta, a quien no vi subir a la bracera derecha del trono, aclama desde lo alto:

 -“Nuestra diosa acepta esta primera ofrenda. Como símbolo de su divina voluntad y agradecimiento, nos revelara su majestuoso rostro. Mostraos agradecidos por si quiera estar en su presencia.” Esto último es tanto un aliento como una orden.

La multitud, y mis restantes acompañantes exclaman vítores, aplauden e incluso llego a escuchar algún grito.

Complacida con esta muestra de reverencia, la gigante mujer levanta los brazos, dirige sus manos detrás de la cabeza y lentamente deshace el enorme nudo que mantiene en su lugar la tribal mascara.

Disuelto el nudo, toma con ambas manos la dramática careta, retirándola poco a poco. Sostengo el aliento, de hecho creo que todos lo hacemos pues el silencio otra vez reina en el claro.

Rápidamente, de un solo movimiento, se quita la totalidad del artefacto para revelar a todos los presentes sus hermosas facciones.

Ojos de un azul muy claro, labios lo suficientemente grandes, una nariz pequeña con una adorable forma de botón en la punta, y un puñado de pecas que parecen iniciar en el puente de su nariz y se riegan elegantemente sobre sus mejillas.

End Notes:

Espero que les guste el rumbo de la historia!

Capítulo 8: Digno by Hagane No

Mientras todos vuelven a vitorear esta revelación, mi respiración aun no regresa. Ante mí, con 35 metros de altura, el atuendo más revelador posible, una expresión placida y sensual en su rostro se encuentra Julia.

Nunca me he sentido especialmente atraído por mi compañera. Si bien me resulta imposible negar que sea guapa, otras chicas han acaparado la atención de mis más íntimos deseos a lo largo de los años en el instituto.

Entonces lo entiendo.

Claro que estoy soñando. Antes de caer en aquel extraño letargo los danzantes pies de Julia enfermaban todos mis pensamientos. Mi cerebro transformo aquellas últimas imágenes en el sueño más erótico que recuerdo haber experimentado.

Los movimientos de la diosa… digo de Julia, reclaman mi atención.

Una vez la multitud guarda silencio, la castaña chica dirige su mirada a Miguel, que se encuentra atado, y completamente extasiado, a sus pies.

Aun sin pronunciar una sola palabra, extiende su brazo, se agacha ligeramente para alcanzar, y como si estuviese arrancando una pequeña brizna de hierba, levanta la enorme estaca por la base.

Con sus delicados dedos, Julia sostiene lo que desde aquí abajo pareciera ser un pequeño palillo. Resulta abrumadoramente surrealista el que uno de mis compañeros de clase, un chico algo bajo (de unos 163 cm) pero grueso, se halle fuertemente atado al trozo de madera, probablemente rezando para que sus ataduras resistan y no lo dejen caer a una muerte casi segura.

La estaca, o más bien el chico sujeto a ella, tienen toda la vigilancia que ejercen aquellos enormes ojos azules. Como si lo inspeccionara Julia lo acerca mucho a su rostro, cerrando ligeramente sus parpados y frunciendo el ceño para ver mejor al pequeño Miguel.

En silencio, termina su examen y clava el poste en la bracera derecha, a lado de donde sigue parada Stephanie.

 –“ ¡No es digno!”, espeta esta última.

Más que su mensajera, la presidenta parece ser la intérprete de Julia, que no ha pronunciado ninguna palabra aun. Sin necesitar otra orden, Jose y Cristian desprenden la siguiente estaca de la húmeda tierra y la cargan a los pies del trono.

El proceso se repite. La gigantesca chica toma lo que para ella es solo un palillo, examina a la persona atada a él, y lo coloca con ligereza en su bracera, a lo cual Stephanie grita:

“ ¡No es digno!”

Así sucede con 3 de nosotros (Miguel, Adrián y Lazlo). Es el turno de Andrew, y por algún motivo me pongo nervioso a pesar de que los “no dignos” parecen estar intactos al lado de Julia.

¿Qué sucede con los que si son “dignos”?

La gigantesca mujer aun no revela sus intenciones, pues mi amigo tampoco lo es, y ya a los pies de Julia se encuentra la siguiente ofrenda representada por Steven.

Cuando solo quedamos Dani y yo, ninguna de las ofrendas han sido dignas. Veo como Cristian y Jose retiran a mi amigo y lo llevan a la masiva sombra que ahora proyecta el trono.

Deben haber pasado cerca de dos horas desde que desperté. El sol, siguiendo su trayectoria usual, se posiciona detrás del monolítico asiento.

Durante este pequeño periodo mis pensamientos y emociones se diluyen en confusión, temor, dolor, admiración… pero por sobre todo, excitación. Desde que se me ato al trozo de madera que ahora me sostiene, mi pene ha estado tan erecto que empieza a doler.

No puedo evitarlo, el más simple movimiento de Julia, su revelador atuendo, la forma en que los perfectos dedos de sus pies tamborilean distraídamente el suelo… todo ello envía renovadas olas de placer por mi espalda, y más frustración a mi ignorado miembro.

Pero hay algo más. Su actitud hacia nosotros.

Es evidente que nos considera seres inferiores, con los cuales no deben desperdiciarse gloriosas palabras; los cuales no merecen ser vistos a la cara más que para ser inspeccionados de cerca, a escasos metros (que para ella deben ser unos pocos centímetros) de sus enormes y enjuiciadores ojos.

La enorme mano se dirige a la estaca que sostiene a mi alto y fornido amigo. Ver como Daniel, que en la vida real saca al menos dos cabezas a la pequeña Julia, ahora se encuentra desnudo, atado e indefenso ante la toda poderosa voluntad de nuestra compañera de clase resulta hipnotizante.

Nunca me he sentido particularmente atraído por el BDSM, la dominación, o ese tipo de parafilias; pero por alguna razón todo este despliegue me ha resultado increíblemente erótico, y mi incansable miembro hace prueba de ello.

Debo cerrar los ojos, dejar de ver esta espectacular escena antes de que pierda la cordura. Con los ojos apretados, y la cabeza hacia el suelo, escucho a Stephanie pronunciar unas palabras hasta ahora extrañas:

 -“Queridos siervos, ¡la ofrenda es digna!”.

Gritos y vítores a mis espaldas. Levanto la cabeza para observar que significa esto para mi amigo.

La titán aun sostiene la estaca de Dani, lentamente lo baja de la altura de sus ojos hasta tenerlo cerca de sus suculentos labios; labios que se parten para revelar una adorable lengua color rosa.

Imitando a una enorme serpiente, el órgano se acerca a la forma de Dani y, como si fuese un caramelo, empieza a lamerlo. Poco a poco (a largos y húmedos lengüetazos) retira el polvo que cubre el pequeño cuerpo de su siervo.

Lo que en un principio parecen ser gritos de dolor, o al menos de un profundo miedo, pronto desvelan ser gemidos de auténtico placer. Mi pobre amigo es fácilmente subyugado y sometido por el enorme órgano rosa.

Gritos de puro éxtasis, que parecen formarse en lo más profundo de su ser, suben rápidamente por su garganta y escapan su boca.

Por primera vez Julia pierde aquel aire de absoluta superioridad, y se dedica a introducir su desocupada mano izquierda por dentro de la falda de hojas. Mi mente ni siquiera puede comprender lo que está sucediendo.

Me pierdo en los apenas audibles gritos de mi amigo, y los más poderosos gemidos de placer que emite la giganta. Mis manos, desesperadas, intentan liberarse de las gruesas lianas que las hacen prisioneras.

Mi pene reclama ser tocado.

Pero me imposible, no puedo hacer más que quedarme boquiabierto mientras la adorable (pero imponente) Julia se masturba, sin ningún tipo de consideración a mi precaria situación.

Sin previo aviso aparta a Dani de su boca y pronuncia, o más bien susurra, sus primeras palabras:

“Aun no, esclavo.”

Cada acción de mi compañera me hace descubrir un nuevo estado de excitación. El desdichado Daniel pasa del éxtasis a la desesperación, a la súplica. Pero el siervo no puede acabar antes que su diosa, y es que esta aún se encuentra enfrascada en introducir y sacar varios dedos de su vagina.

Intentando no mover con demasiada violencia al diminuto chico en su mano derecha, el cuerpo de mi gigantesca compañera se contorsiona por el placer. Sus piernas se apartan ligeramente y se ponen rígidas. Los magníficos dedos de sus pies se flexionan y hacen aparecer en la lisa piel de sus plantas varias decenas de arrugas y pliegues. Su cuerpo sufre espasmos, la respiración se torna cada vez más rápida…

Julia acelera el paso de sus tocamientos, y en dos o tres minutos un estruendoso chillido que sale de su enorme boca nos hace saber que logró su cometido. Su rostro esta sudoroso, su pelo ya no es perfectamente liso, sino que está algo húmedo y ligeramente desalineado.

Después de jadear por unos segundo mira el palillo que aun sostiene delicadamente en sus dedos. Con cierta malicia y una sensual sonrisa en sus labios, pronuncia su segunda orden:

“Ahora.”

Sin tocarlo, o acercarlo a su boca; manteniéndolo a lo que para él deben ser varios metros de distancia de su rostro, veo como mi amigo es preso de los espasmos de una potente eyaculación.

Cuando termina (en todo los sentidos) Dani está totalmente derrotado, pendiendo de sus ataduras sin ninguna fuerza en el cuerpo.
End Notes:

Nunca había escrito nada tan explícito. Espero que sea del agrado de quienes disfrutan de estas historias.

Capítulo 9: Tortura by Hagane No

Envidia.

Es el único sentimiento que tengo para con mí jadeante amigo. La frustración sexual que he experimentado en los últimos minutos me ha hecho rabiar, estoy furioso. Pero ¿con quién?

Con el imaginario y desnudo Daniel; o con la gigantesca Julia, cuya existencia es aún más inverosímil. Quizá con Stephanie, pues ella me ato a esta estaca. Por supuesto todo ello carece de sentido.

Ni si quiera me doy cuenta de que Cristian y Jose están a mi lado y empiezan a trabajar en desprender mi prisión.

Como a los demás, me cargan sobre los hombros hasta los pies de Julia. Cuando llegan proceden a clavar, con gran precisión, el enorme trozo de madera en el lugar por el cual ya pasaron siete de mis compañeros.

Julia me mira con curiosidad, apacible y somnolienta, probablemente producto del orgasmo recién disfrutado. Stephanie interrumpe el encuentro de nuestros ojos proclamando:

- “Por último, presentamos ante su divinidad al traidor que desobedeció su voluntad. ¿Cómo desea castigarlo, mi diosa?”.

Una pícara sonrisa se dibuja en su cara.

- “Atadlo.”

Es todo lo que dice mi gigantesca compañera. ¿Atarme? Creo que eso ya sucedió hace bastante tiempo. Una burlesca Laura se aproxima por mi derecha, con una fina liana entre los dedos.

Sin previo aviso, con gran rapidez y precisión, amarra la suave planta alrededor de mi erecto pene; para ser preciso, lo ata justo debajo del glande.

Sé lo que hizo, y la fuerza con que aprieta el nudo (lo suficiente para detener ligeramente el flujo sanguíneo, pero no lo suficiente para hacerme mucho daño) me lo confirma. A las renovadas olas de excitación causadas por el roce a mis partes íntimas, se une un ardiente dolor en donde se encuentra este nuevo amarre.

Satisfecha con su trabajo, Laura se retira por donde vino. Miro a mi exhausto miembro, ahora totalmente incapaz de eyacular por más estimulación que se le dé.

Unos dedos, cada uno del grueso de un tronco, aparecen frente a mí. Las uñas, perfectamente limadas, reflejan la luz del sol. Las puntas del índice, el dedo del medio y el pulgar toman la base de mi estaca (y con ella parte de mis piernas) y como si pesara un par de gramos, la arrancan de la tierra.

A una velocidad vertiginosa asciendo hasta quedar suspendido ante la lujuriosa mirada de Julia. Sus enormes ojos azules inspeccionan mi cansado cuerpo (que no es particularmente atlético), luego se concentran específicamente en mi aun (dolorosamente) erecto pene, y por último en la labor realizada por Laura hace un momento.

Aunque no puedo verlo bien, creo que esto último arranca otra sonrisa de sus labios.

Lo único que cabe en mi visión es el enorme rostro de mi compañera. Inspecciono sus facciones, que a pesar de su tamaño mantienen su fina delicadeza. La totalidad de su cabeza es al menos dos o tres veces mi tamaño. Los dedos que aun sostienen la parte baja de mis piernas son suaves, aunque los noto un poco húmedos por la transpiración.

Solo puedo concentrarme en uno de sus ojos a la vez, debido a la cercanía y magnitud. Esperando a que haga lo que desee con mi cuerpo, la miro a su ojo derecho. Su pupila está directamente dirigida a mi rostro. Noto como la tardanza en su siguiente acción es producto de una profunda meditación.

 ¿Qué hará conmigo?

Luego de lo que parece ser una eternidad, y sin decir nada más, la desocupada mano izquierda (que huele fuertemente a sus fluidos vaginales) se aproxima a mí. El índice, con cierta indecisión, se acerca a mi pene y lo empieza a tocar.

Hacia arriba, hacia abajo, lo aprieta contra mi abdomen y lo suelta; sin ninguna clemencia la yema de su dedo masajea mi palpitante pene. Con la uña frota delicadamente desde los testículos hasta el glande, una y otra vez.

Si lo de antes podía ser considerado tortura, no sé qué nombre dar lo que experimento en estos momentos. La sensación que antecede a la eyaculación, la cual empieza desde la pelvis y viaja lentamente hasta la cabeza del pene, se detiene en aquella maldita atadura realizada por Laura. 

Por minutos soy presa de las asombrosas caricias de Julia, y aparejado con ello, del dolor que produce no poder expulsar el semen de mis ahora sensibles testículos.

El asalto sobre mi miembro se detiene, y como si pudiese leerme la mente, pasa a acariciar con el mismo dedo mis dos huevos. Empiezo a gritar, gemidos de placer se confunden con gritos dolor, suplicas y ruegos; todos dirigidos a lo oídos sordos de mi torturadora.

Esto debe ser una pesadilla.

Si las sensaciones experimentadas abajo, fuera del alcance de esta vil criatura con la apariencia de Julia, eran hasta cierto punto disfrutables; lo que vivo ahora me hace pensar que morí y termine en el infierno por hacer caso a todas mis perversiones.

Esta no es una diosa, es un demonio despiadado.

Mi tortura debe tardar menos de cinco minutos; para mí ha sido interminable. La giganta me aleja de su cuerpo y puedo comprobar que en su rostro efectivamente hay una sonrisa.

Aunque odio todo lo que me ha hecho, estoy más excitado que nunca. Mi pene pulsa, dispuesto a explotar en cuanto se libere la prisión a la cual está sometido. Mis testículos quedaron tan sensibles luego del cruel ataque, que el mero rozamiento con mi entrepierna me envía escalofríos por la espalda.

Satisfecha con mi suplicio, Julia me lleva frente a su boca, la abre y me coloca, con todo y estaca, sobre su suave lengua.

Gruesas gotas e hilos de saliva acusan una salivación excesiva y revelan que disfruta mi presencia dentro de su boca. La superficie de su lengua no es completamente lisa. Su gran tamaño me permite distinguir cada una de las papilas.

Con el órgano rosado en el que yazco, se dedica a romper fácilmente mis ataduras al trozo de madera que me mantenía captivo. Un par de dedos se introducen a su boca y toman la ahora mojada estaca, dejándome en absoluta soledad.

Procede a sacarla, y por los apenas audibles gritos y vítores de mis otros compañeros, supongo la muestra sin mí en ella. La enorme apertura de su boca, que me permite vislumbrar brevemente sus rectos dientes, empieza a cerrarse, dejándome en  penumbra.

El ambiente es húmedo, el olor no es malo, de hecho huele ligeramente a chicle de menta. Mientras estoy sobre su lengua, inmovilizado por el terror, me doy cuenta de que mis manos por fin son libres.

El miedo que siento no me impide buscar el nudo que ahorca mi glande, para dar fin a esta tortura. A pesar su gran tamaño, no hay espacio suficiente dentro de la boca para ponerse en pie.

Como puedo me hinco sobre la irregular superficie rosa. Los pocos segundos que tardo en encontrar y deshacer el intrincado nudo se me hacen eternos. En cuanto quito la odiosa liana, mi mano derecha, como mandándose sola, empieza a acariciar y jalar de mi adolorido pene (la saliva que impregna todo mi cuerpo es un excelente lubricante).

De rodillas, encorvado, en completa oscuridad y con el regular sonido de la respiración de este magnífico ser me masturbo furiosamente. No puedo aguantar mucho, el orgasmo que se ha trabajado por horas me produce violentos espasmos. Mi semilla se funde con la viscosa saliva, tornándose indistinguible de aquella.

El alivio que siento es indescriptible. Toda la presión acumulada en mi pelvis se libera, y la breve claridad luego de la eyaculación me permite meditar sobre toda esta experiencia. En este momento me encuentro tendido en la suave y gigantesca lengua de Julia, que no se ha movido desde que cerró sus labios.

Del paladar se desprenden viscosas gotas de saliva que me salpican el rostro y el abdomen. Toco mi pelo, también empapado, y analizo la textura de este cuasi líquido. Es espesa, pero no del todo desagradable. Se siente tan real…

En cuanto me invaden las dudas existenciales, Julia se pone de nuevo en acción. Desde lo profundo de su garganta escucho como sube un gemido, que obliga a sus labios a partirse para dejarlo escapar. ¿Se estaba tocando conmigo dentro de su boca?

No lo sé, y nunca lo sabré, pues lo siguiente que sucede es que su lengua se levanta ligeramente, una fluida moción la retrae hacia atrás, y los músculos de su garganta me tragan completo.

End Notes:

¿Estará condenado Ed a morir en el estomago de la enorme Julia? ¿Qué es real, y qué no?

Capítulo 10: Las llaves by Hagane No

Cierro los ojos mientras los poderosos músculos en la garganta de Julia me succionan hacia sus adentros. Y entonces…

Nada…

La presión alrededor de mi cuerpo desaparece. Cuando abro los ojos solo encuentro la mesa de mi pupitre, con el libro aun cerrado.

Observo mis alrededores. Todos mis compañeros de clase, vestidos con el soso uniforme que manda el reglamento, guardan los útiles en sus respectivas mochilas.

El sonido de la campana indica que son las 3:00 de la tarde, el final de la clase. Las personas a mí alrededor se levantan de sus lugares, se estiran y conversan perezosamente mientras caminan hacia la salida del aula; yo me quedo sentado.

La cabeza me da vueltas y de nuevo me produce un punzante dolor. Dormí las dos horas de clase sin que nadie me dijese nada.

Por un lado estoy agradecido, pues el delicioso sueño llego a una conclusión satisfactoria. Por el otro me preocupa lo que pueda decirme el profesor, que aún se encuentra en su escritorio, digitando algo en la portátil.

Es imposible que  no me haya visto dormir, sin levantarme o moverme durante todo el transcurso de la lección. Aplazando lo más que puedo el inevitable encuentro, meto mis cosas en la mochila lentamente.

Veo que mi cuaderno se encuentra debajo del libro. En algún momento Julia debe haberlo depositado allí, sin despertarme. Julia… Su enorme y semi-desnuda figura se introduce en mi mente. Levanta la atención de mis partes bajas.

 Avergonzado me agacho un momento, como si no encontrase algo dentro de mi mochila, mientras intento hacer que la erección desaparezca. Un par de segundos bastan para poner bajo control mi virilidad.

Cierro la cremallera, tomo la mochila de una de sus cintas y me dispongo a cogerla cuando unos familiares mocasines negros aparecen frente a ella.

Procurando actuar con naturalidad, levanto mi mirada hasta encontrarme con esos ojos azules. La imagen de Julia me sobresalta un poco. Verla con su estatura normal, extrañamente, me desconcierta. Sacudo la cabeza para concentrarme, pero no soy capaz de sacar ninguna palabra de mi boca.

-“Gracias por prestarme tu cuaderno. Me salvaste la vida.” A las palabras de Julia las acompaña su adorable sonrisa.

-“No hay de qué. Era mi turno de ser el responsable, para variar.” Logro contestar. Mi intento de broma no oculta que me tiembla un poco la voz.

Caigo en cuenta de que estoy aterrado de esta pequeña chica. No puedo quitarme de la cabeza las imágenes de mi sueño. Aun con su tamaño normal, Julia ejerce esa presencia opresiva que tenía sentada en el enorme trono.

Trago saliva. Solo quedamos ella y yo en el salón. Bueno y el profesor, el cual no nos presta ninguna atención mientras sigue presionando teclas.  

Por unos segundos demasiado largos ninguno de los dos dice nada. Instintivamente me froto la sien, pues desde que desperté el dolor no ha desaparecido. Julia abre la boca para decir algo, pero como yo hace unos instantes, parece incapaz de expulsar las palabras.

-“Bueno, tengo que irme.” Mi palpitante cráneo me exige que vaya a casa para descansar.

-“Vives cerca del centro ¿cierto?”.

- “Si, a unos 20 minutos del colegio. Caminando, claro.” Me prendo la mochila al hombro con la intención de salir de aquí lo antes posible.

-“Tengo que ir a comprar unas cosas al centro comercial. ¿Te importa si caminamos juntos?”

Claro que me importa. Por alguna razón creo que el dolor de cabeza se encuentra directamente ligado a la presencia de Julia. Sin embargo resultaría casi injusto decirle que no, después de todo ¿Qué culpa tiene esta chica de las perversas maquinaciones de mi mente?

La avenida que lleva a mi hogar efectivamente conecta con el centro. De hecho, creo que es la única ruta razonable desde el colegio. 

“Por supuesto que no, vamos.”

Con un simple “Adiós” nos despedimos del profesor al salir del salón. Me sorprende que no haya dicho nada sobre mi descarada siesta. Quizá es más comprensivo de lo que pensaba; o quizá ni siquiera notó que estuve recostado sobre mi escritorio por casi 2 horas. 

Sea como fuere, no estoy para nada contento con migo mismo.

Perder la lección significa que tendré que terminar todos los ejercicios de esta tarde en mi hogar, sin acceso a la ayuda del profesor o de Julia. De reojo veo a la castaña que camina a mi lado. De pie apenas alcanza la altura de mi barbilla.

Hemos caminado por al menos 5 minutos sin decir ni una sola palabra. El incómodo silencio es casi tan doloroso como los crónicos pinchazos en la sien.

-“¿Haz estudiado algo para los exámenes de la otra semana?” La pregunta de Julia por fin rompe el silencio. Supongo que la incomodidad también la estaba matando por dentro.

-“No mucho. He estado leyendo mis anotaciones de historia y biología, pero la única asignatura que me preocupa realmente es matemáticas.” En realidad los apuntes de historia me traen sin cuidado, y no encuentro el cuaderno de biología desde hace un par de semanas…

Nos enfrascamos en una charla que no se sale de temas relacionados al colegio. Nuestra opinión sobre las diversas asignaturas, sobre los profesores que las imparten, e incluso algún que otro chisme alrededor de la vida de nuestros compañeros. 

Encuentro que Julia es, de hecho, bastante agradable y graciosa. Nunca antes habíamos hablado por tanto tiempo y su vibrante personalidad sale a relucir incluso en la insulsa conversación que soy capaz de sostener.

Llegamos a la intersección que divide la calle de mi casa, y la ruta que sigue al centro. Es el momento de despedirnos. Cuando me inclino para besar su mejilla, las llaves que llevo en la mano caen al suelo, a los pies de mi acompañante.

Julia se agacha rápidamente para recogerlas y devolvérmelas.

Cuando me ofrece el conjunto de llaves, sosteniéndolas con el índice y pulgar de su mano derecha, no puedo evitar notar la forma, el brillo y los pequeños detalles purpuras de sus uñas…

End Notes:
Otro cliffhanger más. Déjenme sus opiniones en el apartado de reviews, como siempre digo cualquier retroalimentación es bienvenida y se agradece enormemente.
Capítulo 11: Ejercicios by Hagane No

Hipnotizado, con la boca ligeramente abierta, me quedo estático con la mirada clavada en los dedos de Julia. Cuando pasan cinco segundos y aún no he tomado las llaves de su mano, la castaña chica las sacude ligeramente y me pregunta, alarmada:

-“¿Qué te sucede? ¿Estás bien?”

Esto me devuelve a la realidad. Ofrezco mi palma para que deposite las llaves en ella. Con cautela me devuelve mis pertenencias, y aun confundida por mi falta de respuesta se despide.

-“Esto… adiós...”. Se da la vuelta y sigue su camino por la vía principal.

Debe creer que estoy loco. Probablemente tenga razón. Aun mudo me meto por la intersección y camino el par de cuadras que me faltan para llegar a mi hogar. Introduzco la llave en la puerta principal. Mientras giro el fino instrumento mis pensamientos empiezan a ordenarse.

Los detalles purpuras en las uñas de Julia eran exactamente los mismos que mis cuasi-desnudos compañeros hicieron, con sus pequeños instrumentos, en los dígitos de la enorme chica de mis sueños. ¿Cómo es posible?

Quizá ya había visto aquellas insignificantes florituras en los dedos de Julia, y mi subconsciente las introdujo a mi ridícula fantasía. Estrujo mi cerebro para intentar recordar si efectivamente había visto tan minúsculos detalles. La búsqueda es infructuosa.

Como el instinto humano parece dictar, ignoro aquello que no logro comprender.

Mientras caliento el almuerzo, me dedico a sacar de la mochila mis útiles de matemáticas. Es mejor que empiece a trabajar en los ejercicios si quiero tenerlos listos para el viernes. Saco el arroz con pechuga de pollo y patatas cocidas del microondas.

Con los libros debajo del brazo derecho, y la comida en la mano izquierda, marcho hacia mi habitación.

El modesto cuarto, con una cama individual, un escritorio en cuya superficie hay una portátil y una consola de videojuegos. Un pequeño librero con la variada literatura que he devorado a lo largo de mi vida, y un ropero inserto en la esquina más alejada de la puerta es, sin lugar a duda, mi zona de confort.

Mientras como, abro distraídamente el libro en cuya portada se lee “Pre cálculo para 12° año.” Hoy debía haber resuelto los contenidos del capítulo 7.

Lo encuentro en la página 113, titulada “Introducción a la factorización y racionalización”. El texto tan solo dedica cuatro páginas a este segmento. Las primeras tres exponen la teoría y la cuarta contiene apenas cinco ejercicios relacionados con la materia. Genial, podría hacerlos todos hoy mismo si me apresuro. Devoro el sustancioso alimento tan rápido como puedo.

Mientras lavo los platos y cubiertos que acabo de utilizar, imágenes de Julia en su aburrido uniforme y luego en su revelador atuendo de hojas invaden mis pensamientos. Parece que cada vez que piso el salón de la clase de matemáticas se producen nuevos eventos inexplicables. Y curiosamente todos se encuentran, en una u otra forma, ligados a la chica que se sienta en el pupitre de enfrente.

Le he dado tantas vueltas a estos misteriosos sucesos que ya no distingo qué he presenciado realmente, y qué ha sido mera creación de mi embotado cerebro. Como el viernes, no me queda más remedio que intentar apartar los confusos recuerdos, en especial si de verdad pretendo terminar todos los deberes antes de irme a dormir.

Dispuesto a no levantarme del escritorio hasta resolver los cinco ejercicios matemáticos que me aguardan, abro el cuaderno en el cual plasmare su desarrollo. Me detengo en la página rotulada “Viernes 12 de octubre… Capítulo 6…”. Como era de esperarse las respuestas siguen allí, los trazos inconfundiblemente míos; y sobre ellas el rojo “10” que representa la nota asignada por el profesor.

Nada me prepara para lo que encuentro a continuación:

“Martes 16 de octubre… Capítulo 7…”. Los trazos inconfundiblemente míos.

End Notes:

Otro capítulo lento para intentar dar profundidad y desarrollo a la historia. De todas formas espero que lo disfruten. El capitulo siguiente tampoco tiene contenido GTS.

Capítulo 12: Enfermo by Hagane No
Author's Notes:

Revisando la historia noté que había omitido publicar uno de los capítulos. Como los anteriores es bastante lento y no tiene contenido GTS, pero profundiza un poco a los personajes principales (o al menos esa es la intención).

Tomo el cuaderno, lo inspecciono por todos los lados. Le doy vueltas, reviso todas y cada una de las paginas, incluso las aún vacías. Sigo con mi dedo, tocando delicadamente el papel, los números y letras que encuentro.

La tinta no se inmuta y el grafito me mancha ligeramente la punta del índice. ¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo?

La perspectiva de no tener que hacer nada relacionado a las matemáticas por el resto de la tarde debería hacerme feliz. Pero la felicidad no tiene ninguna cabida en mi cuerpo, dentro del cual reina el pánico.

Ya no tengo dudas, me estoy volviendo loco.

¿Es posible que haya desarrollado algún tipo de alzhéimer, o un padecimiento similar, a tan corta edad? ¿Por qué no tengo ningún recuerdo de haber escrito nada de lo que tengo delante?

Con la cara entre las manos, frotando mis ojos, frente y cabello, pido explicaciones al cosmos o cualquier otro ser superior que desee escucharme. Sobre la clase de matemáticas de esta tarde los únicos recuerdos que tengo son los de sacar mis útiles, recostarme sobre el libro, y despertarme aproximadamente dos horas después, momentos antes de que sonara la campana.

Por supuesto descarto todo lo sucedido en presencia de la gigantesca Julia como un sueño o una alucinación.

Pero si aquellas bizarras imágenes transcurrieron mientras dormía… ¿En qué momento empuñe lapicera y lápiz, dibujando e ideando las respuestas a los enunciados del estúpido capítulo 7? Me siento mareado. Debo correr al baño, pues el mareo se ha convertido en unas desagradables nauseas que me hacen expulsar el almuerzo.

Mi madre me escucha vomitar. Me da un vaso de agua, un medicamento y me ordena acostarme, a pesar de que tan solo sean las 7 de la noche. Mientras me lavo el asqueroso sabor de la boca, mamá prepara mi cama y guarda las cosas del colegio en la raída mochila que conservo desde el séptimo grado.

Cuando entro a mi habitación me voy directo a la cama.

Desganado me tiro las cobijas encima, aunque mi madre insiste en arroparme bien. El beso que me da en la frente para despedirse, como si aún fuese un niño, parece tener efectos somníferos pues me quedo dormido de inmediato.




El sonido de mi alarma matutina me dice que es hora de levantarse e ir al colegio. La noche transcurrió sin ningún tipo de sueño.

En verdad ya no me siento mal, aunque mi madre insiste con que me quede en casa luego de comprobar la temperatura de mi frente con el dorso de su mano. Como estas oportunidades rara vez se presentan, decido hacer caso a la cariñosa recomendación. Me acurruco de nuevo en las tibias cobijas, la fresca almohada recibe mi pesada cabeza, y en un instante me vuelvo a quedar profundamente dormido.

Al día siguiente ya no hay excusa que valga.

La rutina de la mañana transcurre sin ningún inconveniente. Veo mi colegio desde lo lejos, aun a unas cuadras de llegar. Siento como una sensación de vacío se forma en la boca de mi estómago. Ayer tuve una idea para intentar descifrar las partes de mi día martes que no logro recordar.

En verdad es muy simple: le preguntare a mis compañeros si me vieron durante la clase, y más importante aún, si en verdad estaba dormido, recostado sobre el libro.

Ni Dani, ni Andy, ni siquiera Leo, que se sienta a tan solo a dos pupitres de distancia en la clase de matemáticas, recuerdan haberme visto el martes por la tarde. O si lo hicieron, nada llamo lo suficiente su atención como para hacerlo particularmente memorable

-“Si te hubiese visto dormir a vista y paciencia de Lawrence (el nombre de nuestro profesor) me habría partido el culo. Además ¿en verdad crees haber sobado las dos horas de clase sin que se diera cuenta? He estado cerca de ti cuando duermes, roncas como un puto hipopótamo.”

Las risas de mis otros amigos parecen avalar las palabras de Leonardo.

Durante el transcurso del día decido hacer las mismas preguntas a mis otros compañeros. Ninguno recuerda haberme prestado la suficiente atención como para darme detalles. Otros, con cierta inseguridad y muchos “creos” intercalados, afirman que no hacía nada fuera de lo usual, simplemente trabajando en mi cuaderno.

Esto último me descoloca por completo. 

Todavía queda una persona a la cual no le he preguntado. En parte por el miedo de lo que me pueda revelar sobre mi estado mental; y en parte porque durante mi última interacción con ella quede como un auténtico psicópata. De todos modos, a la hora del almuerzo, decido seguir fuera de la clase de Historia a Julia.

“¡Hola!” Le digo mientras me acerco al banquillo en que está sentada, buscando algo dentro de su mochila.

“Oh, hola…”Me responde, algo sobresaltada, dirigiendo sus ojos hacia mí.

“Siento haberte asustado… también siento la forma en que me comporte el martes a la salida, fue porque estaba un poco enfermo. De hecho no vine ayer porque aún tenía bastante temperatura.” Añado, quizá demasiado deprisa, como si estuviese desesperado por excusarme.

A decir verdad, desde mi sueño del martes Julia me pone inexplicablemente nervioso. Quizá mi subconsciente aun no logra distinguir aquellas vividas imágenes de la chica real que ahora se encuentra sentada frente a mí, con las piernas cruzadas y la cabeza levemente inclinada hacia arriba para poder corresponderme la mirada.

“No hay nada por lo que disculparse.” Me dice, agitando la mano para restarle importancia. “¿Ya te sientes mejor?”.

-“Si, mucho mejor. Gracias por preguntar.”

Mientras Julia me ofrece una cálida sonrisa a modo de contestación, me preparo mentalmente para escuchar lo que esta hermosa chica pueda decirme sobre las interrogantes que me carcomen desde hace días.

“Oye, puede que esto suene extraño…” vaya forma de empezar “…pero ¿recuerdas si me quedé dormido en la clase de Lawrence del martes?”

La expresión de Julia ahora es cautelosa, pero no presenta rastros de confusión, como cabría esperar.

-“¿Dormido?” repite, más para sí misma que para mí. “Umm… no lo creo. Recuerdo que bromeaste sobre cómo no podías trabajar en la nueva asignatura porque “alguien” tenía tu cuaderno. Cuando termine de comparar nuestras respuestas…” hace un ademan de comillas cuando dice comparar. ”… lo puse sobre tu mesa actuando como si estuviese enfadada. Creo que después de eso ambos nos dedicamos a terminar los ejercicios del día sin decir mucho más.”

El interior de mi boca se siente inusualmente seco. Nada de lo que me acaba de decir tiene sentido.

Al menos no para mí.

Su expresión ahora denota cierta concentración, como si intentase descifrar lo que pienso. ¿Acaso no me está diciendo la verdad?  Confiando en mis pobres dotes actorales pretendo mentirle en su hermosa cara.

-“Tienes toda la razón, ahora lo recuerdo.” Para no dejar mi pregunta inicial en el aire, agrego. “Seguramente me dormí cuando terminaba el ejercicio número tres. Vaya que la factorización es aburrida.” Espero que mi torpe intento de broma logre apañar la poco convincente actuación.

Aun escudriña mi rostro con sus vibrantes ojos azules. Antes de que me ponga más nervioso, ajusto mi mochila y con la intención de irme lo antes posible me despido.

-“Bueno, iré a comer antes de que se acabe el receso. Nos vemos después.” Me dispongo a darme la vuelta para caminar hacia la mesa que ocupa mi grupo de amigos cuando…

-“¡Espera! Otra vez tengo que ir por unas cosas al centro de la ciudad. No me importaría tener algo de compañía para el trayecto.”

Ahora es ella la que no se ha tragado mi intento de engaño.
Capítulo 13: Indecisión by Hagane No
Author's Notes:

Este es el ultimo capitulo que había avanzado desde hace varios meses antes de atreverme a publicar la historia. También es el ultimo capitulo sin ningún tipo de contenido GTS. Espero que al menos os estén gustando los personajes y el "misterio".

2:55 p.m.

Por enésima vez reviso mi reloj de pulsera. Faltan 5 minutos para que suene la campana que señala el fin de otro intragable día lectivo. La señorita Vega, profesora de artes, aun expone el tedioso tema de la arquitectura barroca.

Empiezo a escuchar los murmullos de mis compañeros, acompañados de cremalleras abriéndose y cerrándose. No me equivoco si digo que todos se mueren por salir de aquí lo antes posible.

Sin embargo no me invade la misma emoción que al resto de la clase. Quede con Julia para vernos a la salida y caminar el trayecto que conecta el colegio con el abarrotado centro de la ciudad. La perspectiva de estar a solas con aquella hermosa chica, su aparente interés e insistencia en acercarse a mí, debería emocionarme enormemente.

 Pero no es así. Todo lo contrario…

A pesar de no resultar del todo lógico, mi subconsciente ha logrado  crear en mí la firme creencia de que Julia se encuentra directamente ligada con los extraños sucesos que he sufrido estas dos últimas semanas. Con ella y con la clase de matemáticas.

En apoyo a mis conclusiones, he de decir que nada fuera de lo común ha sucedido el resto de las lecciones. No me ha invadido ningún sueño irresistible, el dolor de cabeza también se ha mantenido al margen desde el martes y no he sufrido más preocupantes lapsos de memoria. No es solo mi mente la que tiene estas sospechas, por alguna razón una “corazonada” me intima a la misma deducción…

El estruendoso sonido de la campana me saca de mis pensamientos. Mientras guardo el cuaderno (sobre el cual solo me digne a anotar la fecha) en mi mochila, Dani se me acerca por detrás y me toma por los hombros; a lo cual respondo con un fuerte respingo.

-“Oye tranquilo ¿Qué te tiene tan nervioso?”

-“Para serte sincero, no tengo ni idea”. Aunque es uno mis mejores amigos, preferiría morir antes de confesarle a alguien todo lo que he pensado y experimentado durante estos días.

-“Vale… ¿Te vienes con nosotros a casa de Leo?”

-“No puedo, quede con Julia para acompañarla a la salida”. En cuanto esas palabras salen de mi boca empiezo a arrepentirme.

Con una sonrisa en parte burlona y en parte picara Dani me propina un codazo en el pecho.

–“Así que ya no tienes tiempo para nosotros por andar con una chica ¿eh? Ya decía yo que eso de que ambos se enfermaran por un solo día y regresaran hoy al colegio como si nada no era ninguna casualidad…”

-“¿Julia faltó ayer?” pregunto sin pensarlo.

 “Ya ves. Una chica de noveno que os vio juntos el martes a la salida juraba que vio como entrabais en un lujoso motel del centro.”

-“¡Bah! Nada de eso, solo la acompañe porque ambos teníamos que seguir la misma ruta. En cuanto llegue a la intersección de mi casa me dirigí allí directamente.”

-“No te enojes hombre, solo te estaba molestando. Aunque si fuese tu no perdería la oportunidad de intentar ligarme a ese bombón. Claro, con tu cara eso puede resultar algo difícil…”

Esta vez soy yo quien le da un puñetazo en el pecho.

–“Me las piro.”

Tomo mis cosas y me apresuro hacia la salida.

-“No te rayes, solo era otro chiste. Pero recuerda ¡bros before hoes!” Esto último lo grita, y llego a escuchar una forzada risotada.

Ignoro a mi amigo.

Ni siquiera sé por qué estoy molesto. No es raro que bromeemos así en nuestro grupo; en verdad Daniel no dijo nada particularmente ofensivo. Supongo que los eventos de esta semana me han vuelto un tanto irritable.

Camino hacia la salida sur de la institución, la única que conecta con mi ruta usual a casa.

-“¡Ed! ¡Espérame!”

Esta vez me llama una voz femenina. El encuentro con Dani me hizo olvidar el porqué de mi nerviosismo inicial. Me giro sobre los talones para ver a la pequeña Julia trotando (adorablemente) hacia mí.

-“¿Pensabas irte sin mí? ¿Qué ya no te caigo bien?”

Aunque hace las preguntas con una pequeña sonrisa en sus labios, creo que desea una respuesta honesta.

-“Claro que me caes bien. Es solo que… estaba pensando en otras cosas y me distraje.”

Si no puedo revelarle nada a mis íntimos amigos,  mis deseos de compartir el más mínimo detalle de mis pervertidas visiones con esta adorable chica se reducen a valores negativos.

 -“Dímelo a mí…”

Nos enfrascamos en una agradable pero superficial conversación. Pasados un par de minutos recuerdo lo que me dijo Daniel; Julia también falto el día de ayer.  La curiosidad me gana, y casi sin quererlo le pregunto:

-“¿Es cierto que ayer no viniste a clases?”

Mi pregunta parece contrariarla un poco. Su semblante se oscurece ligeramente.

“Esto… si…”.

Arrastra un poco sus palabras, como si quisiera decir algo más. Pero se queda callada.

-“Lo siento, no quería ser entrometido. Es solo que ayer tampoco pude venir, y me resulto algo curioso. Espero que no te hayas contagiado de mí el martes.”

Esto último es tanto un intento de aligerar la charla, como una invitación a salir del tema de su ausencia. Parece funcionar, pues Julia me pregunta:

-“¿Enfermaste?”

El resto de la caminata nos dedicamos a hablar sobre mi extrañamente breve malestar y las consecuencias de faltar a clase con los exámenes finales tan cerca.

-“Bueno, adiós.”

-“Espera, hay algo que quería decirte.”

Lo sabía, probablemente ni si quiera necesitaba venir al centro. Instintivamente observo sus manos, las uñas aun brillosas y con aquellos detalles morados.

-“Claro, puedes decirme lo que quieras.”

Aunque intento parecer tranquilo mi corazón empieza a palpitar fuertemente.

-“Ummm… dejaste esto cuando viniste a hablar conmigo en el almuerzo. Quizá se cayó de tu mochila.”

Saca una de mis gomas de borrar del pequeño bolsillo que tiene la camisa de nuestro uniforme escolar.

-“Oh, gracias.” No sé qué esperaba, pero definitivamente no era esto.

-“No hay de que, gracias a ti por acompañarme. Nos vemos mañana en clase de matemáticas.”

Esas últimas palabras me producen un nuevo hueco en el estómago.


12:58 p.m.

En un par de minutos la campana sonara y nos dirigiremos a la última clase del viernes: matemáticas. La interacción con Julia de ayer salió bastante bien, no hubo incidentes ni dolores de cabeza.

Resulta extraño. Cuando me dio el borrador note cierta indecisión en su rostro. Como si eso no fuera lo único que deseaba compartir conmigo. Decidí no insistir en caso de que fuesen imaginaciones mías (lo más probable). Además, lo último que necesito es volver a comportarme en forma extraña frente la castaña.

Si, era mejor dejarlo ir…

En todo caso la perspectiva de dos horas de matemáticas y pre cálculo no es lo más alentador que digamos. Guardo mis útiles en cuanto suena la campana, y me uno a Andrew y Dani, con quienes comparto este curso, para encaminarnos al aula 301.

Mientras recorremos los abarrotados pasillos y subimos los tramos de escalera para alcanzar el último piso del edificio, charlamos despreocupadamente del trabajo de biología que se nos acababa de asignar.

-“Y dinos ¿qué paso con Julia? ¿Otra vez fueron al “centro”?”. Dani hace el ademan de comillas y mis dos amigos proceden a reírse tontamente.

-“No sé qué piensas que hacemos, pero como te dije ayer, solo la acompaño a la salida porque compartimos ruta. Ella va a la ciudad y yo a mi casa. Es todo.”

-“No tienes por qué ponerte defensivo. Julia es un pibón, yo también me la intentaría ligar si no estuviera con Ana.” Complementa Andy.

-“No me la estoy ligando. Ni siquiera me parece guapa.” Una de esas dos afirmaciones es falsa. “Además, pensé que Ana y tu habían cortado el mes pasado.”

-“Ya. Es complicado…” Andy se frota la cabeza y narra cómo se reconcilio con su chica luego de que esta última le compartiera su  cuenta de Netflix.

Nos encontramos con Leo a las afueras del aula mientras seguimos charlando de amores y desamores. Intento seguir la conversación riéndome en los momentos justos y asintiendo cuando creo que es adecuado. Sin embargo, mi mente está en un lugar completamente distinto.

Tan disimuladamente como puedo escaneo el pasillo. Odio admitirlo, pero busco aquel cabello castaño y liso. Julia y yo solo compartimos matemáticas hoy, con lo cual no la he visto en todo el día.

Diviso a Laura en un círculo con Mariana, Amanda y Marta. Junto a los casilleros, tan aislada como siempre, se encuentra Stephanie ojeando el libro de biología. Probablemente trabajando la tarea que se nos asignó apenas hace unos minutos.

Marco, Julián, Steven, Valeria, Beatriz, Miguel, etcétera. Todos mis compañeros parecen estar presentes a excepción de Julia.

El espigado y flacucho cuerpo de Lawrence se escabulle entre la multitud de estudiantes hasta alcanzar la puerta del aula. Al abrir todos lo seguimos al interior, procurando que el inminente fin de semana nos ayude a sobrellevar la tediosa lección.

En cuanto tomo asiento y me dispongo a sacar mi libro y cuaderno, noto la presencia de alguien en el pupitre de enfrente.

Julia se encuentra su lugar.  

End Notes:

Espero que mi estilo de escritura no varié mucho ahora que estoy retomando la historia. A partir de aquí las actualizaciones y nuevos capítulos seran menos frecuentes, pues tengo que escribirlos desde cero. Como siempre se agradece cualquier comentario o alientos a seguir con la historia jeje.


Capítulo 14: La competencia by Hagane No
Author's Notes:

Como dije en el capitulo pasado, a partir de ahora procurare que todos, o al menos la gran mayoría, de capítulos contenga escenas con GTS. También es el primer capitulo escrito de cero desde que retome la historia, espero poder mantener las descripciones y personalidades de los personajes consistentes.

No he pasado ni 5 minutos en este lugar, y ya empiezan a suceder cosas extrañas.

Estaba seguro de que Julia no estaba aquí. No solo la busque en el pasillo, en cuanto entre al salón me cerciore de hacer una última revisión para confirmar mis sospechas. Es imposible que entrara y tomara su lugar en los segundos que me distraje para rebuscar mis útiles.

-“¡Hola!”

-“Eh, hola Julia. ¿Llegas tarde?” Esto es tanto una pregunta como una acusación.

-“¿Tarde? Para nada, estuve esperando a Lawrence como por 10 minutos. La señorita García nos dejó salir unos minutos antes. Me pase el rato hablando con Stephanie. ¿No es así Steph?” Dirige la pregunta a la presidenta, que se encuentra a un par de pupitres a la derecha.

-“¿Qué pasa Juli?” Stephanie levanta la mirada de su libro.

-“Le decía a Ed que estuvimos charlando y trabajando en la tarea de biología antes de entrar”. Dice Julia, con total seguridad.

-“Ah, pues si…” No sabiendo que más agregar, la tímida chica sigue con su lectura.

Intentando ocultar mi seguramente visible confusión añado:

-“Juraba no haberte visto en el pasillo o al entrar al salón.”

-“Así que estabas buscándome, eh. ¿Por qué tan interesado en mí?” En su rostro una pícara sonrisa se une a una inquisitiva ceja levantada.

- “No es eso, solo…” Antes de poder dar una respuesta, el profesor empieza su explicación sobre el trabajo a desarrollar hoy. Julia se da la vuelta para prestar atención.

Desde lo más profundo de mi ser agradezco la intervención, pues no tenía ni idea de qué decir. La juguetona expresión de Julia trajo vividas recolecciones de mi sueño del martes. Con ello regresa el inexplicable nerviosismo.

Lawrence se dispone a resolver una ecuación en la pizarra, dibujando rápidamente en el acrílico. Intento seguirle el paso, pero por algún motivo mi visión empieza a nublarse. Instintivamente froto mis ojos.

Cuando los abro ya no estoy sentado en mi pupitre.

Me encuentro en medio de una multitud formada por mis compañeros de clase. Todos aun vestidos con nuestros uniformes.

El suelo es de madera, sin embargo la fibra es inexplicablemente grande, como si se hubiese extraído de un árbol imposiblemente enorme. Cuatro paredes semitransparentes nos rodean. El techo las conecta y es del mismo material. Permiten entrar la suficiente luz como para ver a mis acompañantes sin problemas; pero a la vez son lo suficientemente opacas como para impedirnos ver qué hay más allá de ellas.

El espacio dentro de este extraño domo es tan grande como un campo de fútbol, albergando a las treinta personas que hasta hace un momento estaban en clase de matemáticas sin ningún problema. Murmullos empiezan a recorrer el grupo. Algunas chicas comienzan a hiperventilarse.

Nadie entiende qué está sucediendo.

Un fuerte sonido, que parece venir de muy lejos, hace que todos callen. Yo no me he movido del lugar en el cual “desperté”, y creo que tampoco he pronunciado ninguna palabra. Estoy totalmente paralizado.

¿Qué demonios sucede con la clase de matemáticas? ¿Otra vez me quedé dormido? ¿Qué significan estos sueños tan inexplicablemente realistas que me invaden en cuanto piso este estúpido lugar?

Desde fuera de la cúpula un objeto produce una gran sombra en el techo. Parece la silueta de una mano…

Las paredes se levantan. Primero poco a poco, dejando entrar aún más luz, y luego rápidamente, a una velocidad casi incomprensible. Se nos permite ver por primera vez el “exterior”. Pensé que esto traería alguna claridad a nuestra situación, pero lo que veo no tiene sentido.

El domo que hasta hace unos segundos se encontraba sobre nuestras cabezas no está por ninguna parte. La superficie de madera se extiende lo que deben ser cientos de metros a todos los lados, y termina en unos bordes completamente rectos, sobre los cuales nos resulta imposible ver desde nuestra posición.

Hacia arriba veo lo que debe ser un techo, a una altura absurda; tan alcanzable como el cielo mismo. Al horizonte, mas allá de los bordes de nuestra meseta, veo paredes igualmente inverosímiles y en una de ellas una enorme ventana, detrás de la cual está el firmamento real.

Me quedo absorto mirando la monumental apertura en la pared cuando un chillido de pavor me hace dar la vuelta.  

Por uno de los bordes empieza a asomar una forma descomunal. En un principio ni siquiera sabía lo que estaba viendo, pero pronto me percato de que es una cabeza gigantesca, o al menos la parte superior y el cabello de una.

Lentamente el gigantesco ser nos revela más de su forma. Lo primero en aparecer es su frente, sobre la cual se parten dos cortinas de lacio y castaño pelo. Luego las cejas, del mismo color; y por último, unos enormes ojos de un azul claro.

Sin querer atrasar más su revelación, Julia se yergue lo suficiente como para dejarnos ver la totalidad de su rostro y un poco del cuello.

Si la chica que invadió mis sueños hace un par de días era enorme, no sabría qué palabra utilizar para describir la sonriente cara que domina nuestro campo de visión. Tan lejano y a la vez tan grande.

La deidad monitorea la situación rápidamente con sus brillantes ojos y espeta:

-“¡Hola chicos!”. Es tan casual que casi resulta cómico.

El silencio que reinaba desde que aparecieron los primeros cabellos de la giganta es destruido por una armonía de gritos, chillidos, sollozos y correteos. Algunos deciden que correr en el sentido opuesto a Julia es la mejor opción; otros, como yo, son incapaces de moverse y solamente se dedican a observar, boquiabiertos, la inmensa cara de nuestra compañera.

-“Muy bien…” sigue Julia, como si esto fuese lo más normal del mundo. “… necesito que os quedéis quietos y callados.”

Nadie parece querer hacer caso. Los que corrían se acercan peligrosamente al borde. Los que gritaban lo hacen con menor intensidad, pero no se detienen. Laura, que como yo no ha dicho palabra ni se ha movido, camina un par de pasos para sobresalir de la multitud y acercarse un poco a la titánica chica.

-“¡Julia! ¿Qué mierda sucede aquí? ¿Por qué eres tan grande?”

-“¡Hola Lau! Jiji, siento deciros que yo soy tan chica como siempre, es solo que vosotros los sois aún más.”

Con esto, la cabeza de Julia comienza a ascender de nuevo, revelando poco a poco su cuerpo. Todavía porta el uniforme del colegio, como nosotros. Se detiene cuando podemos verle de la cintura para arriba. Su rostro está tan alto que mis compañeros y yo debemos estirar el cuello para mirarlo.

-“Sois tan pequeños que cabéis en mi escritorio, y os sobra bastante espacio.” Dice, con cierto dejo de satisfacción y colocando sus manos en su cintura.

-“Ahora, por favor quedaros quietos o tendré que aplastaros.” Para dar énfasis a esta última afirmación mueve su mano derecha a una de las esquinas del escritorio y da un pequeño manotazo.

Bueno, pequeño desde su perspectiva.

A quienes nos encontrábamos sobre la mesa se siente como un auténtico terremoto. Algunos de los chicos que seguían moviéndose tropiezan y caen sobre sus estómagos. Los que estábamos quietos nos levantamos unos centímetros (desde nuestra perspectiva) del suelo.

El temor sobrecoge al pánico. Todos nos quedamos tan quietos y callados como nos lo permite nuestro catatónico estado.

-“Así está mejor. Con tanto alboroto seguro que nadie puso atención a mi dramática entrada. ¿Saben que tuve que agacharme al lado del pupitre como por 5 minutos?” Nadie dice nada. Julia habla con toda naturalidad, como si estuviera charlando con su usual grupo de amigas.

-“Sip, no fue nada fácil.”

Solo se escuchan las respiraciones de mis diminutos compañeros. Algunos siguen sollozando silenciosamente.

-“Bueno, dividíos en dos grupos, preferiblemente con el mismo número de integrantes.”

Con la amenaza de ser aplastados por una mano centenares de veces más grande que nosotros aun fresca, la multitud opta por hacer caso de inmediato. Los que estaban cerca del borde regresan a toda velocidad para unirse al resto. Entre ellos Andy y Dani.

Todo está sucediendo tan repentinamente que no he sido capaz de procesar la situación.

Mientras nos organizamos Julia observa desde lo alto, con una sonrisa casi infantil que no ha desaparecido de sus facciones desde que reveló su inmensa presencia. Como no me he movido del sitio en el cual aparecimos, varios compañeros se agrupan a mí alrededor formando uno de los dos grupos.

Andy, Leo y Dani vienen hacia mí. El pánico evidente en sus rostros. Ni siquiera Dani, capaz de bromear en cualquier situación, tiene deseos de hablar. Todos permanecemos callados mientras los demás terminan de adoptar posición.

Cuando hemos cumplido con la orden dada, una satisfecha Julia se agacha para recoger algo. Cuando se reincorpora tiene sus dos mocasines escolares en la mano izquierda, y en la derecha una diminuta caja que sostiene con el dedo índice y pulgar.

-“Apartaos si no queréis quedar atrapados bajo mis zapatos.” Lentamente coloca el calzado exactamente en donde nos encontramos. Lo hace con la suficiente parsimonia como para darnos la oportunidad de escapar. Cada grupo huye en direcciones opuestas, de forma que los mocasines ahora dividen la clase.

Desconozco cuanto pueda medir el calzado de una chica tan baja como Julia, pero por la forma en que se elevan ante nosotros estimo que mis compañeros y yo no debemos tener ni un centímetro de altura.

En medio de ambos mocasines, la giganta coloca el contenedor que cargaba en su otra mano.

-“¡Esto será una carrera! Cada equipo se encargara del mocasín que tenga más cerca. Deberéis limpiarlo tanto como podáis antes de que acabe la lección. El segundo lugar tendrá que cumplir un castigo, así que poneos las pilas. Y no os preocupéis por las suelas. Tenéis los implementos necesarios en la caja que se encuentra en medio de ambos zapatos. ¡A competir!”

Nos miramos los unos a los otros. ¿Qué mierda le sucede a Julia? La situación ya es de por sí absurda, pero la actitud despreocupada de la titánica chica nos resulta aún más chocante.

El profesor Lawrence, a quien no había visto hasta ahora, sale del otro grupo y con paso decidido se acerca lo más que puede a Julia.   

La titánica estudiante lo mira divertida.

-“Señorita Beaumont (el apellido de Julia), si se encuentra tan tranquila significa que sabe lo que está sucediendo. Le exijo, en este instante, que se comporte y vaya a buscar ayuda del director o la facultad.” Grita el furioso hombre.

-“Profesor Lawrence, no tiene que gritar, lo escucho perfectamente en su tono de voz normal. En cuanto a lo que me pide...” se toca la barbilla como si estuviera considerando la orden espetada por el hombre que debe sacarle al menos 40 años. “… no puedo hacerlo hasta que haya un ganador. ¿Quiere que camine por los pasillos del colegio con unos mocasines tan sucios?”

Nunca había visto a una persona ponerse literalmente roja de la rabia.

-“Ahora ¡chop, chop! A trabajar, no queréis ser parte del equipo perdedor, creedme.”

Entendiendo que nos encontramos en una situación inescapable, decido rodear el enorme mocasín derecho para alcanzar el cajón al otro lado. Quiero descubrir a dónde llevara este sueño...

-“¡Esa es la actitud Ed! Si fuera vosotros empezaría en cuanto antes, solo nos queda una hora y quince minutos” Indica la enorme castaña, revisando la hora en su celular.

En cuanto comprueba que más de sus compañeros empiezan a movilizarse, Julia toma asiento en su propia silla y se dedica a entretenerse con su móvil. De vez en cuando levanta la vista de la pantalla para verificar que todos estemos trabajando.

Capítulo 15: Limpieza by Hagane No
Author's Notes:


Cuando alcanzo la caja en el valle que forman los gigantescos mocasines, su escala me arranca el aliento.

Lo que la encantadora Julia podía sostener entre dos de sus dedos tiene hasta cuatro veces mi tamaño. El contenedor es una caja de madera para embalaje, de unas dimensiones muy poco prácticas quepa resaltar; y de no ser porque está volcada de forma que los contenidos se riegan por uno de sus topes, no sé cómo hubiésemos alcanzado el interior.

Paños de tela, cepillos aptos para nuestras minúsculas manos, e incluso una serie de atomizadores a nuestra escala yacen en la superficie del pupitre y dentro del cajón.  Poco a poco mis compañeros se acercan y, con actitud derrotada, toman los utensilios de limpieza.

-“Ya sabéis, primero tenéis que quitar la suciedad con el cepillo, y luego sacar brillo con la tela. Si lo hacéis al revés, solo digamos que estaréis perjudicando a vuestro equipo en lugar de ayudarlo.” Señala Julia mientras levanta las piernas y coloca sus pies en un escritorio adyacente (creo que es el mío) para ponerse más cómoda.

Su tamaño, la amenaza de aplastarnos, y la perspectiva de un posible castigo si no se coopera ha mermado lo suficiente en nuestra consciencia como para resistirnos a las instrucciones. Incluso el profesor se introduce en la gigantesca caja para obtener sus propios implementos.

Tomo un cepillo y un atomizador. Me coloco un paño en uno de los bolsillos traseros del pantalón. Mientras camino hacia la punta del zapato derecho de nuestra atormentadora me arremango la camisa y desabrocho un par de botones para trabajar con mayor comodidad.

Veo que algunos de los otros chicos me imitan.

Supuse que subir al mocasín desde la punta seria relativamente fácil; sin embargo, somos tan pequeños que incluso esto demuestra ser una prueba que requiere de un gran esfuerzo. Dani, al ser uno de los chicos más altos de la clase, tarda un par de intentos hasta que de un gran salto logra tomarse del sobrante de hule que forma parte la suela.

Se jala hacia arriba y una vez allí tiende su brazo derecho para ayudar a subir a los demás. Uno por uno mis compañeros de equipo trepan a la monolítica zapatilla. Andy y yo somos los últimos, pues ayudamos a algunas de las chicas y además acordamos arrojar los implementos de limpieza a quienes no pudieran trepar con ellos.

-“¿Cómo te sientes?” Me pregunta Andrew, mientras impulsamos a Verónica para que tome las manos de Daniel y Cristian.

-“Pues bien, creo. ¿Qué tal tú?” Me sorprende la naturalidad y serenidad con la que hablo. Supongo que mi último sueño (o pesadilla) me insensibilizó al extraño panorama.

-“¿Cómo puedes estar tan tranquilo? ¿Tu también sabes lo que está pasando?” Le tiembla la voz.

-“Nunca antes me habían cuestionado en un sueño.” Pienso en voz alta.

-“¿Un sueño? ¿Cómo puedes decir que esto es un sueño? ¿Qué no vez el detalle, los olores, la forma en que el tiempo pasa con normalidad?” Repregunta, casi delirante.

-“Esa maldita perra hizo algo, no sé el qué. Quizá sea una bruja o un demonio.” Concluye mi amigo.

-“¡Oigan! Nada de malas palabras, y menos si se dirigen contra su diosa.” Espeta Julia desde las alturas, con una retadora expresión. Su mirada directamente puesta en mí y Andrew.

Mi amigo empalidece en cuestión de milisegundos.

-“Lo-lo-lo siento Julia.” Intenta gritar, aunque su voz se quiebra al menos dos veces.

-“Ya os dije que no teneis que gritar. ¡Y moveos más rápido, algunos de vosotros ni siquiera habéis logrado trepar a mis zapatos! Solo os resta una hora y cinco minutos.”  Termina, complementando con un par de chasquidos de sus dedos.

Andy me vuelve a ver, expectante. Solo me encojo de hombros y de un salto me tomo de Dani y Cristian para por fin subir al mocasín.


*Frosh**Frosh**Frosh* Cepillo tan fuerte como puedo el grueso cuero del calzado. Con el paño remojado del pulidor que contienen los atomizadores, restriego la superficie recién desempolvada. A pesar de que mi equipo se dividió en 5 cuadrillas de 3 personas para intentar cubrir el mayor terreno posible, el avance es lento y arduo.

Debe haber pasado más de media hora… es imposible que limpiemos la totalidad del zapato.

Espío al otro equipo y con cierto temor descubro que va mucho más avanzado que nosotros.

Restriego y cepillo con mayor intensidad.

Si esta mandona, indiferente y egocéntrica versión de Julia decía la verdad, lo más probable es que mi equipo vaya a sufrir algún tipo de tortura en cuanto se acabe el tiempo. El intercambio con Andy me dejo sumamente consternado.

Recuerdo cuanto sufrí cuando la semi-desnuda giganta jugó cruelmente con mi atado miembro. El dolor era tan realista que si no me hubiese despertado unos minutos después habría dado toda aquella experiencia por verdadera; a pesar de lo absurda de la misma.

Julia parece haber perdido el interés en nosotros hace rato y ahora se dedica a scrollear en su móvil y tararear distraídamente. Con los pies todavía sobre mi escritorio, tan cómoda como puede estar en las poco ergonómicas sillas del colegio, observo una escena paradójicamente normal.

¿Por qué sigo soñando con esta chica? Más importante aún ¿Por qué aparece como una giganta?

Es decir, no he ocultado que me gustan los pies. Y he estado en suficientes rincones del internet como para saber que esta filia se solapa con otras, como la de chicas gigantes. Pero esta última nunca me ha llamado la atención.

Absorto en mis pensamientos, no me había dado cuenta de que Julia ya no mira a su celular y ahora tiene sus ojos clavados en mí. Doy un respingo y sacudo ligeramente la cabeza para salir de mi estupor. A lo cual la giganta respondo con una de sus adorables sonrisas y un pequeño ademan de saludo con la mano.

Adopta una postura más recta, pone sus pies en el suelo, y acerca la silla al escritorio sobre el cual nos encontramos.

-“¡Últimos diez minutos chicos! El equipo del mocasín izquierdo lleva la delantera, pero no por mucho. ¡Vamos equipo derecho, podéis remontar!” Dichas estas energéticas palabras, pone los antebrazos sobre la mesa y recuesta su cabeza en ellos. Los enormes ojos de iris celestes puestos sobre mi equipo.

A un par de metros de mi Stephanie, una de las chicas más afectadas, empieza a sollozar de nuevo. Lo hace en forma silenciosa, seguramente para evitar que Julia la descubra. Cristian y Luisa la intentan consolar dándole pequeñas palmadas en la espalda.

-“Vamos Steph, no hay por qué llorar. Juro que no os hare daño, incluso si perdéis.” Se reincorpora y con el dedo índice se dibuja una equis sobre el corazón. “Solo necesitaba ayuda para limpiar mis zapatos… y a decir verdad no tenía ganas de recibir matemáticas hoy, jiji”

Al terminar se pone levemente roja, como si sintiera algún tipo de modestia en nuestra insignificante presencia.

Mira hacia la otra zapatilla. De alguna forma puede escuchar nuestras voces incluso si hablamos con normalidad, como pude comprobar en mi corta conversación con Andy.

-“Lo siento profesor, pero avanza tan rápido que me he estado quedando muy perdida. Todavía no entiendo lo de “factorización y nacionalización”, pero usted insiste en pasar a un tema nuevo.” Dice la giganta, aun un poco colorada.

.”¡Es racionalización!” Escucho gritar a Lawrence desde el otro zapato, lo cual arranca algunas risas de quienes han logrado relajarse un poco.

-“Si, si… como sea… a trabajar que solo nos quedan cinco minutos.” Responde Julia con un claro tono escarlata en sus pecosas mejillas.


*Brrrr**Brrrr* La vibración del móvil de Julia hace temblar ligeramente el calzado en el cual me encuentro arrodillado, aun puliendo lo que para la hermosa castaña debe ser una porción minúscula. El tiempo se ha terminado, y por la posición de mis compañeros en la contraparte izquierda, deduzco que hemos perdido.

“¡Muy bien hecho a todos! El tiempo se ha acabado. Revisare de cerca el trabajo de cada equipo para anunciar al ganador.” Dicho esto, mueve su cuerpo hasta que el enorme rostro se encuentra a un par de metros sobre nosotros.

Sus ojos inspeccionan el calzado. Empezando por el izquierdo, y luego con el de mi equipo. Cerrando ligeramente los parpados y frunciendo un poco el ceño revisa cada centímetro cuadrado, ignorando a los reducidos seres humanos.

Las suaves y cortas exhalaciones de su adorable nariz envían cálidas brisas sobre nuestros exhaustos cuerpos.

Si algo puede decirse es que ambos equipos lo intentamos. Sin lugar a duda el miedo es un gran motivador.

End Notes:

¿Qué equipo habrá ganado?

Capítulo 16: El interior by Hagane No

-“Y el ganador esss….” Julia arrastra la última palabra para dar suspenso a la revelación.

Mentiría si dijese que no estoy nervioso. La promesa de un castigo hace palpitar casi dolorosamente a mi corazón.

Ninguno de los dos equipos ha abarcado la totalidad del mocasín. Apenas y nos alcanzó el tiempo para sacudir y dar brillo a la parte superior de la punta y el empeine. Los laterales y talones tan desatendidos como cuando iniciamos.

-“… ¡el equipo izquierdo!”.

Algunos de los chicos del conjunto victorioso, muchos de los cuales se encuentran tendidos sobre el cuero por el cansancio, arrojan un puño vencedor al aire. Pero no parecen tener demasiadas ganas de celebrar.

Una alegre Julia aplaude con suavidad, probablemente para no dejarnos sordos.

“Aplaudid, no seáis malos perdedores”. Dice mirando directamente en nuestra dirección.

De nuevo el miedo nos hace obedecer, a pesar de que las palabras de la giganta no tenían ningún indicio de enfado o malicia.

*Clap**Clap**Clap*

Siguiendo la directiva de Julia, aplaudimos por unos veinte segundos hasta que aquella se detiene.

-“Y ahora ¡el castigo para el equipo perdedor!” Lo juguetón y animado de su voz es casi peor que si demostrase algo de maldad. Personalmente me resulta más siniestro…

La gigantesca mujer vuelve a agacharse un momento. Cuando se levanta tiene otra caja entre sus dedos, esta bastante más pequeña que la anterior. Cuidadosamente la coloca en el mocasín sobre el cual todavía está mi derrotado grupo y vierte sus contenidos.

Una lata blanca rueda hasta dar con mi pie. La levanto. “REXONA. Desodorante para zapatos. Antibacterial y refrescante” se lee en su etiqueta.

“Restan 15 minutos de clase…” indica Julia, revisando su celular “… como no quiero robar tiempo del fin de semana a nadie haremos esto deprisa.”

“Como habréis notado estos mocasines se encuentran bastante desgastados. Después de todo los he tenido desde el año pasado…” creo que sé por dónde va esto, y no sé si me gusta “… Por lo que también resulta necesario darles mantenimiento por dentro. Esa será vuestra tarea y castigo. Tomad una lata y dividíos en dos nuevos grupos.”

Algo atontados los adolescentes a mí alrededor siguen la instrucción. Observo a mis amigos reunirse a varios metros de mí. Me dispongo a caminar hacia ellos cuando un dedo del tamaño de un edificio bloquea mi camino.

Despego mis ojos del gigantesco digito y los dirijo al monumental rostro de Julia.

-“Así está bien”. Dice la titánica estudiante.

Me doy la vuelta para descubrir que ella misma hizo la división. Estoy con Cristian, Verónica, Marta, Marco, Luisa y Jose. Deseaba estar cerca de mis amigos para conversar con ellos e intentar descifrar la situación; pero la deidad que nos ha mantenido bajo su control la última hora y media lo evita con uno solo de sus dedos.

-“El grupo de Cristian, caminad hacia mi palma. Colocaos en el medio para evitar accidentes.”

Aun dividiendo el equipo con el índice de su mano derecha, acerca la desocupada mano izquierda al zapato de forma que podamos caminar hasta ella.

La textura sobre la cual nos colocamos resulta difícil de describir. Lo mejor que puedo decir es que es suave y muy cálida, rozando el límite de ser insoportablemente caliente. Puedo ver perfectamente el tejido que forma la piel de su, en otras circunstancias, pequeña palma.

Cuando todos estamos abordo, con sumo cuidado y delicadeza, mueve su mano hasta estar sobre la zapatilla izquierda. Estira su dedo de en medio introduciéndolo por la boca del calzado, e inclina ligeramente su mano.

-“Utilizad mi dedo como una rampa para bajaros.” Indica, una expresión de profunda concentración en su cara. Seguramente procura no hacer ningún movimiento excesivamente brusco para nuestros diminutos cuerpos.

Aun parado en su mano puedo sentir las pulsaciones que produce el flujo sanguíneo al recorrer la totalidad de su apéndice. Lentamente avanzo desde el centro de su palma hasta la base del dedo.

La totalidad su dedo corazón debe medir, desde nuestra perspectiva, unos 15 metros… quizás más. Julia lo ha posicionado de tal forma que el descenso resulta bastante sencillo. Soy el primero en alcanzar la yema.

Veo que entre mi posición y la plantilla del zapato hay unos 4 metros de altura, probablemente imperceptibles para la enorme chica. Asumo que el material amortiguara mi caída, así que salto sin pensarlo mucho. Aterrizo sin ningún problema en la penumbra.

Como sucedió antes, los chicos me imitan. Y una vez aquí, ayudan a bajar a las chicas que temen saltar.

Cuando todos nos hemos desprendido del monolítico digito este se retrae, saliendo del zapato y dejando entrar más luz. Esperando a la siguiente instrucción todos nos quedamos quietos, cada uno con una lata entre las manos. Algunos juntan cabezas y murmuran entre ellos.

Cuesta creer que estemos dentro del zapato de una chica que no alcanza ni el metro sesenta. Se siente como estar en un edificio sin ninguna división o muebles en su interior. Analizo el techo y los costados, todos de un material color rosa chillón. Creo que los conocedores lo llamarían fucsia. Miro hacia el suelo…

La silueta de la planta del pie de Julia se encuentra impresa en la rosa plantilla, sobresaliendo con tonalidades marrones y negras. Miro directamente hacia abajo. La parte del talón ligeramente hundida y más oscura que el resto. En trance sigo la forma de la enorme huella.

En donde se posiciona el arco de su pie la plantilla está casi intacta, como cabría esperar. Me acerco poco a poco al lugar en donde pisa la bola del pie. Como con el talón, mas desgastada y oscurecida que el resto.

El ambiente se hace cada vez más pesado y claustrofóbico. El olor más intenso…

“A los perdedores en mis mocasines…” escucho decir a Julia “… quiero que os dediquéis a rociar las latas de desodorante allí adentro. Como ya habréis notado estos zapatos en particular hacen sudar mucho a mis pobres piececitos, lo cual los ha puesto… umm cómo decirlo…  bueno, algo apestosos.” Termina la frase como queriendo quitárselo de encima.

Seguramente se ha sonrojado otra vez.

“Os estaré vigilando por los once minutos que nos restan, así que trabajad si no queréis otro castigo.”

En la lejana (para mí, pues soy el único que se ha movido) apertura del mocasín aparece uno de los azules ojos avizores. Se queda allí hasta que mis compañeros empiezan a dispersarse, rociando las partes laterales del calzado y la plantilla sobre la que caminan.

Satisfecho, nuestro guardián desaparece de su lugar. Probablemente para verificar que los chicos del otro zapato hagan lo mismo.

La giganta sigue hablando, supongo que con los “ganadores”. No puedo descifrar mucho de lo que dice desde donde me encuentro, y como las palabras no se dirigen a mi decido ignorarla.

Cruzo el pequeño y ennegrecido cráter formado por la bola del pie de Julia, rociando un poco del desodorante mientras camino. Arribo a la parte en donde reposan sus dedos. Perfectamente marcados veo la descendiente línea que siguen sus magníficos dígitos. La chica no bromeaba, estos mocasines han cumplido su penitencia.

Aquí el olor es aún más fuerte. Qué puedo decir, no me desagrada.

Todo lo contrario.

Dominado por mi libido me arrodillo frente al inmaculado estampado del dedo grande. Me inclino hasta que mi rostro literalmente se entierra en la maltratada superficie. Inhalo como si no hubiese recibido oxígeno en mis pulmones por horas.

La fragancia es simplemente adictiva.

Como un animal olfateo cualquier parte de la plantilla que mi nariz pueda alcanzar. Incluso empiezo a gatear hacia las demás marcas de los divinos dedos…

-“¿Qué demonios haces?” Me pregunta una confundida Marta a mis espaldas.

Me reincorporo tan rápidamente que me mareo. Procurando no darme la vuelta para evitar que note mí emocionado miembro, o mí seguramente colorado rostro, respondo:

-“Yo… deje caer mi lata… ya sabes, la estaba buscando.” Meto la lata por debajo de mi camisa en caso de que intente comprobar la obvia mentira.

-“Okay…” No dice nada por unos segundos. “Oye ¿puedes ocuparte de asear esta parte? No tolero el olor, y tu pareces no tener ningún problema con él.”

-“Claro, eso hacía. Continuare en cuanto encuentre mi desodorante. Lo último que queremos es otro castigo jaja” Tanteo torpemente en las oscurecidas depresiones creadas por meses de uso del calzado.

 Lo más probable es que no se esté tragando nada de lo que le he dicho.

-“Te dejo el mío ¿vale? De todas formas solo falta esta zona y creo que puedes hacerlo solo.” Escucho como deja la lata en el improvisado suelo y se marcha apresuradamente por donde vino.

Volteo un momento para comprobar que se haya ido. En todo caso el sobresalto hizo desaparecer mi erección en cuestión de segundos.

Arrojo mi lata a lo más recóndito de la punta del zapato. Se encaja en una hendidura y desaparece para siempre. Tomo el spray que acaba de dejarme Marta y sin prestar mucha atención rocío el líquido en todas direcciones.

En cuanto he vaciado la lata, y el desodorante termina de asentarse, el poderoso olor impregnado por los pies de la chica que nos depositó aquí vuelve en toda su magnitud. Empiezo a cuestionar la estrategia de limpieza elegida por Julia.

Camino hacia el talón, en donde se agrupan mis demás compañeros. Cuando aún me faltan un par de metros para llegar el enorme ojo reaparece en el cielo.

-“¿Habéis terminado?”

Un poco armonioso y francamente desganado “Si” sale de mi grupo.

La giganta se aparta tan rápido como se nos presentó.

-“¿Vosotros también habéis terminado?”

No alcanzo a escuchar lo que contestan los chicos atrapados en la otra zapatilla.

-“Genial. Escuchadme bien…” supongo que ahora se dirige a ambas prisiones “…apoyaos de espalda contra el talón. Procurad no amontonaros, no quiero que nadie salga herido.”

Como una obediente manada bobina hacemos lo que se nos pide.

-“Volcare los mocasines para que podáis salir por vuestra cuenta. ¡A la una, a las dos, y a las tres!

Sin comprobar que todo hayamos logrado posicionarnos correctamente, Julia levanta ambos zapatos de forma que la punta este hacia el tejado, y nosotros quedemos acostados en el material del talón. La idea parece funcionar bastante mejor que nuestro patético intento de desodorizar a los monumentales gemelos.

Cuando el movimiento se detiene todos estamos sobre nuestras espaldas. Poco a poco nos ponemos en pie y caminamos hacia la cavernosa apertura. Cuando logro salir compruebo que todavía estamos encima del pupitre.

Volteo hacia la imposiblemente enorme ventana.

Por la iluminación del día deduzco que solo deben quedar un par de minutos para que sean las 3:00 p.m. Este sueño se ha extendido considerablemente más que el anterior. Me pregunto si en verdad he dormido por casi dos horas. Después de todo la percepción del tiempo suele ser confusa dentro del inexplicable mundo onírico. Pienso en lo dicho por Andy.

Es verdad que el paso de los minutos resulta desconcertantemente preciso.

No dejo de caminar hasta incorporarme con el resto de mis compañeros. Con “perdedores” y “ganadores” otra vez en una sola multitud el silencio resulta casi impresionante.

Quienes me acompañaron al interior del calzado aun jadean.

La mayoría de los que no tuvieron que cumplir con el castigo se encuentran perezosamente sentados.

-“¿Qué os ha parecido la competencia?” Exclama la única persona aun alegre en la habitación. “Vamos, no pongáis esas caras largas. Os apuesto que este ejercicio ha mejorado los lazos interpersonales de esta pequeña familia. ¿O acaso preferíais moríros de aburrimiento con dos horas de matemáticas?”

El profesor, que se encuentra a un par de pasos de mí, exhala un audible bufido.

-“Lo siento de nuevo profesor Lawrence…” mientras platica, Julia saca de la mochila que sostiene sobre sus regazos un cepillo, un paño, un atomizador y una lata blanca. Todas idénticas a las utilizadas por nosotros.

-“… pero es la verdad. Dudo que alguien pueda concentrarse por tanto tiempo en una asignatura tan compleja y tediosa.” Mientras sigue hablando toma su zapato derecho. En cuestión de segundos lo cepilla en su totalidad. Incluso sobre los lugares que yo y mis compañeros de equipo trabajamos tan arduamente. Hace lo mismo con el izquierdo.

Inmediatamente remoja el paño de tela con el atomizador y procede a sacar brillo a ambas prendas. No debe tardar más de un minuto y los resultados son significativamente mejores a los que nuestras diminutas manos lograron producir. Para concluir coloca la boquilla del desodorante en ambas ranuras, presionándolo un par de veces.

Treinta perplejos rostros observan la escena. Yo incluido.

-“No me lo toméis a mal. Habéis hecho un trabajo magnifico, y os veíais adorables trabajando en mis mocasines. Solo quería complementar un poco y dar los toques finales.” Nos muestra los ahora notablemente brillantes zapatos escolares.

La multitud empieza a inquietarse. Lo que nace como cautelosos murmullos pronto se convierte en una ola de insultos, gritos y reclamos. De nuevo permanezco mudo.

-“Vaya, por lo que veo no podéis tomaros a bien una broma.” Desatendiendo a mis bulliciosos compañeros de clase Julia se agacha y coloca su calzado en el suelo, introduciendo sus pies en ellos.

“En todo caso la sesión de hoy se terminó.” Dice, mientras se reincorpora y revisa su móvil.

End Notes:

¿Castigo, o premio?

Capítulo 17: La caminata by Hagane No
Author's Notes:

Como digo en la descripción, esta historia esta muy inspirada en ""Alright I'll Go With This" de Darien Fawkes. Si la habeis leido notareis las similitudes en este capítulo. Espero que sea de vuestro agrado.

Una fuerte campanada me hace despertar.

Me levanto de golpe, jadeante y con la respiración agitada. Compruebo mis alrededores. Todo parece normal. Mis compañeros empiezan a levantarse de sus asientos, recogiendo sus pertenencias y charlando animadamente. Dirijo mi mirada hacia adelante.

Julia aún se encuentra en su lugar. Veo la parte de atrás de la menuda cabeza castaña. Mi pulso se vuelve a acelerar. La pequeña muchacha empieza a girarse.

-“Oye ¿te importaría acompañarme de nuevo?”

Soy incapaz de contestar. Quiero alejarme de esta chica tanto como me sea posible. Los desagradables pinchazos en la sien vuelven a hacer acto de presencia.

Descaradamente la veo a sus hermosos ojos celestes, sin pronunciar palabra.

-“Por favor.” Me dice en un tono casi suplicante.

Ni siquiera sé qué pensar. Las palabras de Andy retumban en mi mente.

“¿Un sueño? ¿Cómo puedes decir que esto es un sueño?”

En tiempo real observo como los globos oculares de Julia empiezan a humedecerse. ¿Qué le sucede? Bueno, quizá se deba a que han pasado cerca de treinta segundo y no me he dignado a contestarle.

-“Ummm… no sé si pueda…” Involuntariamente me rasco la cabeza y miro a mí alrededor.

Cuando vuelvo a corresponderle la mirada, un par de lágrimas surcan sus mejillas.

-“Quiero decir…” me apresuro a agregar para intentar detener su repentino llanto “…veras quedé con mis amigos para ir a la casa de Dani, por eso no puedo acompañarte… Lo siento.”

Es verdad, todos los viernes nos reunimos en la casa de alguno de los cuatro. Normalmente no nos juntamos sino hasta las 6 de la tarde, pero Julia desconoce ese detalle.

La castaña me mira fijamente, como intentando descifrar si le estoy mintiendo. Debe tenerme por algún tipo de mitómano. No puedo culparla, después de todo no he sido del todo honesto con ella las últimas dos semanas.  

Mientras seguimos sosteniendo contacto visual Daniel se me acerca por la izquierda, sorteando los pupitres.

-“Ed, venía a decirte que no podré poner mi casa hoy. Perdona amigo. Pero ¿Nos vemos mañana en la discoteca?”

Vaya, que conveniente.

 -“No te preocupes. Nos vemos mañana.”

-“Ese es mi Ed jaja.” Odio su estúpida risotada falsa. “Vale, me piro. Adiós Juli.”

Cuando mi amigo la vuelve a ver nota sus ojos llorosos.

-“¿Hey, estás bien? ¿El gilipollas de Ed te hizo llorar?”

-“No, no es nada. Solo tengo alergias. En serio.”

-“Ya…” Dani no parece nada convencido. “… bueno, hasta luego.” Se despide definitivamente, no sin antes echarnos un par de ojeadas a Julia y a mí.

-“¿Ahora si puedes caminar conmigo?” Escucho decir débilmente a la muchacha de enfrente.


Recorremos el tranquilo vecindario que conecta con la salida trasera del instituto. Hay familias en los jardines disfrutando del soleado pero fresco día. Intento hacer conversación a pesar de mi intenso dolor de cabeza, sin embargo Julia se muestra poco receptiva. Con un par de libros abrazados al pecho, y la mirada aun taciturna, parece estar enfrascada en sus propios pensamientos.

Los últimos diez minutos del trayecto los recorremos en completo silencio.

Cuando falta menos de una cuadra para alcanzar la intersección que significará nuestra despedida, Julia se detiene en seco. Extrañado retrocedo el par de pasos que avance sin ella.

-“¿Te pasa algo? Yo… bueno, siento si hice algo que te ofendiese.” Le digo, recordando lo sucedido al finalizar la clase.

¿Por qué las chicas tienen que ser tan complicadas?

-“¿Puedes guardar un secreto?” Dice, sin dejar de mirar hacia sus zapatillas.

-“Claro que sí.” Contesto.

Yo también dirijo mis ojos hacia sus mocasines. El brillante cuero refleja débilmente la luz solar.

-“¿Confías en mí?”

Trago saliva. Mi boca ligeramente más seca que antes.

-“Desde luego.” El corazón otra vez palpitando a un ritmo anormal.

-“Entonces cierra los ojos.” Antes de que pueda cuestionar la extraña solicitud, Julia se me adelanta y sigue hablando. “Dijiste que confiabas en mí ¿no?”

Cierro mis parpados. He visto este truco antes en películas y series de televisión.

Estiro los labios para recibir los suyos.

En su lugar una fuerte y fría brisa impacta mi cuerpo. Con los ojos aun cerrados me quedo muy quieto.

-“Ya puedes abrir los ojos.”

Imposible.

Bajo mis pies una explanada rosa de cientos de metros cuadrados; su textura suave y muy cálida. La superficie irregular, ligeramente hondonada.  A la lejanía cuatro gruesos pilares de distintas alturas, pero del mismo color carne, se levantan como una cordillera. A mi derecha un último pilar, bastante más apartado del resto.

-“Echa un vistazo al paisaje. Solo ten cuidado de no caerte.” Retumba una voz a mis espaldas.

Julia, en una versión aún más gigantesca que la de mis pasadas visiones, me mira cariñosamente desde lo alto. Estamos a la intemperie, pues lo único que veo (aparte del colosal cuerpo de mi compañera) es un despejado y azul cielo.

Camino hacia el espacio entre sus dedos de en medio y anular, lo cual me toma un tiempo considerable. Los dígitos apuntan al cielo y apenas están separados, como una gran pared. Seguramente para proporcionarme protección de las agresivas corrientes de aire. Cuando estoy lo suficientemente cerca me agacho y gateo hasta ver por sobre la palma de la inmensa mano.

A nuestros pies, o más bien a los de Julia, se encuentra un magnifico y espeso bosque de coníferas. Al fondo una cadena de montañas, sus cumbres cubiertas de nieve. Un cristalino lago en medio de un claro termina de completar la fantástica pintura.

-“Es hermoso ¿verdad?”

Los enormes abetos ni siquiera alcanzan los tobillos mi monolítica amiga. Por lo poco que sé sobre árboles, deduzco que Julia debe medir cientos de metros de altura.

-“Es mi lugar favorito en el mundo. No hay civilización por kilómetros a la redonda…”

La castaña que me sostiene en la palma de una de sus manos sigue hablando. A pesar de su tamaño, la voz llega a mis oídos con un volumen bastante moderado.

Sigo mirando hacia abajo sin decir nada. Dudo que mis palabras puedan ser escuchadas por la giganta. Los brillantes zapatos de Julia arrasan con la espesa arboleda mientras se pasea hacia el claro del lago.

El sonido de las descomunales pisadas, decenas de gruesos troncos destruyéndose y astillándose; la fuerte brisa por la velocidad del movimiento y el gorjeo de algún pájaro curioso que se acerca demasiado a la coloso, producen una sinfonía que logra distraerme del agujero formándose en mis entrañas.

-“Quería hablar contigo, pero creo que estas no son formas de sostener una conversación.” En cuanto alcanza los límites de la zona desprovista de vegetación se voltea para dejarme ver por donde vinimos. El bosque se extiende por hectáreas. Tanto, que se funde con el horizonte.

-“Y no te preocupes, ninguna planta o animal sufrió daño alguno.”

Debería haber un pasillo de destrucción, testimonio de los poderosos e indiferentes pasos de Julia. Pero no. Los árboles que presencie ser aplastados se encuentran intactos. Todo el bosque está intacto.

-“Moví toda la fauna a kilómetros de distancia hace años. Ya sabes, para evitar accidentes.” Pronunciadas estas palabras la plataforma que me sostiene empieza a descender e inclinarse.

Doy tumbos y resbalo por la suave superficie. De bruces impacto el crecido césped. No es el aterrizaje más violento, pero si me saca el aliento un poco.

-“¡Ups! Lo siento… ¿te encuentras bien?”.

Julia, en su tamaño normal, me mira divertida.

End Notes:

Me encataria leer vuestras opiniones! Si os está gustando agradecería que califiqueis con cinco estrellas la historia.

Capítulo 18: El secreto by Hagane No
Author's Notes:

Este capítulo contiene mucho dialogo y poco contenido GTS; sin embargo es quiza el capítulo mas importante de la historia. Espero que os guste y que los diálogos hayan salido bien.

-“Deberías probarlo.” Dice Julia, mientras dobla una de sus medias grises y la introduce en el descartado mocasín izquierdo.

Nos encontramos sentados en una roca que sobresale del impoluto lago. La menuda chica se acerca cuidadosamente al borde y sumerge sus ahora descalzos pies en el agua.

-“¿En dónde estamos?” Pronuncio mis primeros vocablos desde que abandonamos el familiar ambiente urbano.

-“En algún lugar de Norteamérica. Para serte sincera olvide el nombre…”

-“Pues es hermoso”.

-“Ya lo creo.”

Sin mediar palabra nos dedicamos a apreciar la vista por un par de minutos. Julia debía decir la verdad, pues a nuestros alrededores no se escucha el sonido de ningún animal salvaje. La fresca brisa agita nuestros cabellos.

Sus chapoteos interrumpen la placida escena.

-“Y… ¿no vas a decirme o preguntarme nada más?”

Médito por unos segundos más. El silencio cada vez mas opresivo.

-“¿Cómo es todo esto posible? ¿Cómo lo haces?”

Vuelve a chapotear con sus delicados pies.

-“No tengo ni idea.” La miro con cara de pocos amigos. “¿Recuerdas El Laboratorio de Dexter?” Continua.

-“Huh ¿A qué viene eso?” Repregunto, cada vez más molesto por la evasiva actitud de quien me acompaña.

-“Ya sabes, la caricatura. ¿La recuerdas, o no?” Insiste, sin prestarme mucha atención. Debe estar absorta en sus pensamientos, pues mira un punto fijo en la otra orilla del lago.

-“Ummm… creo que sí…”

-“Había este episodio en el que Dexter se encoge y se cuela en el cuarto de su hermana…” empieza a narrar “… cuando la niña lo encuentra, lo utiliza como uno de sus muñecos. Lo hacía jugar a las casitas. Lo manipulaba con sus manos. Lo hacía besarse con las otras muñecas… En fin, lo trataba como un juguete.”

Algo confundido, decido mantenerme callado hasta que termine su relato.

-“Yo debía tener unos cuatro años cuando lo vi por primera vez. No tengo muchas memorias de esa edad, sin embargo aquella tonta serie animada se quedó grabada en mi mente.” Su voz expresando cierta añoranza.

-“A los ocho años enfermé gravemente.” Continúa. “Pase seis meses de mi vida hospitalizada. Mis papás nunca quisieron decirme cual era el padecimiento… pero me fue fácil descubrirlo, pues muchas veces los médicos hablaban conmigo o cerca de mi sin ningún reparo.”

-“Leucemia mieloide en fase acelerada.” Un largo suspiro escapa de su boca.

-“Vaya, yo… lo siento mucho…” No sé qué más decir. El cambio de tono en la historia me toma por sorpresa.

-“Gracias.” Me ofrece una triste sonrisa. “Los pronósticos no eran buenos. Mi estado de salud era tan delicado que ni siquiera se me podía aplicar tratamiento. Supe que pasaría mucho tiempo allí cuando mis padres empezaron a traer mis pertenencias al hospital. Ropa, juguetes, incluso mis sabanas y almohadas.”

Vuelve a suspirar.

-“Todos los días me sentía diferente. Algunos estaba tan bien que parecía no tener nada. Otros, ni siquiera era capaz de moverme de mi camilla...”

-“Cuando me encontraba muy mal las enfermeras me hacían dormir con algún tipo de anestesia o medicamento.” Saca los pies del agua, pone las piernas debajo de su cuerpo y se voltea para estar cara a cara conmigo.

-“Lo odiaba. En un momento estas consciente, el sol entrando por la ventana; al siguiente, despiertas en una habitación apenas iluminada.” De nuevo sus ojos están vidriosos. “Lo odiaba tanto que procuraba no decir nada, o dar señales, aun si me sentía muy débil.”

-“Era uno de esos días. Bajo la vigilancia de uno mis médicos, fingía no tener ningún dolor mientras jugaba con una pequeña casa de muñecas en el suelo de la insípida estancia. Debía llevar cerca de cuatro meses sin salir. Extrañaba mi hogar, e incluso la escuela. Pero por sobre todas las cosas extrañaba a Luis, un chico que vivía al lado de mi casa desde los tres años y probablemente mi mejor amigo en el mundo.”

Toma un guijarro de encima de la roca y lo arroja al magnifico cuerpo de agua. Estaba tan concentrado en prestar atención a su historia que había olvidado en donde nos encontrábamos, o cómo llegamos aquí…

-“Mientras cogía una mis muñecas, aquel episodio de Dexter se me vino a la cabeza. Empecé a preguntarme cómo se sentiría sostener en la mano a una persona muy pequeña, en lugar del inerte objeto. Por qué no un amigo, capaz de hablar conmigo y acompañarme en aquel horrible lugar.”

-“Y simplemente… sucedió…”

-“Una reducida versión de Luis había reemplazado a la muñeca. En un principio me emocione. De alguna forma lo tenía conmigo. Estaba dormido, podía sentir los latidos de su pequeño corazón; era completamente real.”

El sol empieza a ocultarse detrás de la lejana cordillera.

-“Volvió en sí casi de inmediato.” Una solitaria lágrima le recorre la mejilla izquierda. “Nunca podré olvidar el terror en su carita cuando se enteró de donde estaba.”

Sus sollozos le impiden seguir hablando. Me acerco lo suficiente para darle unas palmadas y frotar cariñosamente su espalda. En cuanto se calma un poco sigue:

-“Con todas mis fuerzas desee revertir lo que había hecho. Así ocurrió. Esa misma noche soñé que me encontraba en mi casa, sana y salva. Cuando desperté estaba sobre el desnudo colchón de mi habitación. Confundida, sin saber qué hacer, me quedé allí hasta que mis padres me hallaron unos minutos más tarde. Me llevaron de vuelta al hospital.”

-“Los exámenes mostraban que mi cáncer había desaparecido. Los doctores no lo podían explicar. Siguieron aplicándome pruebas y exámenes por un par de meses más, pero nunca lograron descubrir qué había sucedido…”

-“¿Qué pasó con Luis?”. Pregunto, aun procesando toda la información vertida por la llorosa chica.

-“Se mudó a otra ciudad. Estaba bien físicamente, pero sus padres decían que se había vuelto muy nervioso, lloraba constantemente y… y tenía miedo de mi…” Entierra la cara en sus rodillas.

La dejo en paz un par de minutos para que se desahogue. Intento consolarla con mis torpes caricias. No me atrevo a hablar hasta que levanta la cabeza y me mira, expectante.

-“Y ¿qué puedes hacer con tus poderes?”

-“Casi cualquier cosa.”

Aunque esperaba una respuesta como esa, es imposible no sentirse sobrecogido.

-“Tú también me tienes miedo… ¿verdad?”

No lo pregunta con reproche alguno. Por el contrario, vuelve a tener ese tono suplicante y afligido.

-“¿Cómo es que nadie parece recordar lo que haces?” Ignoro su pregunta, deseoso de saber más.

-“Bueno, yo…” luce algo apenada “…yo modifico sus memorias o los hago olvidar lo que vieron. Por ejemplo, hoy todos recuerdan haber tenido una particularmente poco provechosa clase de matemáticas.”

-“¿Y por qué no lo haces con migo?”

-“Lo hice, o por lo menos lo intente. ¿Acaso tienes tus propios poderes?”

-“No, no que yo sepa.”

Reflexiono un poco en lo que me ha revelado la omnipotente chica. Julia parece estarme dando espacio para que digiera la increíble confesión. El silencio vuelve a apoderarse del claro por un par de minutos.

-“¿Por qué un gigante?”

-“¿Perdona?” Dice, algo sorprendida.

-“¿Por qué te presentas como un gigante? Lo hiciste hoy en dos ocasiones, y también el martes…”

Aun con las tonalidades naranjas y rojas proyectadas por el poniente sol soy capaz de ver que sus mejillas se encienden ligeramente.

-“Supongo que nunca perdí la fijación por las personas pequeñas.”

-“Macrofilia…” Susurro.

Esta vez no puede ocultar su sobresalto y bochorno. Me vuelve a ver con la boca ligeramente abierta.

-“¿Qué? ¿Cómo sabes lo que… No me digas que tu también…” Está tan atónita como impresionada.

-“He estado en suficientes rincones del internet. He visto algunas cosas.” Intervengo, con una sonrisa de suficiencia. “Pero no, no es mi fetiche.”

-“Entonces debo parecerte un bicho raro.” Dice, otra vez hundida.

-“Nunca dije que me resultase desagradable…”

Añado. Sus ojos vuelven a iluminarse.

-“Entonces déjame mostrarte. Nunca había podido compartir mis fantasías con nadie.” Por primera vez en horas habla con emoción. “Siempre se asustan, lo veo en sus caras, me lo digan o no.” Añade, con un poco de remordimiento y tristeza.

-”Mmmm… no lo sé… Es bastante intenso.”

-“Dame una oportunidad. Te revele mi secreto, y aunque pudiese borrar tu memoria ya no lo haría. Nunca haré algo con lo que no te sientas cómodo. Solo… confía en mi…“

La miro a los ojos, todavía indeciso.

“Además, me parece que te atrae la idea de que una enorme chica te domine ¿Sabes? Yo también recuerdo lo del martes.” Agrega, una sensual sonrisa se dibuja en sus hermosas facciones.

Es mi turno de ponerme colorado.

End Notes:

Fue bastante difícil escribir este capítulo. Los diálogos siempre me parecían algo anti naturales, pero creo que quedó bastante bien. Con el secreto revelado el resto de capítulos serán sobre distintos escenarios de GTS. Como siempre, se agradece cualquier retroalimentación.

Capítulo 19: La cita. Parte 1 by Hagane No

2:06 a.m.

Macrofilia se refiere a la fascinación por una fantasía sexual en la cual se interactúa con un gigante. Principalmente la macrofilia suele estar relacionada con mujeres gigantes, aunque también existe la macrofilia de gigantes masculinos. En inglés, el término que se utiliza para nombrar a las mujeres gigantes o gigantas es "giantess"…

Distraídamente leo el escueto artículo de Wikipedia en mi móvil. Reflexiono respecto de todo lo visto y escuchado esta tarde; y quizá más importante, sobre la propuesta de Julia.

Tendido sobre mi cama, me resulta imposible conciliar el sueño. Quedamos en vernos mañana, o bueno debería decir hoy. Sin lugar a duda me preguntará si ya tome una decisión, si estoy dispuesto a participar en sus particulares juegos. Pienso en lo emocionada y feliz que se le veía cuando hablaba de sus fantasías.

Tú también me tienes miedo… ¿verdad?

El dolor en su voz me hizo imposible contestar a la pregunta. La idea de una adolescente con poderes en apariencia ilimitados efectivamente me resulta catastróficamente terrorífico. Sin embargo he llegado a la conclusión de que Julia no parece usar sus incompresibles habilidades para hacer daño a nadie (excluyendo sus bizarros juegos, de los cuales solo ella y yo parecemos estar conscientes). Por lo que sé he vivido una vida completamente normal, y lo mismo va para las personas que conozco.

Recuerdo la intensidad de las dos experiencias en las que, inadvertidamente para ella, participé. No se puede negar que existía algo inherentemente sensual en la forma en que la gigantesca joven dominaba, con el menor de sus esfuerzos, a toda una multitud de personas. Imágenes de sus maravillosos pies invaden rápidamente mi mente. Esto último despierta definitivamente mis partes bajas.

Quizá la castaña tiene razón, quizá me sienta atraído por tan extraños escenarios. Si no es así, no veo problema con darle una oportunidad a la adorable chica para que me “convenza”…


12:30 p.m.

Conduzco por un pintoresco bulevar en mi coche. Es relativamente antiguo, y no es extraño a los desperfectos mecánicos, pero no puedo quejarme; pocos chicos en el instituto tienen auto propio. Giro a la derecha para desembocar en una amplia calle.

La parte ricachona de la ciudad.

La aplicación en el móvil me indica que debo avanzar un par de manzanas más para alcanzar mi destino. Las ostentosas viviendas poniéndome cada vez más nervioso.

Me detengo frente a una de las espaciosas y lujosas casas. Parqueo en frente, salgo del coche y camino por el sendero que atraviesa el cuidado jardín.

Doy un largo suspiro para prepararme.

*Knock* *Knock* *Knock*

Después de unos segundos la puerta se abre para revelar a Julia. Está vestida con una larga camisa blanca, que le cubre hasta sus muslos, sobre ella una chaqueta de cuero negra; en sus piernas un par de mallas que llevan a una botas Dr. Martes, también negras, de una suela muy gruesa que le deben dar hasta unos 4 o 5 centímetros más de altura. En su cara un maquillaje sutil complementa el lustroso y ligeramente ondulado cabello, que por lo demás se encuentra suelto.

-“¡Hola!” Se inclina para saludarme con un beso en la mejilla.

Torpemente la copio para corresponderle el saludo. Su apariencia me deja completamente estupefacto. Intento rebuscar en mi memoria, pero creo que nunca había visto a Julia en algo distinto al insulso uniforme escolar. Tardo demasiado tomar el valor para decir mis siguientes palabras.

-“Hola. Te ves increíble.”

-“Gracias, tu también te ves muy bien.”

-“Pensé que podríamos ir a comer algo.” Me aparto para que vea mi auto en la entrada.

-“Suena bien, vamos.”

Me doy la vuelta para volver por donde vine.

Sin previo aviso una gigantesca mano me toma por la espalda. Los enormes dedos me empujan hacia la paciente palma, y una vez allí se sellan a mí alrededor. En cuanto estoy debidamente sujeto me alza hacia las alturas.

Atrapado observo el gran rostro de Julia, que no puede parar de reírse por mi evidente sorpresa. Su puño es lo suficientemente grande como para sostener la totalidad de mi cuerpo, pero no se acerca a las versiones de la castaña que ya había visto antes. Debe medir cerca de 20 metros, casi la misma altura que el edificio a sus espaldas.

Me coge con firmeza, pero no me produce daño o incomodidad alguna.

De hecho es agradable.

-“Pero, traje mi coche.”

-“Ya me conoces, me gusta tomar la ruta escénica.” Su sonrisa es rápidamente desplazada por una expresión de preocupación. “¿O te sientes incomodo? ¿Prefieres ir en coche? Yo no tengo ningún problema, de hecho debería agradecerte por venir hasta mi casa a…”

-”Estoy bien Julia, en serio. También me gustaría ver la ruta escénica.” La interrumpo antes de que siga disculpándose.

-“Entonces abróchate el cinturón.” Empieza a dar inmensos pasos por el arreglado jardín. Las pesadas botas dejan la impresión de sus suelas en la suave tierra y césped. Cuando alcanza la acera su pie izquierdo se posiciona casualmente sobre mi coche.

*CRASH*

Sin inmutarse o dignarse a mirar hacia abajo, la belleza sigue su camino tranquilamente. Desesperado intento girarme en su puño para ver en qué estado se encuentra mi pobre vehículo. Julia lo nota y se voltea.

-“¡Vaya! ¿Quién habrá dejado ese pequeño juguete frente a mi casa?” Dice, con tono divertido.

Destruido, aplastado, irreparable; son todas palabras que me pasan por la cabeza mientras observo lo que hasta hace unos segundos era un automóvil completamente funcional. Mi automóvil…

Con la mano que no me sostiene, Julia chasquea sus dedos. Una familiar punzada en la sien me hace cerrar los ojos por un par de segundos; cuando los abro todo rastro de destrucción ha desaparecido. El jardín tan impecable como cuando arribe, y el vehículo estacionado sobre el borde de la calle, intacto.

-“Te lo dije ayer y te lo vuelvo a repetir, mientras estés conmigo ni tú, ni nadie ni nada sufrirá daños permanentes cuando me esté divirtiendo. Así que intenta relajarte ¿vale?”

La inocente entonación en sus últimas palabras casi arrebata lo impresionante a las cosas que hace. Existe cierto desenfado en su forma de hablar y actuar respecto de sus incomprensibles poderes que por alguna razón me transmite cierta confianza. Más tranquilo decido hacer caso a su consejo. Me dedico a ser un simple pasajero mientras la enorme muchacha recorre las vacías calles.

-“¿Tenias pensado algún sitio?” Me pregunta, mientras se detiene en la intersección con el bulevar.

-“Conozco este restaurante de hamburguesas cerca del centro. Las mejores hamburguesas que he comido en mi vida.” Le explico, quizá demasiado emocionado. “Odio cuando las hacen demasiado grandes, ya sabes, cuando tienes que utilizar el tenedor y cuchillo para ir haciéndola trocitos. Si quisiera comer con utensilios no iría a un lugar de hamburguesas. Pues allí las hacen perfectas, te encantará.”

-“Jajajaja. ¿Dónde está este increíble lugar?”

Desde su mano le doy direcciones como si fuera un GPS. Mientras nos desplazamos observo el surrealista escenario. Puedo ver gran parte de los vecindarios que atravesamos, muchas de las casas ni siquiera alcanzan las rodillas de Julia. Al oeste los enormes edificios y rascacielos del centro, algunos de varias veces el tamaño actual de mi compañera.

La poderosa mujer camina despreocupadamente por el medio de las vías, con la fortuna de no encontrar ningún vehículo circulando por las mismas. Por las aceras todavía hay transeúntes, sin embargo no parece inquietarles la presencia Julia.

-“¿Tú estás haciendo eso?”

-“¿Qué cosa?”

-“El que no hayan coches por las calles, que la gente parezca no darse cuenta de que una chica de 20 metros camina por el vecindario…”

-“Oh, sí. No me apetecía aplastar ni asustar a nadie. Solo quiero una apacible caminata con mi amigo.”  

Ahí está de nuevo. Dice esas cosas como si no significaran nada, como si me estuviera hablando de la cuestión más banal y mundana en el mundo.

-“¿Y por qué caminar? ¿No podías hacernos aparecer allí?”

-“Si… pero qué habría de divertido en eso. ¿No te la estás pasando bien, o es que yo no te agrado?” Hace unos sarcásticos pucheros.

-“No, no, nada de eso. Solo preguntaba.”

-”¿Qué te parece viajar en mi mano?”

-“Tengo que admitir que es bastante cómodo. Y no mentías, la vista es increíble desde aquí arriba. Puedo apreciar porque te gusta.”

-“Me alegra muchísimo que lo estés disfrutando.”

Debo haber dicho algo que esperaba o deseaba escuchar, pues habla con una felicidad que apenas puede contener.


Con sumo cuidado Julia me pone en el suelo. Mientras me estiro perezosamente, mi compañera se coloca a mi lado; de vuelta a su tamaño normal. Juntos entramos al modesto restaurante y tomamos asiento en una de las mesas con vista a la calle. Ambos ordenamos lo mismo, con mi recomendación.

-“Olvide mencionarlo, pero tienes una hermosa casa.”

-“¡Gracias! Es de mi padre… Quería volver a agradecerte por presentarte a mi casa en coche. Y siento si te asusté cuando lo aplasté, era un juego, pero creo que fui demasiado lejos.”

-“No te apures. Fue bastante divertido verte destruir ese vejestorio. Además, algo me decía que no lo utilizaríamos para movilizarnos…”

Charlamos mientras esperamos nuestra comida. Me entero que los padres de Julia están separados desde hace varios años. Que le fascinan el ciclismo y la natación. Que ha participado en unas cuantas competiciones e incluso ganado un par de medallas.

Yo también comparto algunos de mis gustos y detalles sobre mi vida.

-“No sé qué haré con matemáticas. Los últimos temas simplemente me resultan imposibles de aprehender. Solo espero no reprobar la asignatura.” Dice, algo apenada.

-“*Sigh* Dímelo a mí. Pero ¿no podrías usar tus poderes para… bueno, para tener notas perfectas? Es más, ni siquiera entiendo por qué sigues yendo al instituto.”

-“Nunca utilizo mis habilidades para hacer algo que me beneficie injustamente o tenga efectos permanentes sobre los demás” Adopta una expresión muy seria. “Como te dije podría hacer cualquier cosa, inclusive dominar toda la Tierra con solo proponérmelo. Pero mis aspiraciones no son esas. Nunca lo han sido.”

Habla apasionadamente, probablemente ha querido compartir esto con alguien desde hace mucho tiempo.

-“Llevo meditando varios años ¿sabes? Me ha ayudado a comprender que el espíritu humano es indomable, pero a la vez algo hermoso y digno de ser admirado; la síntesis de miles de años de evolución, o quizá la creación de un ser superior.”

Levanto una curiosa ceja.

-“Si, incluso superior a mí. Uhg, odio hablar de mi misma de esa forma."

-"Lo que intento decirte es que; por más impresionante que te resulten las cosas que puedo hacer, soy una chica normal.”

No puedo evitar dar un burlista resoplido. Cómo puede la mujer que altera la realidad a su antojo con su mera voluntad decir que es “normal”.

Me arrepiento de inmediato, pues su cara ahora refleja cierto resentimiento.

-“Lo siento, no era mi intención reírme. Es solo que, todo esto es algo difícil de entender.”

-“Disculpas aceptadas.” Me ofrece una de sus características sonrisas. “Solo piensa que no soy omnisciente, y tampoco considero tener una mente particularmente privilegiada. Tengo mis propios gustos, en ocasiones soy egoísta, como cualquier otra persona; tengo temores y deseos, uno de los cuales es vivir una vida común y corriente.”

-“¿Acaso estoy capacitada para decidir qué sea lo mejor para los demás? Esa es una pregunta que me hago constantemente, la respuesta de la cual es casi siempre negativa. Por esa razón he decidido mantener mi extraña habilidad bajo llave, como una peligrosa arma.” Concluye la castaña, manteniendo el tono serio que merece el tópico.

-“Excepto cuando quieres jugar.” Añado, con la intención de aligerar un poco la conversación e intentar indagar más en su interesante perspectiva.

-“Excepto cuando quiero jugar.” Repite, esbozando una nueva sonrisa. “Es curioso, toda esta basura filosófica que te acabo de comentar sucumbe cuando me apetece saciar mi excéntrico fetiche. Entonces no tengo ningún problema en dominar e influenciar la mente de quienes me rodean. Supongo que la libido es más poderosa que la razón.”

“Espero que no pienses mal de mí por ello, te doy mi palabra en que soy extremadamente cuidadosa.”

Me sorprende la franqueza con la que habla de estos temas. Intuyo que intenta “poner todas las cartas sobre la mesa”.

-“Hablando de lo cual ¿Pensaste en mi propuesta?”

Una de las camareras se acerca y deja la cuenta en un pequeño jarro.

-“Ya ves. He estado pensando en ello desde anoche. Prácticamente no pude dormir.” Decido ser directo. Es lo mínimo que puedo hacer luego de que Julia me haya confiado sus secretos sin mayor rodeo.

Saco mi cartera e introduzco en el recipiente el efectivo suficiente para pagar mi parte y dejar una pequeña propina. Julia hace lo propio.

-“¿Y llegaste a alguna decisión?” Antes de que pueda contestarle se apresura a agregar. “No quiero presionarte, en verdad. Puedes ser honesto conmigo, y entiendo si no es de tu agrado.”

-“Pues, la verdad es que no. Aún no lo sé. Como te dije no me parece desagradable, ni mucho menos. Simplemente creo que aún no conozco lo suficiente… ”

-“¿Me permites ayudarte? Prometo que no haremos nada extraño o invasivo.” Dice, cruzándose una equis en el pecho como lo hizo ayer.

-“De acuerdo. Y ¿Cómo planeas ayudarme?”

-“¿Sabes lo que es el roleplay?”

-“Creo que sí.”

-“Entonces cierra los ojos y sígueme el juego.”

Acostumbrado a la petición decido hacer caso sin rechistar mucho más.


End Notes:

Tuve un par de problemas que me impidieron actualizar la historia. Ademas, me resulto algo difícil escribir los diálogos. Todavía creo que son bastante mediocres, solo espero que no os saque mucho de la historia.

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